Goltrak (I)

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Su intención era dejar cuanto antes el reino de Goltrenak, pero dado que tenía que pasar cerca de la capital, decidió visitarla. Quería saber qué tipos de armas y armaduras se hacían allí, qué tipos de pociones, qué tipo de conocimiento podía encontrar, qué tipo de gente, de edificios, de comida, de costumbres...

Desde fuera, se veía inmensa, rodeada por una gran muralla. Podían apreciarse restos de otras murallas en el interior, que en el pasado habían rodeado la ciudad, antes de que creciera y las sobrepasara. Un par de ellas estaban completas, como segunda y tercera línea de defensa, y separando la ciudad de Goltrak en diferentes zonas.

Había varias colas para entrar. Por un lado estaban las de carretas y caravanas de comerciantes y granjeros, que esperaban su turno para ser revisada su carga. Luego estaban las de personas individuales sin una identificación adecuada. Debían pasar una inspección antes de entrar, además de pagar una tasa adicional para obtener un pase temporal.

Eldi fue hacia la más corta, en la que sólo se verificaban los datos de quienes sí tenían identificación. Usaba Disimulo para ocultar su nivel, y vestía unas ropas sencillas de aventurero de niveles entre 20 y 30, que había obtenido en el pasado. Además, llevaba una espada a dos manos en la espalda, de calidad media.

Su pelo y sus ojos eran plateados, y tenía un aspecto tosco y lobuno, incluyendo una cicatriz que Lidia había creado con gran esmero, y dos orejas en su cabeza que le resultaban extrañas. Era uno de los disfraces que le había creado su hija, y que cuadraba con la identidad de su segunda placa de aventurero, la que había conseguido en el juego para hacer unas misiones que no podía llevar a cabo con su placa original, al ser ésta de demasiado alto nivel.

Esta identidad le convertía en un aventurero de grado medio, ni demasiado débil ni demasiado poderoso, alguien que no llamaría la atención, a diferencia de su placa original. Su hija había confirmado sus sospechas respecto al peligro de usarla, pues hubiera causado una conmoción un aventurero de grado máximo apareciendo de la nada. Además, ahora mismo no tenía el poder que se suponía para esa identificación.

Suspiró aliviado cuando pudo entrar sin problemas. Muchas décadas habían transcurrido desde la última vez que había hecho uso de esa identidad, pero seguí siendo válida. Además, la raza de lobo plateado es muy longeva, y no excesivamente inusual, por lo que no generaba sospechas.

Se pasó por el gremio de aventureros por curiosidad, para ver el ambiente allí. Muchos iban y venían, de variedad de razas y clases, de armas y armaduras. Algunos eran ligeramente más poderosos que él, y, unos pocos, bastante más, aunque la mayoría estaban por debajo de su yo real. De hecho, la mayoría de aventureros estaban en el rango de fuerza de su identidad actual.

Echó también un vistazo a las misiones colgadas, sorprendiéndole la similitud a sus recuerdos del juego. Estaban ordenadas por rango y tipo, ya fueran escoltas, recoger hierbas más o menos extrañas, investigar, acabar con amenazas, conseguir ciertos materiales...

–Buenos días, ¿eres nuevo aquí? No recuerdo haberte visto antes. Mi nombre es Mbwehalin. ¿Necesitas ayuda?– le interrumpió una voz.

Era un mujer de mediana edad, con las orejas y cola de un zorro, y un rostro más alargado que el de un humano, pero no tanto como el de un zorro. Se podría decir que estaba a medio camino de los dos.

–No exactamente nuevo, pero llevaba años sin venir. Por ahora sólo estaba echando un vistazo, planeo estar unos días por la ciudad antes de coger misiones– se excusó Eldi.

–Ah, entonces querrás comprobar si tienes algún mensaje. Ven, es por aquí– le indicó la mujer.

No quería llamar la atención, así que, a su pesar, la siguió. Hubiera preferido irse sin tener ningún contacto con nadie, pero se había visto arrastrado por la servicial empleada. Esperaba no tener ningún problema, que su identidad no fuera comprometida.

–Es aquí, inserta la placa.

No sin dudar, hizo lo que le pedía.

–Silverwolf, un nombre poco común. A ver... ¡Ah! Tienes un mensaje. Déjame ver...

Aquello le sorprendió. No pudo dejar de preguntarse quién le podía haber dejado un mensaje. Si sería un mensaje de alguien en el juego. O de alguien que había conocido con esa identidad de aventurero.

También agradeció que el significado del nombre en inglés no pudiera ser entendido. Sería un poco extraño llamarse "Lobo Plateado" perteneciendo a una raza en la que todos son lobos plateados.

–Mmmm, el mensaje está en Misitu Mji, la capital del reino elfo. Está en color azul, así que es de hace más de... ¡Cincuenta años! ¿¡Qué has estado haciendo todo este tiempo sin pasarte por el gremio!?– se sorprendió ella.

–Bueno, he estado entrenando y asuntos familiares...– mintió.

–¡Ah! Perdona, no quería indagar en asuntos de otros. Sólo que me sorprendió. ¿Quieres que pidamos que lo transfieran? Tardará un mes, más o menos, costará 50 platas– ofreció Mbwehalin.

Se lo pensó un momento. Tenía curiosidad por saber de qué se trataba, aunque seguramente ya no tendría ninguna importancia. Al fin y al cabo, habían pasado más de cincuenta años desde que le enviaron el mensaje. Además, no tenía previsto quedarse tanto tiempo, y el reino elfo era su destino.

–No es necesario. Seguramente iré hacia allí en una semana. O tres como mucho

–Ah, entonces te recomiendo que te pases por aquí cuando sepas el momento de irte. Te buscaremos misiones de escolta que vayan en tu dirección. ¡Así aprovechas el viaje!– le sugirió la empleada.

–Lo tendré en cuenta, es buena idea. Gracias por tu ayuda. ¿Me recomiendas alguna posada?

–¡Sí, claro! Si no conoces la ciudad, te recomiendo también un mapa, son sólo dos platas. Te puedo marcar las posadas allí– ofreció Mbwehalin.

Eldi aceptó. Un mapa le vendría bien. La mujer le marcó las posadas adecuadas para aventureros de su clase, e incluso apuntó el precio aproximado de cada una de ellas. Mencionó otras posadas más caras y baratas. Pero unas estaban fuera del presupuesto de un aventurero medio, mientras que las otras solían ser las que escogían granjeros y mercaderes sin excesivos recursos. Él tenía dinero de sobras, pero no quería destacar.

Le agradeció su atención y se marchó en dirección a la posada elegida. Lo primero era asegurar un lugar donde dormir. 

Regreso a Jorgaldur Tomo I: el mago de batallaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora