Descubrimiento imprevisto

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Lo miraban con curiosidad, miedo y expectación. Eldi saludó con la cabeza y empezó con Santuario, un hechizo que tarda unos cinco segundos en ser lanzado, tiempo en el que estuvo siendo observado con extrañeza por los guerreros-topos que habían hecho de aquel lugar su refugio.

En cuanto empezaron a notar los efectos, de la extrañeza pasaron al asombro, el cual aumentaría al comprobar los efectos de la magia del humano, tanto de Regenerar como de Curación Básica.

La magia de curación de los sanadores-topo tiene características diferentes a las del alto humano. Sus mayores ventajas son que puede ejecutarse a un rango bastante mayor y que resulta más eficiente para heridas leves.

Sin embargo, empieza a tener problemas cuanto más grave es la herida, necesitando usar una gran cantidad de maná para tratarlas. Por su parte, la de Eldi necesita estar muy cerca para curar y es una magia más profunda, que consigue sanar al cuerpo poco a poco, da igual la gravedad de las heridas. Aunque no puede regenerar miembros que hayan sido seccionados. Para ello se requiere una magia de mayor nivel que aún no había desbloqueado.

Por ello, era observado minuciosamente por los curanderos-topo cuando la usaba, y cada uno de ellos estaba intentando aprender una de ellas. El encargado de Santuario había conseguido, después de mucho esfuerzo, lograr un efecto parecido, con la salvedad que sólo duraba diez segundos y tenía una área de efecto de un centímetro cuadrado. No tenía ninguna utilidad en la actualidad, pero haber llegado hasta allí le daba esperanzas de poder lograrlo, aunque quizás necesitaría varios años.

Los encargados de Curación Básica y Regeneración habían hecho mayores progresos, pues también eran hechizos más sencillos, pero aún estaban lejos de poderlos utilizar con efectividad. Cabe decir que Eldi también había observado e intentado imitar los de ellos, pero estaba lejos de lograr dominarlos. Entre otras cosas, porque estaba más interesado en habilidades ofensivas, y porque tenía demasiadas que probar y recordar. La de desprender del techo era la que más había practicado, y tan sólo había logrado avances muy discretos.



–¿Qué ha pasado? ¿Estáis todos bien? ¿Quiénes...? ¡Ah!– exclamó la curandera cuando despertó de su largo sueño, aún no del todo recuperada. Se había extrañado al ver gente-topo desconocida, y asustado al ver a Eldi.

–Tranquila Hila, son amigos. Él también. Creía que no te volvería a...– la abrazó Guto.

Ella le devolvió el abrazo a su hermano mayor, mirando de reojo a lo otros, y en especial a aquel extraño ser que iba con ellos. De hecho, los diez lo miraban con desconfianza, pero también con agradecimiento y algo de esperanza.

–Ya están todos bien, así que no te necesitan. Ven, a ver si tú sabes qué es– arrastró Tica a Eldi.

Los que lo acababan de conocer se sorprendieron de la familiaridad de la joven con el humano, pero no así los demás. Habían visto como el maestro se ganaba el cariño de sus alumnos, y el agradecimiento y admiración de su pueblo. De hecho, si no fuera tan feo, hubiera tenido más de una pretendiente.

Eldi se dejó llevar, acostumbrado a la enérgica joven, además de que tenía curiosidad por aquel artilugio mágico que se encontraba en el nivel más alto y que no sabían para que servía. Los acompañaron otros guerreros-topo, entre ellos un par de los nuevos. Tenían curiosidad y no querían dejarlo solo.

Subieron a la cuarta planta y después a la quinta, ambas tan vacías como las anteriores, y ambas rodeadas de peligrosos sapos de los que, a veces, se podían ver sus siluetas y sombras. Debían andarse con cuidado, pues aunque estos no podían entrar, sí lo podían hacer sus lenguas, por lo que no se acercaban a las entradas y estaban siempre atentos.

–No puede ser...– se sorprendió Eldi.

Sobre el tubo que contenía la magia que alimentaba las defensas de las puertas, encontró un objeto metálico familiar.

–¿Sabes lo que es?– preguntó Tica con los ojos brillantes de excitación.

–Creo que sí. Déjame tu martillo.

Ella se lo dio, pensando que iba a golpearlo con él. Pero, para su sorpresa, sólo lo puso encima y colocó su mano sobre el objeto. El martillo brilló suavemente, tras lo cual se lo devolvió a la joven, que lo examinó sorprendida.

–¡Está completamente reparado!– admiró ella. Todas las muescas y pequeñas grietas habían desaparecido. Parecía totalmente nuevo –¿Puedo probar?

–Sí, claro.

Ella lo intentó, y no fue la única, pero ninguno de ellos lo consiguió, ni Eldi sabía como enseñarles a usarlo. Tenían una sensación extraña al intentarlo, difícil de explicar, como si su magia fuera incompatible, no alineada, como si fueran ajenos a ello. La sensación de que aquello no había sido creado para ellos.

Así pues, Eldi tuvo que hacer todo el trabajo de arreglar una a una las piezas de armadura y armas, dejando las flechas para el final, si quedaba tiempo. Era una versión avanzada del yunque de la Aldea de iniciación, que permitía reparar objetos de hasta nivel 75, pero que costaba siempre el doble de maná. Tenía mucho que reparar, pero también su maná era muy superior al de cuando había estado allí.

En el juego, los había en todas las capitales, pero ésta había sido abandonada mucho antes, lo que significaba que eran objetos mágicos muy anteriores al juego, y al menos tan antiguos como el tiempo que hacía que la Gran Hermandad había sido evacuada.

Pero no todo eran buenas noticias.



–Hubiéramos escapado, pero nos tendieron una trampa. No podíamos creer que aquellos sapos tuvieran la inteligencia para hacerlo, pero lo hicieron. Tuvimos suerte de escapar aquí– explicó una mujer-topo de nivel 46, la más fuerte del grupo, y que había estado convaleciente hasta hacía poco.

–Luego vimos un sapo más grande que los demás, con franjas negras. Parecía ser el jefe y era mucho más fuerte que los otros. Creemos que podía ser un despertado– añadió Guto.

Todos fruncieron el ceño. Un despertado era una bestia que había dejado de serlo, al adquirir una inteligencia superior a la de su especie. Eran anomalías en aquella zona, pero más habituales a medida que subía su nivel. A nivel 100, todos los seres tienen cierto nivel de inteligencia, mientras que a 50 es insólito. En 60, es poco habitual, pero no extraordinario.

Regreso a Jorgaldur Tomo I: el mago de batallaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora