Zona de leveo azul

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A la mañana siguiente, el Oráculo seguía estando allí, como siempre, y como siempre rechazaba su comida y respondía a sus preguntas.

–La bendición del unicornio no es algo que se otorgue sin más, sólo a quienes consideran amigos, a quienes les están agradecidos. Ayuda a absorber todas las formas de poder, doblando la velocidad de recuperación del maná, energía física y la ganancia de lo que vosotros llamaríais experiencia– le aclaró las dudas sobre el regalo que había recibido.

Eldi estaba asombrado y agradecido ante lo que aquella bendición le proporcionaba, pero algo le preocupaba.

–¿Y no ocasionará problemas con otros seres? ¿Con dríadas?

El Oráculo lo miró durante unos instantes a través de su imperturbable máscara antes de responder.

–Recibir una bendición no significa ser aliado o enemigo de nadie, aunque puede que alguna criatura de la oscuridad desconfíe de quien lleva la bendición de la luz. También, como todas las bendiciones, como todos los bienes, puede generar envidias, aunque no avaricia, pues no puede ser robada o traspasada. No obstante, no es una bendición que pueda detectarse fácilmente, pues no tiene influencia fácilmente visible, por lo que pasará desapercibida en la mayoría de casos. Y en cuanto a las dríadas, no son criaturas opuestas a los unicornios, no debería haber ninguna razón por la que les incomodara su bendición.

Eldi asintió, algo más tranquilo, y hasta sorprendido de que el Oráculo le hubiera respondido a tanto. Nunca sabía qué información le iba a dar y cuál le iba a negar.


Tras el desayuno, dedicó el resto del día a fabricar equipo y pociones nivel 15, creando incluso un segundo par de sus armas principales. También empezó con el de nivel 20, aunque carecía de materiales para la mayoría, madera y pieles en especial.

Dado que tenía abundancia de hierbas, usó las pociones de regeneración para ayudarse con la elaboración, en especial de las flechas. Que le costara la misma cantidad de maná hacer una flecha que una lanza le parecía desproporcionado, pero nada podía hacer al respecto. Por lo menos, el uso de materiales era razonable.

Por otra parte, había desbloqueado el pasivo eléctrico, aumentado no sólo el daño sino el tiempo de confusión, lo que lo hacía bastante más útil.

Y la habilidad nivel 15 también era pasiva, y le permitía recuperarse más rápidamente del cansancio. Sin duda, también extremadamente útil.

También tuvo tiempo para algunas pruebas, especialmente las posibles combinaciones de Muro de Tierra y Aguantar, ya fuera clavando las lanzas en el propio muro o tras él, ante la posibilidad de que quisieran atravesarlo como había hecho cierto oso unos días atrás.

Añadió Inexpugnable a su entrenamiento, aunque sólo fuera una vez cada hora durante unos pocos segundos, segundos durante los cuales intentaba clavarse una de las lanzas del suelo. La primera vez lo hizo con bastante cuidado, pero, visto que era eficaz y ayudaba a subir el nivel, había acabado usando más de una. De hecho, había conseguido llevarlo a afinidad 5, pues tampoco le quedaba mucho, y ahora duraba dos segundos y medio.

Confiando en ser suficientemente poderoso, se aventuró por los alrededores de la aldea, pero los materiales que encontró eran de bajo nivel. No sufrió ningún ataque y, de hecho, si hubiera aparecido el oso que lo había perseguido hasta allí, ahora podría enfrentarse a él.


A la mañana siguiente usó el círculo azul, que también lo teletransportó a una espaciosa cueva, a cuya salida se encontraba un amplio prado, y más allá un bosque. Le sorprendió el tono azul del prado y del bosque cercano. Es cierto que lo había visto en el juego, pero no es lo mismo que contemplarlo más allá de una pantalla.

No tardó en recordar por qué aquel lugar no le había acabado de gustar en el juego. Podía ver muchos insectos volando sobre su cabeza, de niveles que iban hasta el 18, y que ya le habían resultado molestos en el pasado. Siendo de una clase con pocas habilidades a larga distancia, le resultaba difícil atacarlos y ellos podían hacerlo en cualquier momento. O huir si lo necesitaban. La única ventaja es que, compensando su habilidad de volar, no eran muy poderosos y su amenaza era baja incluso con dos o tres niveles más.

Para paliar la inferioridad aérea necesitaba entrar en el bosque, hasta el que había una considerable distancia. O llegar hasta la mazmorra, que era su intención. Si bien sus moradores estaban 5 niveles por encima, quería echar un vistazo, y comprobar si había una zona de descanso como en el juego.


Sufrió varios ataques desde el cielo mientras caminaba junto a la pared de piedra, que le daba cobertura por uno de los lados. En la mayoría de los casos los pudo esquivar con facilidad, y unas pocas veces necesitó curarse. Y al final de su viaje había aprendido a contraatacar. Las flechas no eran muy efectivas, pero Boomerang podía cortar las alas de los insectos, si se acercaban lo suficiente y tenía un poco de suerte, tras lo cual caían indefensos. Se preguntó para que servirían unas alas de mosquito zafiro o un aguijón de avispa zafira.

La entrada a la mazmorra era similar a una cueva, pero estaba cubierta de una especie de puerta traslúcida que sólo puede ser atravesada si tiene la llave adecuada, pues esas puertas no son sino un sello, colocado tanto por precaución como para mantener el monopolio. Las llaves pueden conseguirse en los gremios de aventureros bajo cuya jurisdicción está una determinada mazmorra. Y claro, como jugador, como visitante, Eldi las tenía casi todas y no había necesitado devolverlas.

La atravesó con cuidado, encontrándose a pocos metros con otra puerta similar que también atravesó y lo llevó a la sala de descanso, un lugar seguro donde recuperar fuerzas.

Miró a la salida de la sala y respiró hondo. Aunque fueran cinco niveles más, había decidido que quería intentar levear allí si esta sala existía, pues se sentía más cómodo que acabando con la vida de otros seres vivos.

Por supuesto, llevaba una piedra de maná, que absorbe la energía de aquellos seres y puede ser vendida a buen precio, compensando la carencia de drops. Tenía algunas en el inventario y había encontrado más en la aldea, por lo que no tenía que preocuparse porque se le acabaran. Su único problema era enfrentarse a aquellos seres de mayor nivel que él.

Atravesó de nuevo aquella puerta traslúcida, su escapatoria si las cosas salían mal. Luego avanzó poco a poco, entre temiendo y esperando que su lámpara atrajera a alguno de los habitantes del lugar.

Regreso a Jorgaldur Tomo I: el mago de batallaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora