Melingor

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–Mi nombre es Melingor. Y tú debes de ser Eldi Hnefa– se presentó con un tono amable que parecía algo forzado. Como si quisiera llevarse bien con el recién llegado, pero no supiera bien bien como hacerlo.

–Así es. Supongo que Lidia ha hablado contigo.

El elfo asintió, con una extraña expresión en su rostro, confirmando ciertas sospechas de Eldi.

–Eh... sí. Dijo que vendría su padre a luchar contra los perdidos. Eres más que bienvenido, agradecemos toda la ayuda. Déjame explicarte lo que sabemos de ellos.

Su rostro se tornó mucho más serio cuando empezó la explicación, siendo parte de la información ya conocida, mientras que otra era nueva para él.

Los perdidos, plantas o animales, son antiguos habitantes del bosque que han sido transformados, se dice que han sido corrompidos. Dicha corrupción no se produce sin más, sino cuando el ser vivo es derrotado, cuando su voluntad y su fuerza es sobrepasadas por otros perdidos.

Las heridas producidas por los perdidos son más peligrosas de lo habitual, pues también dañan el alma, debilitando poco a poco a su víctima a medida que se acumulan. Si bien es posible recuperarse de ellas con descanso y cuidados, si no se hace, la propia voluntad corre el peligro de ser sometida y el alma corrompida, convirtiéndose en uno de ellos.

Una de las características que más le sorprendió de los perdidos es que no pueden evolucionar, pero a cambio son más fuertes que el ser original, e incluso las plantas pueden atacar y absorber la energía de otros seres vivos. En cierta forma, a Eldi le recordó a un apocalipsis zombi, a pesar de las claras diferencias.

Como medida de precaución, todos los que se adentran lo hacen en grupo, o al menos tienen un grupo a la vista. Es imprescindible evitar de cualquier forma que se conviertan en uno de ellos, hacerlos más fuertes, aunque eso signifique incinerar el cuerpo que se está transformando. Incluso es habitual llevar una especie de bombas incendiarias que se activan cuando ya no pueden absorber maná de sus anfitriones, lo que significa que se están corrompiendo.

Los perdidos no pueden controlar el maná, pero sí una especie de miasma que cubre la zona corrompida, como una niebla oscura, como una fina capa de contaminación. Con ello, consiguen utilizar algo parecido a los hechizos que conocían cuando estaban vivos, aunque son más potentes e indiscriminados.

Aún más inquietante es la existencia de una especie de generales seminvisibles, que no pueden atacar ni ser atacados. Estos coordinan a los perdidos, haciéndolos más peligrosos, creando trampas y emboscadas para quienes se aventuran en sus territorios.

Sin embargo, todos esos generales habían sido eliminados hasta nivel 67. El cómo o por quién era información que ni siquiera Melingor conocía, o no podía darle. Pero era una buena noticia el que no fueran a estar en esa zona, el que, de momento, no fuera a encontrárselos.



–Y eso es todo. Información sobre los perdidos y sus habilidades, las puedes encontrar en los archivos. Si necesitas algo o tienes cualquier duda, estaré unos días más aquí– se ofreció el elfo.

Eldi lo miró, asintiendo y asimilando en silencio lo que había escuchado. Sólo cuando su interlocutor iba marcharse, habló de nuevo, sonriendo con cierta malicia.

–Hay un asunto más que me gustaría tratar. Dime, ¿cuál es tu relación con Lidia?

Aquello provocó un escalofrío en Melingor, que se quedó paralizado unos instantes. Finalmente, suspiró y se giró, esbozando una sonrisa amarga.

–Así que lo sabes. Creía que no te había dicho nada.

–Y no lo hizo, pero la forma en que hablaba de ti, en la que tú hablas de ellas, tu actitud, el que sepas que soy su padre. Y, sobre todo, el que acabas de confesar– rio el alto humano.

El elfo lo miró incrédulo y luego bajo la cabeza, completamente derrotado como pocas veces lo había sido. Sólo Lidia, sus padres y su hermana menor lo habían conseguido antes.

–Por tu culpa, Lidia se va a reír de mí– suspiró de nuevo Melingor –. Espero que no sea un problema que ella se haya casado con un elfo como yo.

Había cierta timidez y preocupación en sus palabras. No quería tener problemas con su suegro, al que su mujer adoraba.

–He estado fuera mucho tiempo. Si Lidia te ha elegido, sólo puedo aceptar su decisión. Aunque me gustaría saber algo más sobre mi yerno.

Aquello alivió al elfo, quien también asumió que no tenía escapatoria. Así que le habló de sí mismo, de su familia, de su situación, de las razones por las que él y Lidia estaban separados, y sólo podían verse muy de vez en cuando.

El problema principal estaba en que Lidia era necesaria en Engenak y él en Narzerlak, el reino elfo. Dado que ninguno de los reinos tienen fronteras comunes, no resulta fácil verse, y magia como los portales es muy escasa. Apenas unos pocos seres son capaces de dominarla, seres que normalmente tienen cosas más importantes que hacer que facilitar que una pareja se reúna.

Eldi conocía perfectamente el trabajo de Lidia en la resistencia, ella misma se lo había detallado, además de su sentido del deber y lealtad por el legado de su padre. En cierta forma, se sentía culpable, y entendía perfectamente que no pudiera permitirse residir en Narzerlak.

Por otra parte, Melingor era uno de los guerreros más poderosos de entre los elfos, y no podía dejar su puesto así como así. El bosque, su hogar, estaba siendo atacado por los perdidos, una guerra especialmente ardua en las zonas de nivel más alto, donde se encuentran generales y los monstruos más peligrosos.

Es cierto que los elfos no son los únicos guardianes del bosque y no luchan solos, pero cada uno de los guerreros más poderosos, como él, son irreemplazables. No podía permitirse irse de viaje por Engenak y dejar atrás a los suyos.

Por ello, ambos apenas podían verse más que de vez en cuando, ya hacia dos años de la última vez. La magia les permitía hablar desde la distancia, pero no era suficiente para paliar el deseo de estar juntos. Por lo menos, era más fácil verse con Ted, su hijo, que hacía de comerciante y a menudo viajaba al reino elfo. 

Regreso a Jorgaldur Tomo I: el mago de batallaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora