–Así que mataron al sanador y pretendían...– masculló Lidia con el ceño fruncido –. Sospechábamos de ellos, y hay también otras víctimas, pero no estábamos seguros...
Eldi le había explicado lo que había sucedido en Tenakk y en la mazmorra. Y a su vez, Lidia le había contado como ella y su hermano se habían movido en las sombras, oponiéndose a unos nobles y realeza cada vez más ambiciosa.
Al principio, ambos hermanos habían intentado hacer creer que Eldi aún estaba allí, aunque no habían podido ocultar la verdad para siempre. Después de que se supiera que no era él quien realmente estaba ayudando a los habitantes del reino, y a medida que las viejas generaciones, quienes habían hecho directamente la promesa, iban dejando paso a las nuevas, parte de la nobleza había ido ganando confianza y arrogancia, perdiendo el miedo y renegando de lo que habían acordado sus padres o abuelos.
Es cierto que también había quienes honraban el trato hecho en el pasado. Eran gobernantes con empatía hacia su pueblo, o entendían que, a largo plazo, tratar bien a sus vasallos era mejor inversión que explotarlos a corto. Pero nada podían hacer con respecto a las condiciones de quienes residían en unas tierras que no eran las suyas, e incluso indirectamente se veían beneficiados, pues muchos talentos emigraban a lugares más seguros.
Ambos hermanos, junto a otros camaradas y las diferentes facciones de los rebeldes, habían mantenido en jaque a la nobleza más déspota, incluso acabando con algunos de ellos. Pero, poco a poco, habían ido perdiendo fuerza, en gran parte porque, lejos de mejorar, la situación iba empeorando. Y, sin perspectivas de futuro, no queriendo perder a más amigos y familiares, muchos habían abandonado la lucha, socavando aún más la fuerza que se oponía al abuso de quienes ostentaban el poder.
Pero el retorno de Eldi había cambiado el panorama, trayendo de vuelta el arma más poderosa con la que podían contar: la esperanza de un futuro mejor.
Había escuchado muy serio las explicaciones de su hija, cuya cabeza se recostaba sobre su hombro. Había quedado claro que sus actos del pasado y su presencia en el presente tenían un impacto aún más profundo del que había creído. Le resultaba abrumadora la responsabilidad, y también ineludible. Más que nunca, no podía abandonarlos, pero poco podía hacer en estos momentos.
–Haré todo lo que pueda, pero por ahora necesito recuperar mi poder.
–Lo sé. Lo mejor sería que salieras del reino una temporada, es demasiado peligroso estar aquí– sugirió ella, mirándolo con los ojos humedecidos –. Además, sólo con volver ya has hecho mucho. Que sepan que estás de vuelta lo cambia todo. Especialmente para mí y Líodon.
Las lágrimas no sólo eran por el reencuentro con su padre, por poder tenerlo de nuevo junto a ella, sino también por tantos recuerdos que había revivido al relatar el pasado. Le dolía tener que decirle que se fuera, pero era lo mejor, y sólo sería por un tiempo.
Eldi asintió e iba a hacer una pregunta, pero se quedó con la boca abierta, habiendo recordado algo de pronto. Lidia lo miró extrañada, pero le sorprendió aún más que sacara dos espadas cortas, cuyas auras, de alguna forma, le resultaban extrañamente fascinantes.
–Su nombre es Las Sombras Gemelas. Tienen una condición muy especial para llevarlas: sus dueños han de ser gemelos, o mellizos. Son poderosas ellas solas, pero sólo si los dos mellizos pelean juntos muestran todo su potencial– explicó el hombre, mientras desenvainaba una de ellas y le mostraba el filo negro.
Ella cogió una de ellas con devoción. Sentía como si siempre la hubiera estado esperando, como si una parte de su alma, que nunca había sabido que le había sido arrancada, hubiera vuelto a ella. No tenía ninguna duda de que esa arma y ella estaban hechas la una para la otra.
–Las conseguí en el Pantano de las Sombras, hace mucho. Quería regalároslas cuando fuerais mayores, pero...
Lidia abrió aún más los ojos de lo que lo había hecho cuando cogió la espada. Sabía que su padre había ido a aquel lugar durante varios días, pero nunca les había querido decir para qué. Ahora lo sabía.
–¡Gracias papá!– lo abrazó ella, agradecida –Le llevaré la otra a Líodon. ¡Ted se morirá de envidia!
–¿Ted?
–Sí, mi hijo...
–¿¡Tengo un nieto!?
–Ah, cierto, eso aún no te lo había contado– rio está ante la sorpresa de su padre.
–Pues empieza a hablar...– exigió él, con los brazos cruzados y el rostro serio, simulando estar irritado.
Ella rio de nuevo, divertida. Sabía que fingía, lo había hecho en el pasado burlándose de ellos, pues era como ellos se comportaban cuando se enfadaban, de niños. Cuando se calmó, sin dejar de sonreír, comenzó a explicarle aspectos más personales de su pasado y del de su hermano. Cabe decir que fue bastante más detallada con el de Líodon que con el suyo, especialmente en las anécdotas más bochornosas para éste.
No fue hasta el día siguiente que se fueron, habiéndose despedido Lidia, o Lati, de sus conocidos en la ciudad, incluidos el grupo de jóvenes aventureros con los que Eldi había entrado en la mazmorra. Tiempo después, estos recibirían armas de gran calidad y aspecto austero, hechas por éste y con una nota de agradecimiento.
Eldi firmaría con el nombre de Fínord, pero a esas alturas ellos ya sospecharían de su verdadera identidad. Y aquellas armas no harían sino confirmarlo, pues se decía que algunos visitantes eran grandes artesanos.
Habrían querido agradecerle en persona su ayuda en la mazmorra y las armas, especialmente por la consideración de no hacerlas llamativas. De esa forma, evitarían suspicacias o que quisieran robárselas.
También se sentirían algo abrumados por haber conocido en persona a una leyenda, y por recibir su atención, pero en ningún momento harían alarde de ello. No eran tan tontos como para no saber que sería peligroso hacerlo.
Además, no habrían olvidado las palabras de Lati avisándolos, palabras que entonces cobrarían sentido y que también pondrían en duda la verdadera identidad de la agradable comerciante. Sin embargo, no habría a quién preguntar.
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Regreso a Jorgaldur Tomo I: el mago de batalla
FantasyCuando muere en su cama debido a su avanzada edad, aún recuerda a una NPC de un MMORPG que jugó en su juventud, sin entender por qué nunca ha podido olvidarla. Pero cuando vuelve a abrir los ojos, se encuentra con la ruinas de lo que era el inicio d...