La aldea olvidada

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Eldi renovó inmediatamente ¿Proyectiles a mí? y se aplicó Regenerar, aunque por sí solo no era suficiente para contrarrestar el veneno. Sin embargo, ralentizaba su efecto y le daba tiempo para lidiar con el reptil.

Usó Jabalina, pero la agilidad de su enemigo era más que suficiente para esquivarlo a esa distancia, y prefirió no intentar Terremoto, pues se temía que también lo evitaría y lo dejaría vulnerable a su contraataque. Sacó otra lanza para usar Molino si volvía a lanzar veneno, pero el lagarto sólo se alejó un poco, manteniendo la distancia y esperando que el veneno cumpliera con su función.

Eldi aprovechó para sacar uno de los antídotos que había fabricado. Si bien no tenía nivel suficiente para anular el veneno, fue capaz de debilitar su poder, y ahora podía ser mantenido a raya con Regenerar.

El reptil pudo percibir que el veneno perdía efecto, así que dio media vuelta y se perdió entre la espesura del bosque. Si bien tenía tres niveles más, la noche ya había quedado atrás, por lo que era peligroso para él mantener una lucha incierta con quien ya había acabado con dos de sus congéneres. Incluso venciendo, otros peligros podrían acecharlo.

Eldi decidió descansar y dejar que sus asistentes recogieran los restos, por lo que alzó una nueva barrera y esperó a recuperar sus fuerzas, y a que el veneno perdiera su efecto. Mientras tanto, sacó una batido de fresa y unos pastelitos que había comprado en la capital de Tenakk para desayunar, intentando ignorar los cuerpos que eran desollados y descuartizados a su espalda.



No había encontrado a ninguna bestia cuando caminaba por el bosque, pero, al parecer, el olor de los reptiles muertos había atraído un buen número de ellas. Eran quince, de aspecto similar a hienas pero de pelaje azul oscuro, y con el lomo cubierto de una línea de pinchos. Siendo nivel 30 y 31, Eldi decidió esperar a que se fueran, pues era peligroso enfrentarse a tantos de ellos.

Pero después de una hora, seguían allí, olfateando, buscando e incluso saltando sobre el terreno y clavando sus poderosas garras, escarbando, intentando descubrir si algún otro depredador había enterrado los cadáveres para devorarlos más adelante. Y, tal y como se temía, su escudo empezó a sufrir las consecuencias, amenazando con romperse.

Ante la inminente desaparición de su protección, Eldi cogió el arco y empezó a disparar a las hienas. Eso hizo desaparecer el escudo antes de lo previsto, pero también le proporcionó algunos blancos fáciles, debilitándolas y lastrándolas, pues apuntaba a sus patas para comprometer su agilidad.

Los animales lo rodearon antes de lanzarse hacia él, atacando desde todas direcciones y cayendo en los agujeros ocultos que rodeaban al hombre. Sólo dos de ellas lograron cruzar, mientras que otras cinco se quedaron atrás.

Había creado y tapado los agujeros, colocando al menos una lanza imbuida en fuego en cada uno de ellos. Los cubrió con Muros de Hielo en cuando cayeron en ellos, impidiendo que escaparan de allí, si es que podían deshacerse de la lanza que las atravesaba, y eran capaces de escalar o saltar. Y también disuadía a las que no habían avanzado de atacar, colocando un obstáculo que podía dañarlas.

Saltó hacia un lado para evitar a una de las hienas, mientras detenía el ataque de otra y contraatacaba usando Doble Filo. Probó entonces con Rugido del León, al cual eran muy vulnerables. Y si bien el terror en los corazones de los animales sólo duro unos pocos segundos, fue suficiente para atacar a una de las hienas por la espalda, usando el martillo, y consiguiendo meterla en el hoyo.

Guardó el martillo y se enfrentó a la otra con el hacha que recogió del suelo, y a la que venció sin grandes problemas con una lluvia de Doble Filo, pues no son muy diestras en el combate individual, mientras que son muy peligrosas en grupo. Sin embargo, las trampas habían evitado ese combate en grupo, y las cinco que quedaban habían decidido que aquella presa era demasiado peligrosa para ellas.

–En este bosque todos huyen– se sorprendió Eldi.

Nunca había sucedido en sus batallas en la mazmorra, pero los animales reales poseen un instinto de supervivencia poco habitual en éstas.

Con todo, su nivel había subido a 30 y había desbloqueado Muro de Roca, una versión mejorada de Muro de Tierra, pero con un consumo mucho más alto de maná. De hecho, con su capacidad actual de maná, no podía hacer más de tres. Sin embargo, uno solo podía taponar una entrada o salida durante cinco minutos a nivel 10, a no ser que el enemigo fuera lo suficiente poderoso para romperlo. Lo tenía en 7, y se alegró de poderlo añadir a su arsenal.

También había desbloqueado la habilidad de martillo Apartad, una versión de Propulsar en área. Lanza a todos los enemigos que te rodean lejos de uno, aunque a menor distancia que la habilidad individual y con mayor consumo de energía. La tenía en 4, pues había tenido pocas oportunidades de usarla.

Cabe decir que, durante el trayecto, ¿Proyectiles a mí? había subido a 6 y Espíritu de Conejo había alcanzado finalmente el 9 de afinidad, resultado de haber ido entrenándolos continuamente. Además, acababa de subir Poder del Topo al 5, Aguantar al 6 y Muro de hielo al 8.



Un felino nivel 31 y una serpiente nivel 32 intentaron cazarlo y se convirtieron en experiencia y materia prima, antes de que llegara al punto del mapa donde se encontraba su destino. Esperaba encontrar allí una aldea similar a la de iniciación, pero sólo había ruinas. A diferencia de la de iniciación, no había tenido un escudo protector o había desaparecido, y sólo quedaban restos de algunos edificios si buscabas bien entre la vegetación.

De las plataformas mágicas o materias primas no había ni rastro, algo que no sabía si se debía a que se las habían llevado o que habían acabado convertidas en polvo. Lo que sí sabía es que aquello le suponía no tener un equipo adecuado para la mazmorra, que ya era de varios niveles más alto que el suyo.

Frunció el ceño. Volver a la aldea de iniciación no era una opción, y los siempre convenientes portales aún estaban muy lejos de poder ser usados.

Se arrepentía de no haber comprado equipo en la capital de Tenakk. Si bien no era de tan buena calidad como el que él podía hacer, le hubiera resultado útil si no tenía nada mejor. Pero ya nada podía hacer excepto seguir adelante.


Regreso a Jorgaldur Tomo I: el mago de batallaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora