Refuerzos

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Aunque de nivel ligeramente superior, apenas era veinte los refuerzos que habían llegado, y estaban siendo rápidamente rodeados. No tenían especialistas en defensa o curas, por lo que su única defensa era acabar con sus enemigos antes de que estos acabaran con ellos.

Por eso, el cerco era extremadamente peligroso para ellos. Si eran atacados desde todos los frentes, tendrían muy pocas posibilidades de defenderse. Así que, si había que calificar de alguna forma su actitud de seguir adelante a pesar de ello, sería temeraria. O incluso suicida.

Claro está que eso era sin contar un pequeño detalle que pronto sufrieron los perdidos. A punto de cerrar el círculo alrededor de los recién llegados, una segunda oleada de refuerzos llegó, de casi unos treinta y del mismo nivel que los anteriores.

Inmediatamente atacaron, sorprendiendo por detrás a los seres que tenían sus ojos puestos en quienes tenían en frente. Poco compactos y aún desorganizados, el ataque de la nueva oleada de refuerzos no les dio ninguna posibilidad de responder, siendo aniquilados rápidamente los más cercanos, y frustrando totalmente sus planes.

El general maldijo a estos nuevos refuerzos, a la vez que organizaba un único frente más compacto y numeroso para enfrentarse a ellos. No podía rodearlos, pero esperaba poder oprimirlos e impedir que ayudaran a quienes habían venido a rescatar.

No tardaron los nuevos refuerzos en unirse con la primera avanzadilla y redoblar la ofensiva, aunque pronto tuvieron que dividir sus fuerzas para enfrentar el contraataque enemigo. No podían dejar sus flancos desprotegidos.

Aunque serio y algo taciturno, el general sabía que tenía la situación controlada. El grupo atrapado estaba a punto de sucumbir y, cuando lo hiciera, podría volver todas las fuerzas contra los recién llegados. Lo que no esperaba era que hubiera un tercer grupo de refuerzos, de unos cincuenta. Llegaban en una formación algo dispersa, algo que resultaba extraño por lo poco habitual. No tardó en comprender la razón.

–¡Todos los de rango, atacad a los que vienen! ¡A los del final!– gritó éste.

Pero ya era demasiado tarde, el hechizo estaba listo. Todas las fuerzas que habían llegado previamente retrocedieron de golpe, dejando la zona en la que habían estado luchando, pues no querían verse afectados por el impacto de Luz Eterna.

Una mujer demihumana era llevada por otros cuatro sobre una plataforma, permitiéndole así poder concentrarse en el poderoso hechizo. Sus ojos se abrieron, descubriendo un color azul celeste que contrastaba con su cabello blanco, el cual se extendía por su espalda como si fuera la crin de un caballo. Y no era ese el único parecido con el animal, pues sus orejas también eran extremadamente similares.

En sus manos se concentraba una pequeña esfera que brillaba intensamente, y que se expandió al ser lanzada hacia el cielo. Cuando volvió a la tierra, lo hizo convertida en un brillante rayo blanco que arrasó la zona del impacto.

Las criaturas de las sombras suelen ser vulnerables a la magia de luz, y los perdidos, sin poder ser catalogados completamente como tales, tienen baja resistencia a ese poder, por lo que muy pocos fueron capaces de resistir el ataque.

Tres cuartas partes del camino hacia sus aliados fueron liberadas de enemigos, aniquilando muchos cientos de ellos y creando un ancho pasaje, en los extremos del cual había muchos perdidos gravemente heridos.

–¡Dakgror, Dafkra! ¡Id hacia los refuerzos, necesitamos abrir un paso como sea! ¡Glanbor, Eldi, Hulbidor, Gadhalín! ¡Vosotros también! ¡Los magos, enfocad allí el poder que os quede!– reaccionó inmediatamente Caranlín.

Mientras, los refuerzos se movían hacia el espacio abierto, tanto para evitar que volvieran a cerrarlo como para intentar penetrar más en él. La maga que había ejecutado el hechizo se había bajado de la plataforma y caminaba al final del grupo. Había agotado todo su maná y poco podía hacer por ahora, excepto defenderse si era atacada. Energía le quedaba, y, en sus manos, el báculo con el que canalizaba el maná también podía convertirse en una arma muy peligrosa.

Mientras, la líder del grupo asediado seguía dando órdenes frenéticamente.

–¡Dos pasos atrás lo del norte y oeste! ¡Preparad los heridos que no puedan moverse para llevarlos! ¡Sur y este intentad ampliar el perímetro!

Los gigantes fueron los primeros en llegar, pues eran los que estaban más cerca. Aunque cansados, no dudaron en atacar más ferozmente de lo que Eldi los había visto nunca. Ya no había que defender una posición, sino avanzar, y eso se les daba mejor.

Se separaron lo suficiente para no dañarse el uno al otro, y empezaron a balancear sus martillos de un lado al otro, cada vez con más fuerza, golpeando a todo lo que se acercara. Ignoraban su defensa para arrasar con todo, recibiendo no poco daño. Pero lo importante era abrir camino.

Lo primero que hizo el alto humano cuando llegó a su altura fue darles Regenerar. Por suerte, aún conservaban otras bendiciones, pues ya no tenía maná para más. Luego se encargó del flanco izquierdo junto a Glanbor, un guerrero con orejas lobunas y de dos metros de alto, mientras que Hulbidor y Gadhalín se encargaban del derecho. Su misión era evitar que atacaran a los gigantes por la espalda y eliminar a cuantos pudieran.

–¡Asegurad el camino! ¡Mantened el perímetro!

Como si de una coreografía se tratara, el perímetro se iba moviendo a medida que la vanguardia avanzaba. Ocupaban los bordes del camino abierto, siendo su anterior posición tomada por sus compañeros, la de estos por el anterior, y así consecutivamente.

Los que estaban atrás reducían el tamaño de dicho perímetro para paliar la falta de efectivos que se introducían en la brecha abierta, mientras que magos y arqueros avanzaban, intentando mantenerse en el centro de la formación, y cargando a los heridos que no podían valerse por sí mismos. A vista de pájaro, era como un líquido escabulléndose por un agujero. Era fundamental abrirse paso, pero no podían descuidar la retaguardia. Si ésta se rompía, estarían condenados.

Mientras, el general intentaba volver a inundar la zona de miasma, gritando al mismo tiempo una y otra vez para forzar la ofensiva sobre los que intentaban escapar. Luz Eterna había limpiado la zona no sólo de enemigos, sino también de la extraña neblina oscura, por lo que no podían atacar sin más.

Regreso a Jorgaldur Tomo I: el mago de batallaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora