Eldi corría desesperado, intentando el imposible de llegar antes que el tigre. Intentaba retrasarlo, pero éste esquivaba Muros y flechas con facilidad, y acortaba rápidamente la distancia con sus presas.
No parecía que hubiera nada que pudiera salvar a los hombre-topo, a no ser que fueran capaces de esquivar al gran felino en su estado de confusión, pero cuando saltó sobre el agujero que estos habían estado defendiendo, una enorme boca atacó al depredador.
Era una gigantesca serpiente del color de la tierra, que había conseguido encontrar uno de los túneles de los hombres-topo y había dado con un grupo de viajeros con escolta. Estos, en una decisión desesperada, habían optado por excavar su salida al exterior, al mismo tiempo que daban el aviso de sellar el túnel. Lo habían apostado todo a ser capaces de contener a la serpiente en los estrechos túneles que creaban, para luego salir al exterior y localizar otro de los túneles que los llevara a casa, pero el tigre los había sorprendido antes de que pudieran completar su huida.
La mordedura de la serpiente no era venenosa, sólo pretendía aferrarse al felino mientras el resto de sus ocho metros de longitud emergían del agujero. Se enroscó entonces alrededor del depredador y empezó a contraer su cuerpo, para así estrangular a su presa.
El tigre no se quedó quieto. No podía alcanzar a morder a la serpiente o a atacarla con sus garras, pero sí revolcarse por el suelo, dañándola a golpes mientras aún le quedara aire. Sin embargo, el agarre del reptil era férreo, y el daño al reptil reducido por su Resistencia a Golpes.
No hubiera sido una lucha tan desigual si la serpiente no le hubiera tomado por sorpresa, a pesar de ser una Anaconda Subterránea nivel 35. De hecho, el felino hubiera tenido ventaja en campo abierto incluso con dos niveles menos, pero una vez hubo caído en su agarre, estaba sentenciado.
Sin embargo, la serpiente cometió un error fatal. Con toda su atención puesta en la suculenta presa, se había olvidado de los otros seres de nivel inferior que estaban en los alrededores. No los consideraba una amenaza, y uno de ellos le demostró su error.
A Eldi no le importaba que se mataran mutuamente, pero el que sobreviviera probablemente los atacaría, así que aprovechó la ocasión para atacar él primero. Usó Impacto Perforante sobre la serpiente, seguido de varios golpes de martillo sobre la lanza y mientras esquivaba los movimientos de los contendientes. La lanza acabó penetrando el cuerpo de ambos depredadores, perpetuando su abrazo mortal. Y lo volvió a repetir una vez más, mientras ellos continuaban su lucha fratricida.
Dado que el tigre seguía luchando desesperadamente por su vida y rodando por el suelo, también puso algunos Muros de fuego para dañarlos a ambos. Y cuando finalmente el felino sucumbió, la serpiente no podía separarse de él, por lo que le era difícil luchar contra quien estaba dañando su cuerpo con fuego y hacha. Atrapada en el cuerpo de su víctima, sin poder moverse y sin poder usar toda su envergadura, Eldi acabó con ella con relativa facilidad.
Con los cuerpos de ambos depredadores siendo recogidos por sus asistentes, y ante la mirada sorprendida de los hombres-topo, llegó junto al que estaba herido, el cual se había prácticamente recuperado. Dado que Regenerar recobra toda su vida en diez minutos, para alguien de nivel inferior es aún más eficiente, por lo que pronto estaría completamente curado.
Le estaban agradecido por haberlos salvado, pero también lo temían. Era un habitante de la superficie, un ser con el que no se solían encontrar y que estaba presente en muchos de los cuentos y leyendas tenebrosas de su pueblo. Eran numerosos los relatos de encuentros hostiles, mientras que escaseaban los amistosos. No sabían muy bien que hacer ante el ser que se acercaba, un ser más poderoso que ellos, y que los había salvado y curado.
–Mamá, ¿por qué es tan feo?– preguntó el niño de pronto.
Asustada, su madre trató de hacerlo callar, de esconderlo tras de sí. Todos temieron la reacción de un extraño que, en sus relatos, pertenecía a un grupo de seres inmisericordes y de ira fácil. De hecho, que el hombre se acercara e hiciera una extraña mueca no la tranquilizó, y dudó cuando éste se agachó a la altura de su pequeño, a cierta distancia, y le habló.
–Seguramente yo soy tan feo para vosotros como vosotros lo sois para mí. Pero eso no significa que no podamos ser amigos.
Eldi lucía su mejor sonrisa, la misma que la madre veía sólo como una mueca extraña. Los adultos dudaron ante las palabras del extraño, pero no así el niño.
–Vale. Soy Cato– se presentó el niño, que seguía siendo sujetado por su madre mientras observaba con curiosidad al extraño y feo habitante de la superficie.
–Yo soy Eldi.
Los adultos seguían dudando. Era una larga tradición la que los impulsaba a odiar a los que vivían en la superficie. Pero uno de ellos se adelantó hacia el extranjero, el que había estado herido en el suelo.
–Mi nombre es Lato. Te debo la vida– le ofreció la mano.
–Encantado de conocerte– se la estrechó Eldi.
Eran unas manos un tanto extrañas, con largas uñas que les permitían excavar la tierra y que les dificultaban algunos trabajos manuales. Aunque reticentes, el resto también acabaron presentándose al extranjero, y estrechando aquellas extrañas manos suaves y casi sin uñas. Les costaba tanto entender las expresiones faciales del hombre como a él las suyas, pero les había salvado la vida y habían empezado a confiar un poco en él.
No pudieron más que estar agradecidos a que se ofreciera a escoltarlos hasta que encontraran un túnel, pues el cielo y el bosque les asustaba y desconcertaba, además de que sabían que estaban rodeados de peligros desconocidos para ellos.
También se sintieron bastante culpables cuando el extraño les preguntó sobre si conocían algún paso al otro lado de las montañas, pues no conocían las cuevas pero sí túneles que podían llevarlo allí con facilidad. Sin embargo, permitir a un habitante de la superficie usar sus túneles era algo que, aunque quisieran, su pueblo no lo permitiría.
Fue cuando finalmente llegaron a un túnel, después de que Eldi se deshiciera de un par de enemigos nivel 32 por el camino, que empezaron a despedirse. Pero cuando miró al niño de cerca y examinó sus características, algo le llamó la atención.
–¿Sabéis que Cato podría aprender herrería mágica?– preguntó Eldi, que no esperaba que todos los hombres-topo lo miraran fijamente, con los ojos muy abiertos.
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Regreso a Jorgaldur Tomo I: el mago de batalla
FantasyCuando muere en su cama debido a su avanzada edad, aún recuerda a una NPC de un MMORPG que jugó en su juventud, sin entender por qué nunca ha podido olvidarla. Pero cuando vuelve a abrir los ojos, se encuentra con la ruinas de lo que era el inicio d...