La capital de Tenakk

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La capital del condado era una pequeña ciudad de unos veinte mil habitantes. Se veía una ciudad bulliciosa, con gente, yendo y viniendo, con múltiples negocios abiertos y clientes comprando. Pero también era evidente la existencia de algunos negocios cerrados, abandonados, que indicaban un principio de decadencia para el que probablemente aún había vuelta atrás.

Eldi iba vestido con las ropas viejas que había conseguido en la aldea, unas ropas que creía que no le iban a hacer destacar demasiado. Sin embargo, su físico era un tanto exótico y muchos se quedaban mirándolo. Por ello, se las acabó quitando y dejándose la armadura que llevaba debajo, pues no era tan extraño que un aventurero fuera exótico, como ya había visto varios por las calles. Llevaba también una espada en el cinto, que era lo más habitual, aunque no fuera una de sus armas principales. Lo que quería era pasar lo más desapercibido posible.

En la armería encontró armas de varios niveles, pero que no superaban la calidad de las que el mismo hacía. Al parecer, las armas de alta calidad se vendían en la capital del reino, pues era más fácil comerciar allí. De hecho, a pesar de ser sólo nivel 15, vendió una daga de las que había creado por bastante más de lo que costaban armas de nivel similar, pues la calidad era superior a la normal. No obstante, no quiso vender más, pues, no sólo no necesitaba el dinero sino que le haría destacar demasiado. Podía encontrar fácilmente una excusa para una sola arma de nivel bajo y confección excepcional, pero tener más sería sospechoso.

Lo que sí compró fueron materias primas, en especial madera y pieles para crear equipo de nivel 30 a 40, aunque no pudo comprar todo lo que hubiera querido. Al fin y al cabo, resultaría sospechoso usar su inventario y guardar más material del que cabía en la mochila.

También compró algunas ropas casuales y almacenó bastante comida, además de algunos libros de alquimia y magia. Pero una vez más necesitaría ir a la capital para encontrar libros más avanzados y recetas, pues las tiendas especializadas tenían allí mejores posibilidades de negocio.

Intentaba siempre entablar conversación y conseguir toda la información que pudiera, o escuchar las conversaciones de otros clientes, confirmando de esa forma parte de lo que ya sabía y consiguiendo nueva información. Y fue la taberna el lugar más productivo, pues un poco de alcohol suelta la lengua más de lo que debería.

Al parecer, ni el conde, ni la condesa ni sus hijos eran apreciados por los ciudadanos, ni siquiera por parte de la guardia. Para ellos, el condado y todo lo que contenía, incluyendo a las personas, era suyo y podían hacer lo que quisieran. Y si bien sus abusos se intentaban esconder, los rumores eran demasiado numerosos como para ignorarlos.

Muchos hacían planes para salir de allí e ir a alguno de los condados o ducados donde las condiciones de vida no eran demasiado duras, o incluso a otro reino. Aunque para la mayoría eso supusiera dejar todo lo que tenían y empezar de cero.

Descubrió también que había algunos nobles en los que los plebeyos parecían confiar, que mantenían un gobierno razonable, pero otros tantos iban en la línea de Tenakk. Intentó recordar todos esos nombres y corroborarlo en el futuro, pues podría resultar útil.



No se quedó a pasar la noche, sino que salió de la ciudad al atardecer, dejando atrás el puesto de guardia y alejándose por el camino para luego volver dando un rodeo. Su objetivo era una entrada secreta supuestamente sellada, y que sólo podía abrirse con la llave adecuada. En el juego, había realizado una misión única allí, una de la cadena de misiones únicas que le habían llevado a remover los cimientos del reino de Engenak. Y en esa misión había recibido la llave.

Apartó matorrales alrededor del lugar donde se suponía que estaba la entrada, desesperándose al no encontrarla, hasta que finalmente la lanza que estaba usando para tantear el terreno produjo un sonido metálico. Apartó la tierra que se había acumulado durante años sobre la entrada en el suelo y, con cuidado, limpió la cerradura. Luego introdujo la llave, rezando para que no se hubiera oxidado el mecanismo y fuera inútil.

Pero el material mágico no se oxida así como así, y la llave no solo abrió la cerradura sino el sello, desbloqueando la puerta que no había sido abierta en unos ochenta años, y que se cerró tras él. Dentro, oscuridad, y unos pasillos que habían sido tomados por telarañas. Para alivio de Eldi, eran arañas normales, y no las que había encontrado en la mazmorra, por lo que sólo supusieron una pequeña molestia.

Se notaba en el ambiente la humedad de aquellas paredes que habían estado tanto tiempo abandonadas, y cuya piedra estaba en gran parte cubierta de hongos, algunos de los cuales incluso tenían propiedades y fueron recogidas para pociones. La madera de las antorchas que debían encenderse para iluminar el camino hacia mucho que se había podrido y transformado en polvo, quedando tan sólo los soportes oxidados, por lo que volvió a usar su lámpara flotante.

Era una sensación extraña para Eldi recorrer aquel lugar olvidado bajo las murallas y las casas de la gente, aquel lugar que quizás ya nadie recordaba, pues su existencia se había perdido con el paso tiempo. Aunque en parte era lógico, pues en teoría sólo había una llave, y la tenía él.

Usó de nuevo la llave en la que se suponía que era la salida, y abrió la puerta despacio, con cuidado, temiendo que las bisagras chirriaran. Pero a diferencia de las antorchas y sus soportes, el material de las puertas que delimitaban aquel túnel olvidado era de alta calidad.

Salió mirando hacia todos lados, pero en aquella cripta, que ya era antigua en el juego, no había nadie, excepto los restos de quien había fallecido mucho tiempo atrás y cuya identidad sólo recordaban algunos libros igual de antiguos.

La puerta de piedra seguía medio derruida, como lo había estado en el juego. Nadie se había molestado en arreglarla en todo este tiempo, pero lejos de preocuparle, lo beneficiaba. Salió por ella aprovechando la oscuridad de la noche, cubierto por una capa negra que proporcionaba un bono de camuflaje, aunque podía ser descubierto si hacía ruido, se acercaban demasiado o tenían trampas.

Como recordaba, estaba en el cementerio del castillo, situado en la parte trasera. No había una forma fácil de llegar al interior desde allí, pues había un largo camino hasta cualquiera de las entradas y la vigilancia no era escasa. A menos, claro, que tengas algún as en la manga.

Regreso a Jorgaldur Tomo I: el mago de batallaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora