Último jefe (I)

1.1K 177 1
                                    

No había encontrado tantas arañas como gólems o perros del infierno, pero sí más que limos o gusanos, y suficientes para subir de nivel a 27. Con ello había desbloqueado la bendición Puños de Acero, que da un 20% más de fuerza y que tenía al 10, por ser una de las preferidas de Gjaki, quien siempre le exigía que se la pusiera. Por supuesto, la había llevado desde el momento en el que había sido desbloqueada.

Asimismo, ahora tenía disponible la habilidad Rompecadenas, que libera de cualquier inmovilización con un golpe de martillo. O como decía el juego, un golpe brutal con el martillo capaz de romper las cadenas que impiden el movimiento. Había sido una habilidad de uso ocasional, por lo que su nivel de afinidad era sólo 3.

Y había subido Despedazar a 7, básicamente por que la había estado usando contra las arañas precisamente para subirla de nivel.

Pero esos avances no cambiaban el hecho de que se encontraba frente a cientos de telarañas. Y, probablemente, trampas en el suelo.

Decidió ir poco a poco, usando Muros de Fuego para quemar las telas cercanas, y comprobando el suelo a cada paso. También vigilaba que no le atacaran desde el techo, pues la experiencia con los limos no es algo que se olvide fácilmente. Y por ello, las diez arañas que se deslizaron con sus telas sobre su cabeza no consiguieron sorprenderle.

Eran un blanco fácil, así que las debilitó con flechas y con Jabalina, para luego recibir a algunas con Muro de Fuego y a otras con el hacha. Boomerang también fue útil, así como Despedazar. Cuando llegaron al suelo, quedaban ocho arañas heridas, cuya resistencia no duró demasiado.

Avanzó aún más despacio, consiguiendo así que los grupos de arañas fueran menores, hasta que una enorme silueta apareció. Y, al ver que se movía, retrocedió, dejando Muros de Hielo por el camino. Aunque de poco sirvieron los muros ante una araña que los sobrepasaba ampliamente en altura.

En el juego, el último jefe era notablemente más poderoso que el resto, un jefe que debía hacerse en grupo y que él estaba afrontando solo. Pero debía pasar más allá de aquel monstruo, pues las palabras del Oráculo no pueden tomarse a la ligera.

Cada pata medía 4 metros de alto, y sobre éstas se encontraba el robusto cuerpo del jefe final de la mazmorra, que miraba en su dirección con sus ocho enormes ojos negros.

Decidió retroceder hasta las cercanías del túnel, tanto para poder huir por él de necesitarlo como para luchar en una zona que ya había limpiado, por lo que no habría refuerzos sobre su cabeza. Aunque no podía saber si las otras arañas que pudiera haber por la caverna se acercarían o mantendrían su posición.

La jefa se acercó rompiendo las telas que se interponían en su camino sin mayor esfuerzo, hasta llegar frente a Eldi. Entonces, desde su abdomen, disparó lo que resultó ser una telaraña que taponó la salida del túnel.

Él no tardó en reaccionar, colocando un Muro de Fuego sobre el mismo punto, muro que fue quemando la tela más despacio que las otras, no dejando ninguna duda de que era más resistente. Es cierto que no podía traspasar el fuego sin quemarse, pero era mejor tener esa posibilidad que la de no tener escapatoria.

La enorme araña intentó cubrirlo con la misma tela con la que había tapado la salida, pero era un ataque demasiado telegrafiado para tener efecto en alguien que, poco a poco, había ido aprendiendo a estudiar los ataques de sus enemigos para poder preverlos y contrarrestarlos.

Eldi decidió atacar las patas con el hacha, la única parte que tenía al alcance. Aunque antes de ello tuvo que esquivar Escupir Letal, que lanza veneno por la boca, veneno presumiblemente más potente que el de las más pequeñas.

Los muros no eran efectivos, pues la araña simplemente apartaba la pata afectada, pero el golpe del hacha si lo fue. Le hizo un profundo corte con Doble Filo, pero insuficiente para cortar la extremidad. Necesitaría cuatro o cinco para conseguirlo, quizás más.

Pero la jefa no se lo iba a poner fácil. Levantó la pata, cuyo extremo era afilado, e intentó traspasarlo con ella. Eldi intentó esquivarla, pero el monstruo usaba una habilidad con la que cambiaba de trayectoria y le acabó rasgando un brazo, rompiendo la armadura y llegando casi hasta el hueso. Tuvo que curarse rápidamente y le costó soportar el fuerte dolor que le producía. Acostumbrarse al dolor era algo que no había conseguido, aunque había mejorado en su tolerancia.

Se había apartado de la pata que lo atacaba, pero otra ocupó su lugar. Esta vez usó Reacción Gatuna para escapar, a la vez que lanzaba Boomerang contra la pata, consiguiendo dañarla, pero no lo suficiente para justificar el gasto de energía del uso de ambas habilidades. Así, no podría resistir mucho tiempo.

Se refugió bajo la jefa, allí donde a las patas les costaría llegar, y empezó a dispararle flechas con fuego. Era imposible fallar, y el fuego hacia daño al arácnido. Quizás no lo suficiente, pero se podía permitir invertir maná en debilitarla un poco. Al subir una y otra vez de nivel, sus reservas y regeneración habían ido subiendo también, por lo que ahora el derroche de maná por cada flecha no resultaba tan crítico.

Al principio la araña se movía de lado a lado para tener a su víctima al alcance de las peligrosas patas o poderle escupir veneno, además de lanzarle una tela que Eldi había conseguido esquivar hasta ahora. Pero al no conseguirlo, decidió usar su habilidad Aplastar, que básicamente consiste en dejarse caer, alzando las patas y dejándolas paralelas al suelo.

Demasiado tarde el hombre se dio cuenta de lo que sucedía, demasiado tarde para usar Reacción Gatuna, pues el espacio que tenía que recorrer era excesivo para el poco tiempo con el que contaba. Así, el cuerpo de la enorme araña se estrelló contra el suelo y contra él, dañando a ésta ligeramente y cubriendo por completo el lugar donde había estado el alto humano que había tenido la osadía de entrar en sus dominios.

Regreso a Jorgaldur Tomo I: el mago de batallaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora