Los días siguientes los pasó recorriendo túneles, y recibiendo la experiencia de las arañas que aún seguían muriendo por el veneno, algo que se detuvo pasados tres días, permitiéndole alcanzar el nivel 58.
Ahora tenía también la Lanza de Hielo, al 10, y la habilidad Sobrecarga, que aumenta el daño de un arma a costa de su durabilidad, un 10% por afinidad. La tenía en 10, pues en el juego había comprado una especie de autómata que se autoreparaba. Lo había usado para entrenar al lado de un yunque, reparando las armas que se iban estropeando, y junto a muchos otros jugadores que hacían lo mismo durante horas.
Aún conservaba aquel autómata, aunque sólo era útil para probar habilidades sin mucho daño, pues su resistencia y habilidad son limitadas. De hecho, cuando había estado entrenando la habilidad, lo había hecho sin armadura o bendiciones, y con armas de nivel 1, para hacer el mínimo daño.
El número de arañas había disminuido significativamente. Podían verse algunos insectos gigantes e incluso murciélagos, pero ningunos de ellos parecía tener la intención de atacarlo. Se veían reacios a caminar sobre el suelo, pues, o volaban alto o se perdían en el interior de la tierra. Pensó que probablemente temían a las arañas y las telas que pudieran tejer.
Cuando llegó a otra enorme gruta, mucho más grande que la que contenía la reunión de arañas, se encontró con un enorme lago subterráneo. Algunos insectos se acercaban a beber, pero lo hacían rápido, como si temieran que algo pudiera atacarlos, por lo que Eldi se mantuvo a distancia del agua mientras pudo.
Sin embargo, no tuvo más remedio que acercarse a unos pocos metros cuando el lago alcanzó su máxima anchura, pues apenas quedaba tierra firme por donde caminar. Estaba atento a la superficie del agua, con Oído de Murciélago activado, preparado para atacar o huir en cualquier momento.
De repente, no sólo Oído de Murciélago le avisó más fuerte de lo que lo había hecho nunca, sino que su propio instinto le alertó del peligro que surgía frente a él. Antes de que pudiera reaccionar, dos bolas de fuego se estrellaron a poco distancia, una a cada lado, como si le estuvieran avisando de que no intentara huir.
Podía sentir el calor que desprendía el impacto, podía ver la recién generada cavidad en la roca, y, frente a él, se encontraban las dos enormes cabezas que habían lanzado los hechizos. Otras seis surgieron del agua, sostenidas por sus alargados cuellos y mirándolo. Curiosamente, había otro cuello más, pero no tenía cabeza.
Atemorizado, descubrió que era una enorme Hidra de nueve cabezas, cuyo enorme cuerpo asomaba entre las aguas. En el juego, era un jefe difícil de vencer, sólo lo habían conseguido una vez, con Goldmi y Gjaki. No fue fácil, y eso que todos ellos eran nivel 100.
El nivel de monstruo era 110, y Eldi sabía que le era totalmente imposible vencerlo. Su mejor opción era huir, pero ni siquiera estaba seguro de que fuera posible. Lo más extraño era que no lo hubiera atacado aún, que lo siguiera mirando fijamente.
–¿Eres un visitante?– preguntó una de las cabezas.
Eldi se quedó estupefacto ante la pregunta. No esperaba que aquel ser fuera capaz de hablar, pero se apresuró a responder. Por nada del mundo quería irritarlo.
–Sí.
–¿Nombre?
–Eldi... Hnefa.
Lo siguiente que ocurrió fue aún más extraño, incluso cómico. Una de las cabezas suspiró, resignada, y miró hacia otro lado. Otras dos se miraron con una extraña expresión de abatimiento. Otra puso los ojos en blanco. Otras miraban hacia todos los lados, como asustadas. Sólo la que había hablado lo seguía mirando, con una expresión atormentada. Lo hubiera encontrado gracioso si no fuera porque aquel ser podía matarlo en cualquier momento.
–Puedes pasar. Si no, ella...
No dijo nada más y se giró.
–¿Ella?– preguntó Eldi.
Pero el enorme ser lo ignoró. Parecía asustado, asustado de ella, fuera quien fuera. Simplemente volvió al fondo del lago, alejándose del visitante, quien aún tardó un rato en moverse, en recuperarse del chocante encuentro, en que sus piernas dejaran de temblar. Un enfrentamiento con aquel ser representaba con total seguridad su muerte, debía agradecérselo a ella.
Probablemente era por la presencia de aquella Hidra que el pasaje no se utilizara para atravesar las montañas. Se preguntó si el Oráculo lo sabía, si sabía que ese monstruo vivía allí, si sabía que lo dejaría pasar. Quiso creer que sí, que no sólo había sido suerte, que no lo había mandado a un lugar tan peligroso sin saberlo.
Sin dejar de mirar la superficie del agua, Eldi avanzó lo más rápido que pudo, casi corriendo. No dudó en meterse por el primer túnel que encontró, tanto para explorarlo como para alejarse de allí, no fuera a ser que aquel monstruo cambiara de idea.
Era un túnel amplio, que se ramificaba en otros tantos. También allí había arañas, pero la densidad era mucho menor, por lo que los túneles no estaban completamente abarrotados de ellas. De hecho, había más bien pocas, lo que hacía que proliferaran otros seres. Murciélagos, una especie de topos gigantes no humanoides, o muchos tipos de invertebrados habitaban aquel lugar.
Dominaban algunos de los túneles diferentes especies de hormigas, que Eldi evitó. Su nivel era relativamente bajo, 53 era el máximo que había visto, pero no quería experimentar otra vez el ataque incansable de cientos o miles de ellas. Sólo de pensarlo, se sintió agotado.
Pocos ataques sufrió, sólo los ciempiés parecían empeñados en hacerlo. Eran bastante molestos, pues a diferencia de los que se había encontrado tiempo atrás en el bosque, estos llegaban hasta nivel 55, poseyendo varias habilidades peligrosas.
Por ejemplo, Enroscar les permite hacer lo que dice su nombre, tras lo cual Ruedan hacia su presa, la cual difícilmente podía escapar al ser ocupado todo el túnel. La forma más eficiente que encontró Eldi para contrarrestarlo fue, después de varias pruebas y moratones, colocar tres Muros de Tierra consecutivos, y lanzas detrás del tercero, con Toque de Fuego y Aguantar. Los Muros conseguían bajar la velocidad para que no destrozaran las lanzas, pero no lo suficiente para que no se clavaran ellos.
Otra habilidad peligrosa era la de esperar bajo tierra para atacar, pero Oído de Murciélago la contrarrestaba. Sin embargo, también podía usarla para escapar, por lo que tenía que asegurarse de matarlos completamente.
Tardó algunos enfrentamientos en acostumbrarse a las habilidades de aquellos feroces depredadores, tras lo cual empezó a acumular escamas, patas y carne de ciempiés.
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Regreso a Jorgaldur Tomo I: el mago de batalla
FantasyCuando muere en su cama debido a su avanzada edad, aún recuerda a una NPC de un MMORPG que jugó en su juventud, sin entender por qué nunca ha podido olvidarla. Pero cuando vuelve a abrir los ojos, se encuentra con la ruinas de lo que era el inicio d...