Bandidos (II)

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Tras acabar con los cuatro bandidos y guardar los cadáveres para que no pudieran ser descubiertos, Eldi avanzó con cautela. El problema era pasar por donde estaba la enorme rata muerta sin ser descubierto, pues dos esclavos le estaban sacando la piel.

No podía cruzar por ahí sin que le vieran, y tampoco quería atacarlos. Decidió esperar a recuperar su maná, para luego usar de nuevo un Escudo del Dormilón. Pasó entonces por al lado de la rata, mientras unos sorprendidos esclavos veían como el recién llegado mataba al bandido que los estaba vigilando.

Ellos sólo lo miraron, sin decir nada, nerviosos, temerosos de que aquel inesperado visitante pudiera matarlos también. Tenía la cara y pelo cubiertos con algo parecido a un pasamontañas, siendo solo visibles sus ojos verdes, el verde que había elegido Lidia para ocultar el color dorado de los ojos de su padre. Había evidentes manchas recientes de sangre en su ropa, y empuñaba un hacha a dos manos.

Se puso el dedo en los labios en señal de silencio, y ambos esclavos asintieron. Su otra opción era dar la alarma, lo que supusieron que seguramente provocaría su muerte, además de que tampoco iban a arriesgar la vida por sus opresores. Secretamente, esperaban que aquel visitante acabara con todos ellos, y quizás los liberara. Por lo menos, no había intentado matarlos, que hubiera sido la opción más sencilla.

–En el túnel del fondo a la izquierda estarán durmiendo, nueve si están todos. Los otros prisioneros están detrás de ellos. Si alguno está despierto, puede que esté en el del fondo a la derecha. Ahí están las habitaciones de los jefes. Los otros cuatro están haciendo rondas. Vinieron hace dos minutos. Volverán en unos diez. Hay cuatro más de donde tú vienes... Supongo que ya lo sabes... Unos veinte están fuera, pueden volver en cualquier momento– le informó una de ellos en voz baja, mientras su compañero la miraba indeciso.

–No pises las hojas rojas, son trampas– le avisó el esclavo cuando el hombre ya se alejaba, tomando finalmente una decisión

Eldi asintió, agradeciendo la información, y se llevó el cadáver de vuelta a la entrada, guardándolo cuando los esclavos ya no podían verlo. Tras ello, volvió, ante la atenta y expectante mirada del hombre y la mujer. Deseaban seguirlo, pero no se atrevieron, así que pronto lo perdieron de vista. Sin saber muy bien qué hacer, siguieron despellejando la rata

Tras avanzar unos cien metros, el túnel daba a un espacio más amplio en el que era difícil esconderse. Tenía confianza en enfrentarse a los bandidos aunque lo descubrieran, pero no podía estar absolutamente seguro de que no hubiera alguno excepcionalmente fuerte. O de que los cautivos estuvieran a salvo si empezaban a luchar.

Así que, sabiendo que volverían a pasar por allí, creo un nuevo Escudo del Dormilón y se escondió tras él, tomando una poción para recuperar el maná más rápido. Aun así, le resultaba lento, pues aquel lugar tenía una concentración algo baja de maná, por ello era un bosque de nivel bajo. Con dos escudos, había consumido más de una tercera parte de su reserva, así que tenía que ir con cuidado.

Cuando, tras unos minutos de espera, aparecieron otros dos bandidos, repitió la operación, invirtiendo sus reservas de maná en otro Escudo para silenciar la lucha. Usó Abismo para hacerlos caer e inmovilizarlos, y varios Despedazar para rematarlos, siendo los cadáveres que recogió los únicos testigos de aquel enfrentamiento.

Sólo quedaban dos, pero seguramente sospecharían que algo sucedía si sus compañeros no aparecían, por lo que decidió avanzar. Primero, se desvistió y volvió a vestir a través del inventario, quitando las manchas de sangre, tras los cual cambió el color de la armadura al gris más parecido a la roca circundante que tenía disponible, esperando que su nuevo camuflaje lo pudiera ayudar.

Se asomó entonces desde el túnel. Dos figuras salían de otro túnel y caminaban junto a la pared. No miraban en su dirección, por lo que no creía que le hubieran visto. No obstante, tenía activo Agudizar Sentidos.

–Qué mierda, aún nos queda una hora más de guardia. Y el jefe sigue sin volver. Seguro que han capturado a nuevas y se están divirtiendo, mientras nosotros aquí encerrados.

–Ya te digo. Estoy deseando tomar un trago. Pero como vuelva y nos pille bebiendo, nos degüella.

Lo único importante que sacó de la conversación es que, de momento, no sospechaban nada. Fue cuando sus pasos sonaron diferentes, que se asomó de nuevo. Al parecer habían entrado en otro túnel.

–Otra trampa comprobada por yoquésevez. Dios, que aburrimiento...

–Suerte que ya queda poco...

Pero de que le quedaba poco era de su vida. Cuando descubrieron que había algo raro que no sabían identificar, ya era demasiado tarde. Sus gritos no podían oírse desde fuera del Escudo, y su nivel y habilidades no podían compararse con las del intruso. Uno de ellos intentó escapar, pero el pánico había nublado su juicio y se olvidó de la trampa que acababan de revisar, siendo aplastado por un enorme tronco que se balanceaba en las cuerdas que lo sostenían.



Avanzó por el túnel de la derecha intentando no hacer ruido. Había algunas zonas separadas de forma algo primitiva, formando habitaciones. Las revisó una a una, pero sólo encontró una figura encadenada en una de ellas. Se dirigió hacia ella una vez se hubo asegurado que no había nadie más.

Era una mezcla entre humana y gata, encadenada a la pared. Su nivel era 25, y había sido una aventurera antes de que fuera capturada por los bandidos, en el ataque a una caravana que ella defendía. Vio al hombre que se acercaba, pero apenas se movió. Sus ojos parecían muertos, como si ya nada le importara.

Su cuerpo tenía algunas cicatrices y bastantes moretones. Y, aunque atractiva, en aquel momento Eldi no se fijó en el cuerpo semidesnudo, sino que apretó los puños y los dientes con fuerza, intentando no dejarse llevar por la ira. Era evidente lo que aquella gata humanoide había sufrido.

–Hola, he venido a sacaros de aquí– le susurró Eldi.

Ella se giró despacio, como si estuviera agotada, y en sus ojos sin brillo brotaron un par de lágrimas.

–Mátame. Por favor, mátame, no quiero vivir más– sollozó está.

Regreso a Jorgaldur Tomo I: el mago de batallaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora