Alrededores

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Cuando se despertó, el sol estaba alto en el cielo y se reflejaba en el manantial, dándole un color rojizo. Descansado, Eldi pudo apreciar la belleza de aquellas aguas cristalinas, las de las copas de los majestuosos árboles que se alzaban sobre él o la del espeso y misterioso bosque, cuya fragancia traía una delicada brisa.

Se dejó ensimismar ante el esplendor de aquella naturaleza salvaje, olvidando por unos momentos su extraña situación o lo que había pasado el día anterior. Y no fue hasta después de un desayuno a base de unas jugosas frutas que se suponía que daban regeneración de maná al nivel 100 y unas galletas que proporcionaban un plus de fuerza, que empezó a pensar en qué tenía que hacer a partir de ahora, hacia dónde debía ir o qué debía intentar investigar sobre su situación y sus habilidades.

Lo primero que hizo fue crear una marca de portal en el suelo que consumió 50 de maná y cuya creación le llevó cinco minutos, maná que recuperaría con el agua del manantial. No sabía si alguien más pasaría por allí y pudiera dañarla, pero era el lugar más seguro que tenía para crearla.

Después hizo algunas pruebas con el agua que fueron un fracaso, pues si la guardaba perdía su efecto. Así que, por desgracia, no podía llevar consigo una poción de lo más conveniente.

Más curiosos fueron los experimentos con el inventario. Podía ensuciar y manchar cuanto quisiera cualquier objeto, que cuando lo dejaba en el inventario desaparecía todo lo ajeno al objeto, a no ser que quisiera mantenerlo deliberadamente. Era especialmente sorprendente ver la suciedad caer desde el lugar donde había estado el objeto.

También se dio cuenta que podía ver el estado de los objetos, con su túnica a un 75%, la lanza a un 5%, el hacha a un 90% o el martillo a un 80%. Necesitaría pronto encontrar nuevas armas o un medio de repararlas. En cuanto a los parámetros de las armas, no estaba seguro si eran altos para las de ese nivel, apenas recordaba las que usara en aquel entonces.

Acerca de su plan de acción, quería llegar a la primera aldea, un lugar en el que no había población nativa pero en el que se reunían artesanos, mercaderes y, sobretodo, jugadores. Allí podían aprenderse todas las profesiones secundarias, como peletero, sastre, herrero, carpintero... Eldi las había aprendido casi todas en su día, pues era uno de los aspectos del juego que más le gustaban, algo compartido por un número no muy elevado de jugadores. Las había aprendido y entrenado hasta lo más alto, por mucho esfuerzo que necesitara.

Goldmi y Gjaki se habían reído alguna vez de él, pero no por eso habían dejado de ayudarlo a conseguir los ingredientes más difíciles. De hecho, sus compañeras habían sólo llevado al máximo dos de las que él no tenía, y ahora se arrepentía, en especial de la de cocina. Tener una cocina portátil como Goldmi y saber sacar el máximo de todos los ingredientes extraños, como la carne de lobo abisal, sería ahora muy conveniente. Pero en el juego no resultaba especialmente atractiva, pues los bonos que daba no eran mejores que la comida que se podía comprar a precio razonable y grandes cantidades.

También se había planteado ir hacia una pequeña ciudad que había algo más lejos, quizás a tres o cuatro días de viaje, pero por ahora no sólo no tenía confianza en cruzar el bosque durante tanto tiempo, sino que no estaba seguro si debía entrar en contacto con los habitantes de aquel mundo, pues su nivel era aún bajo y no podía estar seguro si eran amistosos, no siempre lo eran en el juego.

La aldea era un objetivo más modesto y cercano, y de población mucho menor. No obstante, intentaría estudiarla desde lejos antes de acercarse. Un aventurero, cazador, bandido o soldado de bajo rango era ahora mismo mucho más poderoso que él.

Así pues, decidió explorar primero los alrededores, para familiarizarse con el bosque sin separarse demasiado del manantial, y luego ir, poco a poco, acercándose a su lugar de destino. Esperaba poder conseguir allí algún tipo de protecciones o armadura, algo que después de su batalla con los lobos entendía que necesitaba, así como algo más de ropa y armas.

Necesitaba al menos una lanza, aunque le iría bien tener algunas de reserva. También flechas, pues muchas estaba un poco estropeadas y, aunque su daño era menor que la lanza, su distancia era mayor y mucho más baratas y rápidas. Y también quería saber dónde conseguir armas de nivel superior, aunque no era urgente.


Le resultaba difícil mantenerse en alerta ante la calma del bosque, pero sólo tenía que pensar en los lobos para recobrar su estado de alerta. Confiaba que no hubiera seres de mayor nivel en aquella área, al menos no hostiles, pues parecía lógico pensar que los lobos estaban en lo alto de la cadena trófica. Pero ni podía estar seguro ni sabía que otros peligros podría encontrarse.

Al principio mandaba recolectar todo lo que percibía como útil, pero pronto pasó a recoger sólo una parte, pues no quería perturbar demasiado el equilibrio del sistema, si es que en un lugar con magia tiene algún sentido. Aunque no dejaba de sorprenderse de lo sencillo que resultaba enviar a su asistente incluso a recoger grandes ramas.

Acabó siendo un día relativamente pacífico, pero sólo si lo comparamos con el anterior, pues tuvo que enfrentarse a algunas serpientes de niveles 5 y 6, además de volver rápidamente al manantial mientras se curaba, rezando para que éste pudiera eliminar el veneno, como así fue. Al final fue sólo un susto, pero no volvió a apoyarse en un árbol sin inspeccionarlo con cuidado. No encontró otros animales, aunque sí algunas pisadas de gran tamaño que le preocuparon, por mucho que no parecieran recientes.

Su mapa había despejado las zonas recorridas y, por las pruebas que había hecho con el reloj de arena mientras caminaba, estimaba que tendría unas seis horas de camino hasta la aldea. Pretendía intentar llegar al día siguiente, aunque volvería sobre sus pasos ante cualquier atisbo peligro. Quería ser precavido ante un mundo que conocía a través del juego, conocimiento que no sabía hasta dónde era válido.

La compatibilidad con Cuerpo de Acero y Espíritu de Conejo no había subido mucho, supuestamente porque no había recibido golpes ni corrido, y tampoco parecía ser muy eficiente entrenar Reacción Gatuna si no esquivaba algo, pero Muro de Tierra no necesitaba tantas condiciones y ahora estaba en nivel 6. Probablemente conseguiría llevarlo hasta 10 si seguía usándolo cuando recuperaba el maná.

Una vez más durmió junto al agua del manantial, pero esta vez lo hizo fuera de la tienda y sin ser capaz de reconocer ninguna de las constelaciones que se veían claramente entre los claros del follaje, a pesar de las dos Lunas que brillaban en el cielo.

Regreso a Jorgaldur Tomo I: el mago de batallaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora