Zona de leveo verde (II)

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El calamar no se lamentó por la pérdida de un trozo de tentáculo, sino que atacó a su osada presa, cuyo poder no sentía superior al suyo. Al fin y al cabo era un nivel más que Eldi, pero había otras variables que el presunto cazador no era capaz de evaluar.

Otros cinco tentáculos se lanzaron hacia la presa que había conseguido escaparse y dañarle de forma incomprensible, pero se encontraron con un muro de tierra, que rodearon sin dilación. No podía ver su comida, pero sabía que estaba allí.

Eldi dio unos pasos atrás, manteniéndose fuera del campo de visión del calamar y con una lanza en la mano. Esperó a que el último de los tentáculos apareciera tras la pared para usar Impacto Perforante y atravesarlo, clavando la lanza en el suelo. Inmediatamente, repitió la operación otras tres veces, pues el quinto tentáculo retrocedió, pero ahora tenía al monstruo atrapado. Era un poco precario, así que sacó el martillo y clavó las lanzas con más fuerza.

El calamar se debatía, pero no le era fácil liberar sus tentáculos. Se hubiera desprendido de ellos si pudiera, pues volverían a crecer pronto, pero no estaba entre sus habilidades. No obstante, no dudo en volver a atacar a su presa cuando está estuvo de nuevo a la vista y mientras seguía debatiéndose con las extremidades atrapadas.

–No ha bajado mucho– se dijo a sí mismo al ver que al monstruo que asomaba entre las aguas le quedaban 115/132 de vida.

Sin pensárselo, dejo el martillo en el suelo y uso Jabalina con su última lanza cubierta de fuego, recordando que los animales acuáticos solían ser vulnerables a dicho elemento.

Anclado por sus tentáculos y sin se capaz de percibir el peligro hasta que la lanza estuvo muy cerca, el enorme ser no pudo esquivar el ataque que se hundió casi un metro, quemándolo por dentro. Y mientras se debatía por la herida recibida, calló sobre él una lluvia de flechas, ocho en total, que lo atravesaron y lo quemaron. Su cuerpo ofrecía poca resistencia y el fuego mucho daño, así que no tardó en hundirse de nuevo en el agua, sin vida.

Eldi se quedó mirando el cadáver sin atreverse a tocarlo, y preguntándose si podría arrastrarlo a tierra y recuperar la lanza y las flechas. Y, entonces, un nuevo asistente surcó el agua y empezó a recogerlas, incluso sumergiéndose.

–Si lo hubiera sabido antes...– se quejó, pues recordaba el trabajo de recoger cada una de ellas tras su enfrentamiento con los lobos.

Seguidamente, lo marcó para la otra hada cibernética, que empezó a descuartizar el calamar, empezando por la parte hundida en el agua.

Esencia paralizante menor, mucosa de calamar, ojos de calamar de las marismas, etc. Fue numerosa la variedad que fue extrayendo del calamar, siendo aros de calamar, catalogada como comida, la que más le sorprendió.

–Si sólo tuviera la profesión de cocina...– se lamentó de nuevo.

Pero no tuvo mucho tiempo para lamentaciones. Mientras revisaba los daños en las armas y recuperaba también las lanzas, ya que el asistente era incapaz de desenterrarlas, un lobo verdoso se acercó amenazante, atraído por el sonido de lucha y el olor del calamar cuarteado. Y como es habitual entre los de su especie, no venía solo. Había un total de diez.

Eldi los miró preocupado, pues reciente era su batalla con los lobos abisales, y no tenía la ventaja del manantial. Sin embargo, él ahora era nivel 5 y aquellos lobos entre 5 y 7. Además, ahora estaba bien equipado y sus reservas de maná y energía no había disminuido demasiado, así que decidió enfrentarse a ellos, aunque intentando siempre ir acercándose a la cueva donde estaría a salvo.

Aparte del nivel, había otra diferencia con los lobos abisales: mientras los abisales tenían una pasiva que daba resistencia a su piel, estos tenían ojos penetrantes, que permiten ver a través del camuflaje pero que no era útil en aquel momento.

No perdió tiempo y se lanzó hacia los lobos que estaban en dirección a la cueva, creando hasta cuatro muros para retrasar a los demás. Cuando llegó a cuatro metros de ellos, usó Aplastar Tierra, aturdiendo a los dos lobos frente a él durante unos pocos segundos. Inmediatamente, se abalanzó sobre ellos y atacó sus piernas con Golpe Devastador, restringiendo sus movimientos. Era algo que no se podía hacer en el juego, donde sólo contaba la vida total. Y era parte de su plan, un plan que había ideado en la aldea, aunque no esperaba tener que utilizarlo contra tantos a la vez.

El resto de lobos no tardaron en saltar y rodear el muro y llegar hasta ellos, así que Eldi se elevó con otro muro, aplicando hielo y alzando más muros alrededor de los recién llegados. Y mientras los muros crecían y los lobos miraban confusos, sacó tres recipientes con resina y se los lanzó.

Desorientados por la repentina encerrona entre muros de tierra y el líquido pegajoso que se adhería a sus pieles, no fueron lo suficiente rápidos en reaccionar. Y cuando una flecha impacto en uno de ellos e hizo arder la resina, era ya demasiado tarde. Aquella trampa entre muros de tierra se convirtió en un infierno que quemó vivos a ocho lobos, cuyos aullidos de agonía no dejaron indiferente a su verdugo, quien no prestó atención a los dos que se escaparon.

A pesar de que estos habían atacado primero, y a pesar de que no era la primera vez que mataba seres similares, no pudo dejar de sentirse estremecido.

Volvió a la cueva y a la aldea en cuando su asistente recogió lo poco que pudo rescatar de los cuerpos calcinados. Había subido a nivel 6, pero no se sentía con ánimos para celebrarlo o inspeccionar que había desbloqueado.

Apenas cenó y no creó ningún equipo nuevo, como había pretendido en la mañana, limitándose a reparar el que había dañado.

–Buenas noches– le dijo al Oráculo.

–Buenas noches.

Le costó dormir, y en sus sueños no faltaron pesadillas, aunque, poco a poco, fueron disipándose como si, desde algún lugar, alguien estuviera velando su sueño.

Regreso a Jorgaldur Tomo I: el mago de batallaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora