Leveando en grupo (I)

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Los otros dos grupos, que habían estado a punto de acudir en su ayuda cuando había sido atacado por cuatro enemigos a la vez, se habían quedado estupefactos ante el desarrollo de la batalla.

Mientras, el alto humano observaba el daño en el grueso árbol. Una vez había expirado el efecto de la lanza y ésta había desaparecido, había quedado el hueco que había sido capaz de quemar. A partir de dicho hueco, estimó que necesitaría seis de ellas para hacer caer el árbol, así que creó otras cuatro, lanzándolas una tras otra con Jabalina, esperando luego a que se recuperara el maná que acababa de gastar.

Sólo una especie de lombriz gigante lo atacó mientras esperaba, intentando sorprenderlo desde el subsuelo, y encontrándose en su lugar unas lanzas que la atravesaban y retenían.

Su cuerpo es débil, y su mayor peligro está en sus ataques por sorpresa, sobre todo si consigue rociar a sus víctimas con el potente ácido que produce. O si consigue hacerlas caer por el agujero que crea bajo sus pies.

Por desgracia para el gusano, Oído de Murciélago había resultado determinante, por lo que había quedado indefenso, totalmente expuesto a su enemigo. No lo cortó, pues sabía que podía revivir de sus fragmentos, así que usó el martillo para aplastar sus dos metros de extensión hasta que se desintegró.

Poco después, el tronco del árbol cayó sobre su propio peso, colapsándose sobre la parte quemada, y desintegrándose a medida que lo hacía. Sin duda, era un método de alto consumo de maná, pero también seguro. Evitaba acercarse a unos árboles que podían llegar a ser muy traicioneros, y tras los cuales podían esconderse otros enemigos.

Estuvo unas horas más, probando diferentes hechizos y estrategias, incluso acercándose a un árbol que había quedado aislado para comprobar su peligro. Varias raíces intentaron sujetar sus pies y, aunque era fácil deshacerse de ellas con el hacha, los instantes inmovilizado pueden ser mortales si te atacan otros seres, además de que rasgan la piel con facilidad si no está debidamente protegida. Incluso las ramas intentaron atacarlo, pero eran lentas. Lo acabó destruyendo a hachazos, lo cual era más rápido y eficiente que con las Lanzas de Fuego, pero mucho más peligroso.

Finalmente, volvió al campamento con el resto de grupos, decidido a cambiar de estrategia. Una vez había comprobado la situación, había formas mucho más eficientes de levear, siempre y cuando consiguiera la ayuda adecuada.



Durante la pausa para comer, las miradas y conversaciones se habían enfocado en el visitante, pues muchos escuchaban a quienes habían estado cerca de él. Eldi aprovechó para hablar con Melingor, quien frunció el ceño ante la propuesta de su suegro, no demasiado a favor de que quisiera ir a zonas de mayor nivel. Al final aceptó, siempre y cuando los interesados estuvieran de acuerdo.

Inesperadamente, fue mucho más fácil de lo que el elfo había esperado, pues había curiosidad por verlo en acción, así que no fue difícil encontrar a quienes aceptaran formar grupo con él. Además de que la propuesta no era especialmente peligrosa o desventajosa, más bien lo contrario. En peor de los casos, algo ineficiente, aunque eso estaba aún por ver.

Así, Eldi fue con un grupo de cuatro arqueros, y un guerrero. Aunque los arqueros también pueden luchar cuerpo a cuerpo, no son tan diestros y los enemigos llegan rápido, por lo que sólo suelen ser dos, como mucho tres, ya que el resto necesita retener a los atacantes. A pesar de ello, aceptaron la formación de cuatro arqueros y dos guerreros, estando siempre preparados para huir de ser necesario.

Incluso estuvieron dispuestos a que uno de los guerreros fuera Eldi, que tenía hasta 4 niveles menos que la zona a la que iban, entre 60 y 62. Pero eso era lo que él precisamente deseaba, enfrentarse a seres de mayor nivel para subir más rápido. Y que los grupos de apoyo a los que daba bendiciones, y desde los que licheaba experiencia, también lo hicieran.

Le costó convencerlos de que se quedaran estáticos, esperando que atrajeran a los enemigos, pero después de comprobar el efecto del Área de Ataque sobre la que esperaban, se mostraron impacientes por probar como de efectivas eran sus flechas con todas las bendiciones.

Eldi intentó acercarse lo suficiente para atacar a uno de los árboles, pero dos reptiles salieron al paso. Su aspecto era similar a cocodrilos, con la piel rojo granate, muy rápidos en tierra firme, y que lanzaban una especie de púas con su cola, púas que contenían un peligroso veneno.

Retrocedió, usando Molino para defenderse de los ataques a distancia y llegando hasta el otro guerrero, quien se cubría con un enorme escudo. Era un elfo de piel algo más oscura que la mayoría de los que había visto allí, y de casi dos metros de altura. Usaba el escudo sólo para defenderse de los ataques a distancia, escudo que descartaría cuando fuera el momento de atacar, a favor de una poderosa espada a dos mano de diseño similar a una claymore.

Dado que sus ataques a rango no eran efectivos, ambos reptiles no tuvieron más remedio que acercarse para atacar al alto humano y al elfo, atravesando para ello los dos Muros de Fuego recién invocados. Lo que no esperaban era que, tras hacerlo, entraran dentro del radio de alcance de los otros cuatro elfos, recibiendo los ataques de sus poderosas flechas, que penetraron a través de su piel más profundamente de lo habitual.

Reforzadas y aceleradas las flechas con magia de viento, Eldi sintió algo de nostalgia, al recordarle a Goldmi. Aunque no era capaz de apreciar si más o menos poderosas, pues le era imposible comparar la realidad con el recuerdo del juego.

Confusos, malheridos y enfurecidos, los reptiles decidieron ignorar a ambos guerreros y embestir contra los arqueros, pero cayeron en las trampas creadas alrededor de estos con la ayuda de Poder del Topo.

–¡Eres mío!– exclamó Omny, como llamaban al guerrero elfo.

Dejó el escudo en el suelo y empuñó su espada, clavándola en el cráneo del reptil con Estoque Brutal, una habilidad algo lenta y fácil de evitar, pero ideal para atravesar la dura piel del perdido mientras éste estaba atrapado.

El alto humano se encargó del otro, aplastándolo con el martillo y varios Golpes Devastadores. Es cierto que tuvo el efecto negativo de destrozar los Carámbanos del fondo de la trampa, pero sólo tenía que invertir un poco más de maná en renovarlos.

–Parece un entrenamiento– rio una de las arqueras elfas, cuya larga trenza rubia caía a su espalda.

–Luego te quejarás de que es aburrido...– se burló uno de los elfos, ante lo que ella le sacó la lengua, mientras que el resto sonreían.

La facilidad con la que habían acabado con aquellos dos perdidos los había animado, por lo que no duraron en seguir con la estrategia "una vez más".

Regreso a Jorgaldur Tomo I: el mago de batallaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora