Cuando llegaron a la aldea, algunos adultos recibieron a los niños con abrazos, pero otros estaban preocupados ante lo que aquello pudiera significar. Aunque respiraron un poco más tranquilos cuando aquel extraño hombre les explicó la situación. Si eran osos los que habían atacado el carruaje, no les podían culpar. Y, con suerte, no volverían a buscar a los niños al creerlos muertos. Sólo esperaban que algunos soldados hubieran escapado con la información del ataque, para así evitar otras investigaciones.
La mayoría miraba con recelo a aquel aventurero que había traído de vuelta a los niños, aunque los tranquilizó que no reclamara una recompensa por ello. No obstante, el hecho que hubiera vencido a unos animales de un nivel excepcionalmente alto para aquellos parajes, lo hacía más poderoso que cualquiera de ellos, lo cual podía ser peligroso.
Pero lo que los dejó sin habla fue que acompañara a los niños a la plataforma de peletería mágica y que demostrara ser capaz de usarla. Aquello era poco habitual en un aventurero, pero aún más excepcional fue que consiguiera enseñar a los dos niños a usarla, a darles el rango de aprendiz, lo cual demostraba que era un maestro, alguien que había llegado a un nivel muy alto en ese oficio. ¿Qué estaba haciendo allí alguien así?
–Por ahora sólo pueden convertir pieles de animales hasta nivel 10. Necesitaran unas mil para subir de nivel– explicó el maestro peletero.
Aquello sin duda eran buenas noticias para ellos. Muchas de las pieles que tenían eran de nivel bajo, y ello les permitiría tratarla y venderla a mejor precio, o poder usarla ellos mismos.
–Estos niños tienen ahora mismo poca capacidad de maná, así que podrán hacer muy pocas cada día, no más de un par cada hora, y aún menos de las de nivel superior cuando consigan llegar. Para mejorar su capacidad, deberíais llevarlos a cazar, para que suba su fuerza– siguió el maestro.
Los aldeanos asintieron. No sólo las palabras parecían tener sentido, sino que las decía alguien que había demostrado tener conocimiento sobre ello. Ni más ni menos que un maestro.
El mayor problema era cómo ocultar que ahora tenían quienes podían usar la plataforma, cómo ocultárselo al conde. Le explicaron a Eldi que había estado acaparando a todos los artesanos para controlar la industria, por lo que tenía que ir con cuidado de no ser reclutado.
Pero eso no era lo único que el conde había hecho. A diferencia de su padre, que aún respetaba los acuerdos con el visitante, había subido año tras año los impuestos hasta hacerlos insoportables, amenazando con la ruina a muchos negocios que habían empezado a florecer, y ahuyentando a comerciantes que podían hacer sus negocios en otros lugares.
Aunque no era el único noble que había actuado así, incluso la monarquía iba por ese camino. De hecho, habían amenazado con restablecer la esclavitud para quienes no podían pagar, amenaza que parecían estar dispuestos a cumplir.
No obstante, se había corrido la voz que el último visitante había llegado, y muchos esperaban que fuera aquel que les había ayudado en el pasado. Pero también temían que los nobles fueran tras él, asustados por lo que podría hacer éste al ver incumplido el acuerdo. Por lo menos, parecía que habían congelado algunos de sus planes, que estaban a la expectativa.
Y Eldi escuchaba sin mostrar la ira que le inundaba ante la actitud de los nobles y el sufrimiento del pueblo, sin dejar entrever que él era a quién estaban buscando, quién había llegado. Había querido permanecer en el anonimato al menos hasta que recuperara todo su poder, pero cada vez parecía más evidente que le estaban buscando, supieran o no que estaba allí. Y no podía quedarse de brazos cruzados.
Se despidió de ellos tras comprarles toda la comida que pudo sin levantar sospechas, cambiándola por carne cruda en la mayoría de ocasiones, y también consiguió algo de ropa vieja. Además, había obtenido bastante información del reino, por lo menos la que pueden conocer en una aldea remota de uno de los condados. Y muy poca de otros reinos u otros visitantes.
Fueron los niños los que más lamentaron su marcha, pero él tenía que seguir con su viaje. No les podía decir la verdad, quién era o a dónde se dirigía, pero prometió que, si podía, les haría una visita en el futuro. De hecho, había dejado una Marca de Portal en las cuevas, por lo que podría teletransportarse cerca de la aldea en cuanto tuviera el nivel necesario, algo para lo que no sabía cuánto tardaría. Quizás necesitaría años.
Lo que no sabía es que su comportamiento y su aparición había resultado extraño para los aldeanos, lo suficiente para que sospecharan, y más cuando los niños fueron, poco a poco, confesando lo que habían visto. Y cuando más adelante se enteraron de lo que pasaría después, estuvieron seguros de cuál era la verdadera identidad de aquel hombre, aunque decidieron mantenerla en secreto.
Eldi siguió el camino desde el bosque, no queriendo arriesgarse a encuentros en los que tuviera que dar explicaciones, y menos con soldados. De hecho, pudo ver como algunos de ellos estaban comprobando los restos del carruaje, entre ellos uno de nivel 50. Frunció el ceño, pues si había muchos como aquel podía ser peligroso, pero estaba decidido a hacer algo. Además, tenía algunos ases en la manga, ases que esperaba que fueran algo más que conocimiento del juego y que pudiera hacer uso de ellos.
El camino se unió con otros y se ensanchó, y aparte de soldados pudo ver una caravana de comerciantes, con una escolta bastante importante, algunos de ellos llegando incluso a nivel 70. Eso confirmaba lo que le habían explicado en la aldea: la pobreza estaba creciendo en el condado y, con ello, la delincuencia. Muchos comerciantes habían movido sus negocio a otros lugares, mientras que otros se movían muy protegidos.
La causa principal eran unos impuestos excesivos que habían hecho inviables algunos negocios y estaba exprimiendo a muchos plebeyos. Era algo que reportaba beneficios al conde a corto plazo, pero que estaba comprometiendo su futuro y haciendo sufrir a la gente. Parecía no entender que un sistema razonable y estable de impuestos había impulsado la economía, y que lo contrario la estaba socavando. O quizás ni siquiera le importaba.
Lo que Eldi sí sabía es que él tenía la opción de pararlo. Y aunque fuera arriesgado, pretendía intentarlo. Sería más prudente esperar a tener un nivel más alto, pero había gente que no podía esperar.
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Regreso a Jorgaldur Tomo I: el mago de batalla
FantasyCuando muere en su cama debido a su avanzada edad, aún recuerda a una NPC de un MMORPG que jugó en su juventud, sin entender por qué nunca ha podido olvidarla. Pero cuando vuelve a abrir los ojos, se encuentra con la ruinas de lo que era el inicio d...