Vigilancia

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Último capítulo del 2018.

!Feliz 2019!


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–¿Y bien, cuál es la situación?

–Las tropas han sido desplegadas en los puntos previstos, pero por ahora no hay ningún indicio del supuesto visitante, su Majestad– informó Ricardo.

–Entiendo que tampoco hay información de otros reinos– inquirió la reina.

–Nuestros espías no han obtenido ninguna información relevante, aunque es cierto que prácticamente ninguno de los reinos ha puesto medios para buscarlo.

–Entonces seguimos en la misma situación. Seguid buscando, tarde o temprano tendrá que salir de donde quiera que se esconda.

Dicho esto, la reina se levantó y se fue, ante la reverencia de los nobles allí reunidos. Era una situación complicada, pues, si bien muchos de ellos estaban esperando la oportunidad para restregar el fracaso de los otros, o su propio triunfo, nadie sabía si ni siquiera había algo que encontrar. O casi nadie.

–Entonces, ¿qué sabemos?– preguntó Ricardo cuando se quedó a solas con la mujer que siempre vestía de negro.

–Uno de los asesinos vio una figura un momento, pero desapareció en la roca al instante. Al parecer, hay un campo de fuerza muy poderoso allí, imposible de atravesar– respondió Elsa.

–¿Podría ser una de las entradas que usaban los visitantes?

–Es lo que creemos, pero es imposible comprobarlo sin tirarlo abajo. Y eso no sólo supondría mucho esfuerzo, sino que no le gustaría al Consejo Supremo. Además, si lo fuera, sólo lograríamos alertarlo.

–Entiendo. Supongo que habéis puesto vigilancia.

–Claro, aunque es posible que no vuelva por allí. Puede que nos haya visto o que ya no necesite volver. Por eso hemos movido la mayoría de nuestros efectivos de bosque Esmeralda al Rubí– explicó Elsa.

–Si fuera así, su crecimiento sería realmente rápido. No podemos permitirnos perder tiempo.

–Cierto, debemos intentar atraparlo cuanto antes, ahora que sabemos que realmente hay alguien. Y, si no podemos, prepararnos para lo peor.

–¿Qué tienes planeado?– preguntó Ricardo con curiosidad. Hasta ahora no habían hablado de ello.

–Digamos que puede que conozca a la persona adecuada para ayudarnos si las cosas salen mal.

Ricardo miró a Elsa sabiendo que no le iba a contar más. La duquesa no revelaba más de lo necesario y sabía guardar secretos, algo muy necesario en su posición. Al fin y al cabo, era el enlace entre dos mundos contrapuestos, la alta nobleza y los bajos fondos. Y si le había contado de sus planes futuros, era por algo.

–¿Qué es lo que necesitas de mí?

Ella sonrió ante el tono suspicaz de su cómplice. Hacía mucho que trabajaban juntos, lo suficiente para saber que una traición entre ellos sólo les traería complicaciones, pues les costaría encontrar un socio mejor, además que ambos tenían muchos secretos que podían hundir al otro. Era mucho mejor la colaboración a una confrontación suicida.


–Sabemos que han enviado tropas a los bosques Esmeralda, Zafiro y Rubí, y que por ahora no han encontrado nada. También controlan un manantial y están buscando una aldea que se supone que no está muy lejos de allí, aunque no le dedican muchos recursos. Al parecer estaría bien camuflada– informó Tresdedos.

Todos asintieron, nadie traía nueva información. Ni siquiera el representante de Lidia había aportado nada nuevo. Ni rastro del visitante, ni en este reino ni en ningún otro. Y ni siquiera sabían si era algo normal.

Al final, todos se fueron decepcionados, ya fuera por no saber si su esperanza era real, o por no poder proporcionar información a su patrona.


–Y bien pequeñín, ¿alguna novedad?

–¡Te he dicho muchas veces que no me llames así! ¡Tengo más de cuarenta años!– protestó Ted.

–¡Pero si apenas aparentas veinte!– se hizo la sorprendida,

–Siempre estás igual...– se quejó, suspirando.

Lidia rio con ganas, imaginando la cara con los mofletes hinchados de su hijo. No podía evitar molestarlo, era demasiado tentador.

–Conseguimos que el gremio enviara unos aventureros a la mazmorra, para localizar a los desaparecidos de hace varios años. Como estaba planeado, la misión la cogieron los nuestros– explicó Ted.

–¿Qué encontraron?

–Tres tumbas. Alguien había grabado los nombres, aunque se había llevado las placas, supongo que para entregarlas. Hay dos detalles que no cuadran: supuestamente nadie ha entrado a esa mazmorra después de aquellos aventureros, y las tumbas eran muy recientes. Además, los limos estaban distribuidos por toda la mazmorra, como si alguien la hubiera limpiado no hacía mucho.

–Entiendo. Volvemos a tener indicios pero no la seguridad– razonó Lidia.

–¿Crees que es él?

–Sí. Pero tenemos que encontrarlo para estar completamente seguros, y protegerlo. Me moveré a otra zona, no creo que vuelva por aquí.

–Ves con cuidado, ya tienes una edad para andar de aventuras– se burló él.

–Ja, ja, ja. Aún te falta mucho para conseguir molestarme, tendrás que mejorar, pequeñín.

–No dudes que lo seguiré intentando– rio él también –. Pero en serio, ves con cuidado, mamá, hay gente peligrosa buscándolo.

–Lo sé. No te preocupes, iré con cuidado. Aún tengo que conocer a mis nietos. Serán tan lindos con orejas puntiagudas...

–¡Mamá!

Pero la comunicación ya se había cortado. Ted suspiró, a su madre le encantaba burlarse de él, y de su relación con Mideltya, una elfa de la que estaba profundamente enamorado, pero a la que aún no se había atrevido a confesarle sus sentimientos. Se llevaban bien, pero la barrera entres sus razas era un obstáculo problemático, si bien no insalvable. Y además estaba su propia situación en particular, pues no era exactamente humano. O, por lo menos, un humano un tanto especial.

Suspiró de nuevo e intentó tranquilizarse. Estaba completamente rojo.


Lidia estaba convencida de que era él, de que era la persona a la que la asesina había visto, la misma asesina que había tenido la suerte de que su presa se escapara. De no ser así, Lidia se hubiera visto forzada a salir de su escondite y acabar con ella.

La había descubierto y la había estado vigilando, con la esperanza de que tuviera información que ella no. Y fuera por ello o por suerte, había encontrado algo.

Lo que estaba claro es que, si él había completado la mazmorra, su fuerza era demasiado alta para aquel lugar, por lo que iría al bosque Rubí. O, si había visto a la mujer y los soldados, quizás fuera más precavido, en cuyo caso era imposible saber lo que haría.

Como fuera, tenía que actualizar sus planes e informar a sus compañeros. Lo peor era que ahora el reino tenía un indicio de su presencia. Y ellos no tenían la suficiente evidencia para hacerlo público y poner en jaque a la nobleza.

Regreso a Jorgaldur Tomo I: el mago de batallaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora