–Es como si se lo hubiera tragado la tierra– maldijo Artio.
Todos estaban igual de preocupados, igual de ansiosos por noticias, pero no había ninguna. Ni rastro del visitante, ni la más pequeña pista. Absolutamente nada. Había aparecido en Tenakk, y después se había esfumado completamente.
Nadie sabía nada, y todas las pistas sobre viajeros habían acabado siendo falsas. No había ni rastro de él. No sabían cuál era su nivel ahora, no sabían siquiera si continuaba en el reino, o si estaba vivo. Era desesperante invertir recursos en su búsqueda y no obtener nada, pero no podían dejar de hacerlo.
Tenían grupos en diferentes mazmorras, en diferentes áreas aptas para entrenar, en ciudades y recorriendo aldeas. Incluso habían enviado equipos de reconocimiento a bosques alejados, pero no había obtenido nada.
Elsa y Ricardo se habían levantado hacía rato de la mesa. Una vez discutido los temas pendientes, la reunión había acabado como siempre, en un concurso de quejas y lamentos de nobles con algunas copas de más.
–¿En serio? ¿Ni una sola pista? ¿Nada?
–Nada. Lo único que podemos hacer es mantenernos atentos y esperar. Y seguir preparándonos para lo peor– confirmó Elsa.
–¿Cómo va el plan B?
–Cada vez mejor. Ésta situación es perfecta, todos empiezan a asustarse, tienen miedo que trame algo. No tener noticias alimenta los miedos– sonrió pícaramente la mujer.
–Sólo espero que no haga falta– suspiró Ricardo.
–¡Sería una pena! Después de tanto esfuerzo...
Él se encogió de hombros, mientras de la boca de ella surgía una risita divertida. Debía de ser la única que disfrutaba con aquello.
La situación en la resistencia era extraña. Sin noticias, nadie sabía qué hacer. Algunos planeaban actuar para forzar la situación, esperando que su salvador apareciera. Otros empezaban a dudar, a pensar que quizás habían vuelto demasiado rápido. Pero ninguno se atrevía dar el primer paso, ya fuera hacia delante o hacia atrás.
No había pasado tanto tiempo, pero, una vez había aparecido por primera vez, habían esperado que lo volviera a hacer pronto. Sin embargo, no sabían nada de él, de qué hacía, de dónde había ido, cuáles eran sus planes. Lo único positivo era que los nobles estaban igual o peor, y que podían cometer errores. Por ello, afilaban los cuchillos y esperaban su oportunidad, pues la mayoría tenían motivos más que suficientes para desear venganza.
Lo que más temían era que el visitante fuera capturado o muriera. Y también les tenía preocupados ciertos movimientos extraños de dinero, de discretas preparaciones en palacio y de acciones en el extranjero. Ignoraban lo que los nobles estaban preparando, pero el secretismo con el que lo hacían no podía suponer nada bueno.
–Oh, vamos, sabes que no te puedo dar más por esos hongos. Ni siquiera han madurado del todo– se negó la mercader, cuyo largo pelo azul le caía por la espalda.
–Vaaa, Lati, no seas así. Al menos una plata más. ¡Y te invito a cenar!– suplicó el aventurero.
–Resulta tentador, pero no– respondió ella, tajante, pero con una sonrisa que había robado más de un corazón.
El hombre finalmente se rindió y aceptó lo que la atractiva mujer le ofrecía. Era dura pero justa, además de muy amigable con todos. Escuchaba con paciencia los relatos de sus aventuras, e incluso preguntaba y se interesaba por detalles, como si de verdad tuviera interés.
Saludaba a todos por su nombre, aceptaba de buen grado invitaciones a beber, y parecía ser una más, incluso explicando historias que había oído aquí y allá. Sin embargo, hasta ahora, había sido muy clara respecto a relaciones más íntimas, convirtiéndose en alguien deseada pero inalcanzable.
Al principio no la habían creído cuando había contado que había sido aventurera en el pasado, y que lo había dejado porque el comercio le daba más dinero y menos riesgo. Pero después de verla noquear a un aventurero algo borracho que intentaba propasarse, nadie había dudado de su palabra.
Miró hacia un aventurero nuevo que acababa de llegar. Por su vestimenta parecía un mago, y su nivel estaba entre 30 y 40. Llevaba una capucha que le cubría el rostro, que no pudo ver con detalle, dado que no se acercó a su puesto.
Si no tenía la suerte de que pasara por allí, tendría que verificar su identidad más tarde, como lo había hecho en otras ocasiones. Ya había perdido la cuenta de con cuántos había tropezado o coincidido casualmente, para comprobar que ninguno de ellos era él.
Suspiró y miró de reojo a otro mercader que, al igual que ella, no era lo que parecía. Sospechaba que era un espía de la nobleza o un asesino, y estaba segura de que su nivel era bastante más alto que lo que se percibía. Sospechaba que usaba un artefacto para ocultar su nivel, pero no podía engañar a los perceptivos ojos de ella, cuya experiencia era amplia en aquellas lides.
No planeaba hacer más que vigilarlo, pues no quería llamar la atención, y era ventajoso saber quién era el enemigo y tenerlo controlado.
Siguió vigilando, como lo llevaba haciendo más de un mes, sin quejarse y sin descuidarse. Seguía siendo su mejor pista, pues no había ninguna novedad respecto al paradero del visitante. Resultaba frustrante, pero tenía confianza en que lo encontraría, ya fuera allí o en otro lugar.
Vio como el nuevo aventurero hablaba con un grupo de cuatro veinteañeros y que, tras un largo rato, se iba con ellos hacia la mazmorra.
Frunció el ceño. Aquel grupo de aventureros era algo ingenuo e inexperto, por lo que era fácil que confiaran en quien no debían. Pero no podía interponerse, no tenía ningún derecho a ello ni podía erigirse en juez. Le caían bien, le recordaban a tiempos pasados, así que se prometió que, si les hacía algo, se lo haría pagar, fuera quien fuera.
Supuso que el hecho de que lo hubieran aceptado tan rápido se debiera a que se trataba de un sanador, pues es lo que el grupo andaba buscando. Querían adentrarse en la mazmorra para subir de nivel, tenían la ilusión y las expectativas de todos los jóvenes aventureros, de ser más fuertes, de acercarse a sus ídolos.
Los miró alejarse y entrar en la mazmorra, fuera de su alcance. Por desgracia, no podía protegerlos a todos, salvarlos a todos. Por eso estaba allí, esperando que apareciera quien sí podía hacerlo.

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Regreso a Jorgaldur Tomo I: el mago de batalla
FantasyCuando muere en su cama debido a su avanzada edad, aún recuerda a una NPC de un MMORPG que jugó en su juventud, sin entender por qué nunca ha podido olvidarla. Pero cuando vuelve a abrir los ojos, se encuentra con la ruinas de lo que era el inicio d...