Ganancias

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Durante el primer día, sólo acabó con unos pocos cientos de aquellas tortugas, pues estaba algo cansado del viaje hasta la mazmorra, y la mañana ya había pasado. A partir del segundo, fueron muchos cientos por día.

No era un gran desafío acabar con aquellos extraños seres de maná, sino más bien un trabajo monótono y repetitivo. Cientos de ellos desaparecieron el segundo día, y el tercero, el cuarto... Al cabo de dos semanas, había acabado con miles de ellos, y aunque la ganancia de experiencia había dejado de ser relevante, le servía para subir sus habilidades y hechizos. Y para seguir llenando piedras de maná.

Además, al ir liberando la zona de la horda de monstruos, encontró abundantes reservas de hierro, cobre y estaño mágicos, además de una menor cantidad de otros minerales mágicos que, combinados con el hierro, servían para crear acero.

Las diferentes proporciones y el proceso de elaboración permite crear variedades de acero con diferentes propiedades, algunos más flexibles, otros más duros, algunos útiles para armaduras, otros para armas de filo, de impacto, para puntas de flecha... Es realmente complicado conocer y dominar las diferentes técnicas, pero el conocimiento del juego y las recetas lo hacían fácil para Eldi, quien sólo necesitaba acceso a las estaciones mágicas adecuadas.

Había subido a nivel 55, desbloqueando cinco hechizos y habilidades. Al llegar a 51, obtuvo el hechizo Armadura de Roca, que permite revestirse de una capa rocosa que otorga una protección extra, a costa de movilidad. De alto coste de maná y duración limitada, un minuto por nivel, es muy útil para momento de peligro en los que no se puede esquivar, o en los que necesitas proteger un aliado. Lo tenía en 4.

En 52, 53 y 54 obtuvo los hechizos de Prisión de Fuego, de Hielo y Eléctrica. Consisten en rodear al enemigo de una malla del elemento correspondiente, impidiéndole salir de allí sin afrontar el daño de cruzarla. Cuesta el triple de maná que los Muros, y los tenía en 6, 5 y 5 respectivamente.

Y en 55, recuperó Gravedad, que a pesar del nombre, es un hechizo similar a Armadura de Roca sin la parte de protección, estorbando al enemigo con peso extra y reduciendo así su movilidad. O incluso inmovilizándolo si no tiene suficiente fuerza. Lo tenía en 10, básicamente porque era uno de los que había estado leveando con las tortugas.

Ni las Prisiones ni la Armadura tenía sentido usarlas con ellas, pues no proporcionaba ninguna ventaja para subirlas de nivel. En realidad, dejarse morder usando la Armadura si lo hacía, pero las mandíbulas de aquellos seres eran demasiado poderosas, y lo obligaba a desaprovechar maná curándose, por no hablar del dolor.

La primera habilidad, en 51, había sido Casi Thor, otro de aquellos nombres que le provocaban una mueca de resignación. Consistía en lanzar el martillo pero sin soltarlo, volando con él y causando un fuerte impacto en el enemigo, empujándolo. Podía alcanzar hasta quince metros de distancia y la tenía en 10, aunque prefería no recordar por qué. Le resultaba embarazoso haberse entusiasmado en el pasado y volado con el martillo durante horas.

Área de Ataque, en 52, es una habilidad que delimita una área de cinco metros alrededor de quien la lanza, aumentando un 20% el ataque de los aliados en el área. Su coste en maná es alto y el área es estática, es decir, no se mueve de donde ha sido lanzada, aunque lo haga el lanzador. La tenía en 7.

Área de Defensa, en 53, es equivalente a la anterior, pero aumenta la defensa y la tenía en 4.

Los originales nombres de Área de No Ataque y Área de No defensa pertenecen a habilidades similares a las anteriores, disminuyendo el ataque y defensa de los enemigos en lugar de aumentar el de los aliados. Las tenía en 10, pues las había estado subiendo con las tortugas. No hay ningún problema en usar las cuatro áreas superpuestas, a excepción del gasto de energía.

Además, había subido a 10 los Muros de Fuego, de Hielo y Eléctrico, Poder del Topo, las cuatro Explosiones, Electrólisis, Tormenta de Arena, Aplastar Tierra, Jabalina, Hacha Danzante, Propulsar, Boomerang, Frenesí, Despedazar, Rugido del León, Apartad, Abismo y Culata. Y subió a 5 la afinidad con las armas secundarias que aún no lo estaban, incluyendo el escudo.

También, entre los días de viaje y las dos semanas, había conseguido levear, sin ayuda de las tortugas, Espejo Mágico al 7, Escudo del Dormilón al 8, Esencia de Maná al 9, Luz ambiente al 7 y Escalar al 4.



Cuando miró hacia atrás por última vez, contemplando la cascada, tuvo que admitir que, a pesar de la monotonía y aburrimiento, había valido la pena. No sólo había subido varios niveles, sino que había podido aprovechar para mejorar muchos de sus hechizos y habilidades. De hecho, había dejado una marca de portal para volver en el futuro, con la intención de mejorar lo que desbloqueara y, quizás, traer a sus hijos si necesitaban un lugar para entrenar las suyas.

Pensó incluso en los cuatro aventureros que había conocido días atrás. Quizás, en el futuro, también los llevaría allí, pero para ello necesitaba poder asegurar ese futuro. Sin duda, había aprovechado el viaje, pero aún le quedaba un largo camino por recorrer.

Dejó el lago y la cascada atrás, dirigiéndose hacia la capital de un reino en el que estaba de paso, pero en el que quizás podría aprovechar para ganar más conocimiento sobre el funcionamiento de la magia, algo que había deseado hacer desde su segunda llegada a Jorgaldur.

Igual que en la capital de Engenak, también en ésta había una importante biblioteca, en la que pretendía investigar, dar rienda suelta a su espíritu científico. Esperaba que, obteniendo un mayor conocimiento de la naturaleza de su poder, conseguiría dominarlo mejor, tener más control, quizás incluso crear o aprender nuevos hechizos.

Cabe decir que vestía una llamativa armadura negra, una armadura nivel 50 que no se podía crear, sino que se conseguía completando una serie de complicadas misiones. Algunas de esas misiones requerían ser nivel 100, e incluso hacerlas en grupo, por lo que la armadura apenas tenía una utilidad práctica.

Sin embargo, para el Eldi de aquel entonces, y para todos los otros jugadores que también la habían conseguido, era una armadura "muy guay". Al Eldi de ahora le resultaba algo embarazosa su actitud del pasado, aunque tenía que reconocer que era elegante. Por supuesto, tanto Gjaki como Goldmi las habían obtenido junto a él, e incluso lo habían obligado a un largo posado de fotos de los tres con sus armaduras. ¿O había sido él quién lo había sugerido?

Regreso a Jorgaldur Tomo I: el mago de batallaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora