Lágrimas de zafiro

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Desesperadamente y apretando los dientes, atacó con el hacha el cuerpo de la araña, intentando liberar su dañada pierna. Uso Doble Filo una y otra vez hasta que consiguió abrir un corte lo suficientemente grande.

Lejos de cejar en su empeño, el enorme cuerpo se volvió a redondear mientras Eldi curaba su pierna lo más rápido que podía y, sin haber aún conseguido unir los huesos, tuvo que usar una vez más Reacción Gatuna para salir de su camino por apenas unos centímetros, y con mucho dolor.

Consiguió volver a caminar cuando la enorme bola volvía hacia él, llegando a un agujero con apenas unos segundos de margen, y saliendo de él justo cuando una pata intentaba ensartarlo mientras se encontraba allí. Había sido algo lento en salir, con su pierna aún no del todo recuperada y con el cansancio acumulado.

La pata de la araña se incrustó en el suelo, lo que hizo que le costara sacarla y que el hombre pudiera aprovechar para cercenar una tercera extremidad, dos de un lado y una del otro.

El monstruo había perdido tres patas y casi dos terceras partes de su vida, pero tampoco Eldi había salido indemne. Se había visto forzado a usar una cantidad extra de maná para curarse y de energía para esquivar. Sus fuerzas estaban al límite, así que, aprovechando que no estaba muy lejos del túnel, salto hacia allí, usando la última Reacción Gatuna para esquivar a la araña y refugiarse en el interior.

Ella intentó seguirlo, alcanzarlo con su veneno, con sus telarañas, con sus patas, pero no cabía en el túnel y Eldi consiguió descansar allí mientras la jefa trataba frenéticamente de alcanzarlo. Y ese fue el gran error de la araña. Mientras intentaba el imposible de llegar hasta su presa, ésta recuperaba las fuerzas.


Diez minutos después, Eldi había empezado a lanzar flechas de nuevo, una de las cuales alcanzó uno de los ocho ojos del arácnido que asomaban en la salida del túnel. Asimismo, usando Boomerang, comenzó a dañar la pata que intentaba alcanzarle, una táctica algo derrochadora en energía pero segura.

Cuando finalmente la jefa final se dio por vencida y se retiró, el hombre salió del túnel y la atacó, no dándole tregua. Ésta se volvió de nuevo hacia él y usó Rodar para alcanzarlo, encontrándose con varios muros de fuego por el camino y chocando contra la entrada del túnel en la que su presa se había vuelto a refugiar, y desde donde su cuerpo era atacado con el hacha.

El monstruo volvió a recobrar su forma original y, cuando Eldi salió, taponó la entrada del túnel con una telaraña. Eldi volvió a usar un Muro de Fuego para ir quemándola, mientras que se colocaba bajo los huecos dejados por las patas que había sido cortadas.

Una vez más usó Aplastar, pero el hombre se lo esperaba y no le costó esquivarla, y tomar como trofeo una cuarta pata. De nuevo Rodar, de nuevo un agujero en el que refugiarse, de nuevo flechas, de nuevo Aplastar y de nuevo una pata menos. El mismo esquema se repitió hasta que, con sólo tres patas, el monstruo no pudo levantarse de nuevo.

Podía escupir veneno o lanzar telarañas, pero había perdido la ventaja de la altura y no podía moverse para encarar al hombre, por lo que se habían convertido en habilidades prácticamente inútiles. Aún podía usar rodar, pero entonces era presa fácil de los muros, además de que él no necesitaba moverse de los alrededores del agujero, con lo que podía evitarla fácilmente.

Quizás podría haber huido, adentrarse en la caverna donde aún había telarañas y, posiblemente, otras arañas que podrían ayudarla a enfrentarse a él. Pero eso iba en contra de su naturaleza, y su nivel no era lo suficientemente alto para desarrollar la voluntad de oponerse a ésta.

Así pues, rodando entre Muros de Fuego, la jefa final sucumbió, dándole más experiencia que los otros jefes, el equivalente a cien arañas. Pero, a diferencia de con los otros, aún no había terminado. Había estado luchando en una parte de la caverna, la que había limpiado, pero aún quedaban muchas telarañas por incinerar.

Se puso en marcha enseguida, pues no sabía cuando tardaba en reaparecer la araña gigante y no quería arriesgarse, aunque en realidad pasarían varios días antes que se volviera a acumular el suficiente maná para recrearla.

Avanzó despacio, deshaciéndose de arañas y telarañas, extrayendo de vez en cuando vetas de mineral y hongos, hasta que encontró un pequeño agujero en la pared. Siguió limpiando el resto, para asegurarse que no había ningún otro camino, y finalmente volvió al agujero descubierto. Había subido su nivel en casi un 75% y la afinidad de Boomerang a 7, pues había estado usando la habilidad para, junto a los Muros de Fuego, romper las telarañas y atacar a sus dueñas.

Y cuando acabó, se quitó la ropa y la dejó en el inventario, eliminando así la suciedad. Luego usó la túnica de iniciación para limpiarse lo mejor que pudo, aunque no dejó de sentirse incómodo por la suciedad y el olor del que no podía librarse. Y finalmente se volvió a vestir con la misma ropa, ahora totalmente limpia, aunque rota por más de un punto.


Era un túnel estrecho por el que tuvo que gatear durante un trayecto interminable y claustrofóbico. Llevaba Regenerar para ir curándose los rasguños, aunque eso no le libraba de sentir el dolor y la incomodidad. No obstante, no era nada comparado con una pierna aplastada bajo una araña gigante.

Finalmente, el túnel se abrió a una pequeña sala, en uno de cuyos extremos corría un fino hilo de agua azulada. Allí, en tres pequeñas cavidades que habían sido esculpidas para tal propósito, habían cristalizado tres pequeñas gemas azules.

Eldi las guardó cuidadosamente mientras recordaba las palabras del Oráculo: "En las profundidades de las mazmorras se pueden encontrar las lágrimas de zafiro, que pueden recogerse sólo una vez al año y es el único lugar en el que se encuentran. No te serán ahora de utilidad, pero en el futuro puede que surja la oportunidad en la que sean necesarias".

Una vez más, se preguntó cuál sería aquella oportunidad, pero las profecías del Oráculo solían ser difíciles de interpretar y una temeridad de ignorar. En el centro de la sala se encontraba también una complicada inscripción circular que reconoció: era la salida. Aplicando maná en ella, debería enviarlo fuera de la mazmorra, a un lugar cercano.

Así que, una vez hubo descansado, y comprobado que no podía crear allí su propia marca de Portal de Salida, vertió maná en la inscripción que, por primera vez en muchos años, volvió a brillar. La luz envolvió por unos instantes al hombre antes de desaparecer junto a él.

Regreso a Jorgaldur Tomo I: el mago de batallaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora