Represalia

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En la tercera planta había lo que podía llamarse esqueletos magos. No era fácil diferenciarlos por su aspecto de los otros, pero podían lanzar unas esferas oscuras de magia, además de poseer un hechizo de daño en área. Este último era especialmente efectivo, pues ni Dolgo ni Dikgo podían evitar que dañara a los tres nobles, demasiados lentos en reaccionar cuando se los avisaba. Y si bien Eldi los curaba, no dejaban de quejarse del dolor una y otra vez.

Cuando no luchaban, no dejaban de fanfarronear, de pavonearse de sus victorias o sus actos más despreciables. Entre ellos, la razón por la que iban sin sanador. Habían ofrecido mucho dinero, consiguiendo que un sanador aceptara ir en el grupo. Tras una larga jornada, Aljhon había insinuado algo de la hija de éste, que los había despedido en la entrada de la mazmorra, lo que había llevado a una discusión que había acabado con el sanador siendo golpeado y torturado por los dos mercenarios, y con su muerte, mientras el resto se burlaban. Luego habían lanzado su cuerpo al jefe de planta.

Lo habían vendido como un accidente en batalla con el jefe de planta, algo que no resultaba excepcional. Desde entonces, ningún otro sanador había querido unirse a ellos, ya fuera porque no se fiaban de ellos, o simplemente porque no querían a unirse a un grupo incapaz de protegerlos.

No estaba claro que era para Eldi lo más difícil de asimilar, si la total falta de empatía y moral, o que fueran capaces de explicarlo como si nada delante de él. No sabía si lo consideraban uno de los suyos, si planeaban deshacerse de él, o si simplemente era unos estúpidos inconscientes. Pero aunque fuera esto último, los guardianes de los nobles pudieran querer no dejar cabos sueltos, y pretendieran acabar con él.

No quería arriesgarse a pasar la noche allí junto a aquel grupo, por lo que decidió actuar en cuanto tuviera una oportunidad, algo que no tardó en suceder. Ebrios de halagos y creyéndose invencibles, decidieron seguir el camino más directo al jefe. Normalmente, los aventureros pasan un tiempo en la planta, hasta que pueden vencer a los monstruos que allí habitan con facilidad. Sólo entonces, se atreven a desafiar al jefe.

Sin embargo, los tres nobles habían decidido que ya eran suficientemente fuertes y que podían hacerlo, algo a lo que sus guardianes no podían oponerse.

Eldi observó como los tres atacaban sin plan, sólo usando de nuevo todas sus habilidades, y como no les iba mal mientras el jefe de planta centraba su atención en Dikgo, a quien ahora le tocaba ser el cebo mientras Dolgo observaba desde la entrada. Por lo menos, así fue hasta que el esqueleto lanzó el mismo ataque de área que los monstruos de la planta, pero más potente y con mayor rango.

Los tres nobles fueron alcanzados y se alejaron quejándose, llamando a Eldi para que los curara, mientras Dikgo seguía acaparando la atención del jefe, bloqueándolo con el escudo y, a veces, con la espada. También había resultado herido, pero no era grave para él, debido a su nivel, a su armadura, a su resistencia y a su alta cantidad de puntos de vida.

Sin embargo, Eldi no se movió, mirando a los que aún luchaban, como si no los hubiera oído y no se hubiera dado cuenta que lo necesitaban. Eso hizo que Dolgo se acercara corriendo a Eldi.

–¡Eh! ¿¡Estás sordo!? Ves a curar ahora mismo a los señ... ugh.

Una daga cubierta de un veneno paralizante atravesó su cuello. Aunque no era un arma con la que tuviera afinidad, la diferencia de niveles era poca y el guerrero no había tomado ninguna medida defensiva, por lo que el afilado filo era suficiente para vencer la resistencia de la carne. Su primer instinto fue intentar sacársela, pero una enorme hacha a dos manos atacó de nuevo su cuello, que era la parte más desprotegida de su cuerpo. En aquel momento, no llevaba el casco, por lo que las protecciones colgaban sobre el resto de la armadura.

–¡Dolgo!– gritó Dikgo.

Pero no podía dejar de luchar con su enemigo. Aunque estuviera más de diez niveles por debajo de él, no significaba que pudiera darle la espalda, así que comenzó a golpearlo para acabar lo más rápidamente posible con él, o por lo menos para alejarlo.

Los tres nobles miraban la escena incrédulos, totalmente paralizados, incapaces de reaccionar, mientras Eldi se acercaba.

–¡Aléjate de ellos!– volvió a gritar Dikgo, corriendo hacia Eldi y olvidándose del monstruo.

Eldi lo bloqueó con el hacha, momento en el que éste comprendió que no era sólo un sanador de nivel bajo. Disimulo había perdido su efecto, y había usado Doble Filo para atacar a su oponente, que sólo consiguió esquivarlo parcialmente. No fue mucho el daño, pues la armadura paró el ataque y el filo no alcanzó a cortar su carne.

–¡Salid de aquí y volved con el portal! ¡Mandad refuerzos!– les gritó a sus jefes.

No es que les tuviera especial lealtad o cariño. De hecho, le parecían unos niños malcriados, a los que podía más o menos manejar. Pero, si les pasaba algo, le matarían. Sin embargo, cuando reaccionaron y quisieron huir, se encontraron con un Muro de Roca que se lo impedía.

–¿No te olvidas de algo?– murmuró Eldi, justo antes de que una esfera de energía impactara en el guardaespaldas.

El ataque no le había ocasionado daños graves, pues la armadura y su propia defensa lo protegían, pero tampoco podía permitirse que lo atacaran continuamente por la espalda, además que el instante de vacilación casi le había costado un impacto directo del hacha.

El jefe de planta no se había movido de su sitio y usaba su ataque de rango contra Dikgo, mientras que los tres nobles no sabían que hacer ante un Muro de piedra precedido por otro de Fuego.

–¡Maldita sea! Atacadlo por la espalda mientras yo lo hago por el frente– les gritó.

Eldi bloqueó y atacó un par de veces usando Doble Filo, pero ante él tenía un guerrero experimentado de unos dos niveles por encima del suyo. Además, estaba en desventaja numérica, aunque el enorme esqueleto estaba jugando a su favor, por el momento.

–¡Ahora!– grito Dikgo, dando la señal para que atacaran los tres.

Lo que no esperaban es que su enemigo tuviera una habilidad como Hacha Danzante. El mercenario contratado para proteger a los nobles no sufrió mucho daño, pues enseguida se alejó, pero los otros tres tardaron más en hacerlo y sufrieron numerosos cortes. Se habían negado a llevar la armadura completa, y ahora su cara y sus brazos lo pagaban.

Regreso a Jorgaldur Tomo I: el mago de batallaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora