Buscando pistas

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Estaban eufóricos. No lo habían encontrado ni logrado ponerse en contacto con él, pero Eldi Hnefa había aparecido. Eso había provocado una reacción en cadena, donde muchos de los rebeldes desilusionados habían vuelto, dando de nuevo señales de vida, poniéndose en contacto de nuevo con ellos. Con ello, al ver que sus antiguos camaradas volvían a la acción y la aparición del visitante, otros también habían vuelto, y a su vez otros volvían por estos últimos. Ahora, la sala de reuniones estaba otra vez llena de gente.

La parte mala era que habría más espías entre ellos, pero habían tomado medidas. Los que eran vulnerables, ellos o sus familias, no mostraban su identidad, solo el pseudónimo y la máscara tras la que siempre habían sido conocidos. Los que no, se mostraban a cara descubierta, habiendo hecho de ello uno de sus puntos fuertes.

–¿No hay ninguna duda de que es él?– preguntó un hombre joven, cuyo rostro estaba oculto tras una capucha y una máscara negra.

–Los nobles están convencidos, y tenemos algunos contactos que han podido comprobar las marcas. No hay duda de que ha vuelto y se ha encargado de esa familia de desgraciados– respondió Tresdedos, sin ocultar su desprecio hacia los fallecidos nobles. Él había nacido en aquel condado, y había perdido algunos buenos amigos a manos de ellos.

–¿Hemos podido contactar con él? ¿Dónde está? ¿Y Lidia?

–Ha desaparecido sin dejar rastro y nadie sabe dónde está. Lidia está investigando. Avisará si averigua algo– respondió Tresdedos, defendiendo a Lidia, aunque también quería saber qué estaba haciendo, a pesar de que no era en absoluto extraño que actuara por su cuenta. Y se apuntó mentalmente el nombre de quien había hecho las preguntas. Demasiadas preguntas juntas que les interesaban a los nobles.

Muchos grupos habían vuelto de su letargo y había mucho por hacer, por decidir, por coordinar. Pero lo más importante era qué dirección seguir a partir de ahora, y eso era algo que nadie tenía claro. Sabían que, una vez el visitante había vuelto, tenían una oportunidad, pues más gente se uniría, más fuerza tendrían en luchar contra la opresión. Tener un aliado que podía aparecer en cualquier momento daba esperanzas a unos y temor a otros.

Pero tampoco sabían cuán poderoso era o cuáles eran sus intenciones, si volvería a aparecer, si castigaría a otros nobles, si se enfrentaría directamente a la realeza en la capital como lo había hecho en el pasado. Y, por ello, no se atrevían a actuar aún, a hacer planes definitivos. Por ahora, estaban reuniendo fuerzas, asegurando suministros o casas seguras. No necesitaban tener un objetivo claro para ello, el nombre de Eldi Hnefa era suficiente, pero no lo sería para siempre.

Así que, como los nobles, estaban a la espera de los acontecimientos, de ponerse en contacto con el visitante, de nuevas noticias. Sin embargo, al mismo tiempo, se preparaban para golpear a quienes debían ser sus señores, pero que se habían convertido en sus enemigos.



Lidia recibió las noticias con entusiasmo y preocupación. Era más que reconfortante saber que tenía razón y que él había vuelto. Y, sobre todo, que no había cambiado, pues se había enfrentado a los condes de Tenakk y había librado al reino de ellos. Pero era preocupante que ahora todos supieran con seguridad que había vuelto, y que algunos pudieran sentirse amenazados, ya que ello podría llevarlos a actuar de forma desproporcionada.

De todas formas, ahora, lo que más le preocupaba era lo mismo que a todos los demás: qué nivel tenía y hacia dónde se dirigía. Y por ello estaba allí.

–Maestra– lo saludó el hombre.

–Te tengo dicho que ya no tienes que llamarme así, Galdho– le reprochó con una media sonrisa, viéndose de pronto atacada por una niña que se tiraba a sus brazos.

–¡Amanda!

–Hola Dina, has crecido otra vez– la abrazó ella.

–¡Pronto seré tan alta como Amanda!

Lidia había aprendido varias artesanías mágicas, siendo el visitante que la había salvado su mentor, y había tenido tiempo más que suficiente para subirlas bastante alto. Ello la ayudaba en su ocupación, pues tenía varias identidades de maestra artesana errante, entre ellas la de Amanda.

Sus contactos habían descubierto que él era a quien había salvado el visitante, una cosa más que tenía que agradecerle a su mentor. Aun cuando no se mostrara como quien realmente era, su cariño hacia aquella niña era real, y apreciaba a su padre, a quien había enseñado cuando no era más que un adolescente.

Había creado una ilusión para aparentar que había envejecido unos años, sólo ligeramente más que la última vez que los había visto, y había forzado un encuentro casual con ellos, asegurando que había recibido una oferta de los condes y lamentando no poder disponer de ella.

–Es mejor así– aseguró Galdho –. Los condes esclavizaban a los artesanos.

Ella se mostró sorprendida y preguntó sobre cómo les había ido a ellos, sin insistir cuando percibió que no querían hablar mucho de ello. Aprobaba la fidelidad a su salvador, pero poco podían hacer ante las aptitudes de persuasión de Lidia. Ella simplemente siguió hablando, tratando el tema casualmente con la niña cuando se ofreció voluntaria para hacer de canguro unas horas. O charlando con el padre, con la niña ya dormida y unas copas de más.

Se despidieron al día siguiente, sin que ellos fueran conscientes de cuánto les había logrado sonsacar, de cuantas frases sueltas había relacionado. Y a pesar de que Lidia se sintió ligeramente culpable, estaban del mismo bando y no había hecho nada que los pudiera perjudicar. De hecho, todo lo contrario. Habían lanzado rumores que quienes habían sido salvados habían salido del condado, y que quizás se dirigían a la frontera. Y, aprovechando la ocasión, intentaban descubrir y tener controlados a los agentes enemigos.

Lidia no había conseguido averiguar hacia dónde se dirigían Eldi, pero tenía una idea aproximada de su nivel actual. Sin duda, su crecimiento era impresionante, aunque su caso era un tanto particular, pues no era tanto crecimiento como recuperar su poder. Y, a pesar de ello, le preocupaba que fuera demasiado bajo, aún debía temer a los asesinos que iban tras él.

Pero si bien no sabía dónde encontrarlo, el nivel le daba pistas. Sus compañeros se dirigían ahora mismo a vigilar los lugares adecuados para subir de nivel, al igual que ella, que se había reservado el que le parecía más probable.

Regreso a Jorgaldur Tomo I: el mago de batallaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora