Espíritus del bosque

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Cuando abrió los ojos, se encontró durmiendo en una gran habitación, con otros tantos guerreros en sus respectivas camas, agotados como él después de la batalla del día anterior. Sonrió por estar vivo, por estar todos ellos vivos.

Permitiéndose holgazanear, comprobó sus estados. Había subido a nivel 68, y mejorado la afinidad de algunas habilidades y hechizos. Fortificación de Rocas había subido a 7 con usarlo sólo dos veces, aunque también es cierto que había bloqueado cientos de ataques. Lo más sorprendente era que Inexpugnable hubiera subido 2 niveles, lo que demostraba cuan terrible era la potencia del hechizo que había conseguido detener, y cuan mágica era la habilidad.

Había desbloqueado Rompespadas, una habilidad de martillo que provoca una disminución de daño contra tus enemigos de hasta el 50% en nivel 10, y un aumento del 200% contra sus armas o armaduras. Y que tenía en 6.

El hechizo era Bola de Hielo, análogo al de fuego pero con menos daño y ralentizando al enemigo, además de hacerle pasar algo de frío. Lo tenía en 8.



Durante todo el día, hubo algunas patrullas, pero ninguna expedición. Todos necesitaban un descanso, más psíquico que físico. Bueno, quizás no todos. Los gigantes acapararon bastante atención enfrentándose primero uno y luego al otro al pangu, en una competición amistosa de pura fuerza bruta. Este demostró ser ligeramente superior, aunque quizás sólo fuera por que estaba entre uno y dos niveles por encima del suyo.

Eldi recibió algunas flechas, pociones e incluso una lanza, negándose a aceptar más, pues allí, en el campamento, también las necesitaban.

Dedicó toda la jornada a conversar y despedirse de sus amigos y compañeros, además de tener que hacer una demostración de Fortificación de Rocas y algunos otros hechizos y habilidades. De hecho, al final casi todos acabaron realizando una llamativa exhibición. No pocos tomaron nota de qué habilidades y hechizos estaban interesados en dominar.

Su intención era marcharse al día siguiente, siendo su primer destino una aldea situada en una zona cuyo nivel era aproximadamente 67, y donde había una plataforma de peletería. Después de ello, pretendía ir visitando otras cercanas, por sus respectivas plataformas de artesanía. Quería crear equipo nivel 70, y recuperar algunas armas de nivel 65, además de pociones. Si conseguía materiales, también empezaría con el 75.

Eran los lugares a los que podía ir sin desviarse demasiado de su destino, la zona que le había aconsejado el Oráculo. Después de ello, pretendía dirigirse a Misitu Mji. Tras preguntar por un yunque de reparación e incluso hacer un dibujo, había descubierto que había algo parecido en la capital del reino elfo. Y también había un mensaje que llevaba esperándolo desde hacía más de cincuenta años, y por el que sentía gran curiosidad.

Algunos se habían sorprendido de que recogiera todas las armas destrozadas que había prestado, algo incrédulos ante la posibilidad de que pudieran repararse, y sorprendidos al descubrir de que también poseía varios dones de artesanía. Sin duda, tenía muchos recursos.



–No sentís como si alguien nos estuviera vigilando– preguntó Eldi.

Había salido por la mañana con un grupo de elfos. Estos seguían el mismo camino que él, pues debían visitar los mismos pueblos para reabastecer de armas y equipos a sus aliados, ya que muchos habían sido destrozados en la última batalla. Y, poco después de salir, había vuelto a la sensación de ser observado, la misma que había desaparecido cerca de la zona corrompida.

–Sí, son espíritus del bosque. Están más activos de lo normal, pero no hay nada de que preocuparse. Son inofensivos. Algo traviesos, pero inofensivos– le explicó Deranlín, una arquera elfa.

–¿Espíritus del bosque?

–Son unas criaturas que pocos pueden ver, y sólo con estos pueden interactuar. Vigilan el bosque, o, más bien, juegan en él– rio la elfa.

En ese momento hubo un sutil cambio en aquellas extrañas presencias. Algunas parecían divertidas. Otras ligeramente indignadas. Como si hubieran escuchado lo que había dicho la elfa. Ni ella ni los otros se inmutaron ante aquel cambio, aparte de una ligera sonrisa. Parecían acostumbrados a la presencia de aquellos seres intangibles.

Eldi se quedó un rato pensativo. No se hablaba de ellos en el juego. La única mención de algo parecido venía de Goldmi, que decía haber visto alguna vez algo similar a hadas. Además, ésta tenía un título o habilidad pasiva relacionada, que nadie sabía muy bien para qué servía. Se preguntó si tendría alguna relación con aquellos espíritus, pero pronto se olvidó de ello. Aunque fuera así, de nada le servía.



–Bienvenidos– los saludó un elfo de pelo canoso y numerosas arrugas, al llegar a la aldea.

–¡Abuelo...!– le abrazó Galdomor, uno de los elfos.

Luego presentó a Eldi, pues los demás ya eran viejos conocidos. No era ni mucho menos la primera vez que pasaban por allí.

–Debo agradecerte tu ayuda, en mi nombre y en el de todos los míos– saludó de nuevo el anciano a un algo abochornado alto humano.

Sus acompañantes no sólo lo habían presentado, sino que habían dado todo lujo de detalles sobre la batalla y la aportación de éste. Y sobre la intención de usar la plataforma mágica, y su voluntad de compartir conocimiento.

Cabe decir que le proporcionaron materiales nivel 75, no sólo para sus propias necesidades, sino para compartir con él cuantas recetas pudieran. Así, el pueblo elfo ganó conocimientos que les podían ser útiles ahora o en el futuro, mientras que Eldi ganó también nuevas recetas, alguna de las cuales le eran especialmente útiles allí. Quizás el equipo que podía crear con ellas era algo menos resistente, pero también más ligero. Y, sobre todo, sólo necesitaba los ingredientes que las zonas cercanas podían proporcionar.

La idea de Eldi era seguir su camino por la tarde, pero eso no pudo ser. Le fue imposible negarse a una pequeña fiesta para celebrar el regreso sano y salvo de los suyos. Es posible que tuviera prisa por subir de nivel y volver con su familia, pero también le venía bien relajarse un poco.

Y hubo un par de jóvenes elfas que se mostraron interesadas en el héroe del momento y en sus hazañas. Pero no fue más allá de un flirteo inocente, en parte porque el visitante sólo se mostró amable, y no dio en ningún momento señales de querer ir más allá. Y en parte porque, para establecer relaciones más íntimas, los elfos suelen requerir bastante más tiempo. De hecho, era más la admiración de una adolescente por un famoso cantante que una atracción más profunda.

Además, al observar a su invitado, algunos de los elfos más experimentados sospecharon que ya había alguien en el corazón de aquel humano. Su experiencia les permitía reconocer sus miradas perdidas o sus suspiros.

Regreso a Jorgaldur Tomo I: el mago de batallaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora