Aldea de iniciación

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Mientras recuperaba el aliento se planteó enfrentarse al oso como había hecho con los lobos, usando la barrera como comodín. Sin embargo, el oso había demostrado ser capaz de bajarle la vida significativamente con un ataque que no le había dado de lleno, lo que lo hacía muy arriesgado. Además, no se creía capaz de infringirle suficiente daño, y no tenía el agua del manantial para recuperarse. Así que descartó la idea.

Se levantó para darse una vuelta por la aldea, donde sólo podían verse los talleres cubiertos de polvo, con algunas herramientas oxidadas, pero con muchos materiales aún en las estanterías. Era como si la gente simplemente se hubiera desvanecido.

Era la primera vez que veía el fuego de la fragua o el de la cocina apagados, y algunas materias primas se había estropeado, como pieles o ingredientes de cocina. Pero, aun así, daba la impresión que todos los talleres estaban en perfecto estado.

Se acercó a una estructura diseñada para estirar la piel y poder tratarla, y puso la mano sobre ella. Sintió que era capaz de controlarla, de utilizarla, que sabía como hacerlo. Así que sacó una de las pieles de lobo abisal y vertió maná sobre la estructura, en total fueron 10 de maná y un minuto de concentración para convertir la piel en cuero curtido. De alguna forma era como en el juego, donde costaba 10 de maná por nivel de la piel a curtir, y la de lobo era de nivel 1 de un total de 10.

Quizás había sido un poco imprudente gastar sus últimas reservas de maná, pero se sentía seguro allí dentro, y más cuando el oso perdió interés y se dio media vuelta.

Se acercó entonces a la cocina, pero no encontró la forma de aprender la profesión, incluso después de conseguir encender el fuego e intentar cocinar un poco de carne de conejo que tenía almacenada desde el juego. El resultado fue carne chamuscada, pues sus dotes de cocina no habían sido su fuerte en la vida real, la anterior vida real, no sin microondas o robots de cocina. Pero ni rastro de la profesión de cocina, de la sensación que podía sentir en los talleres de las profesiones que había aprendido en su día.

Y mientras repasaba algunos diseños para hacerse armas y armaduras de su nivel, descubrió un yunque junto a los portales que llevaban a las diferentes zonas de leveo. Aquella aldea estaba diseñada para ser el centro de operaciones entre los niveles 5 y 35, facilitando el tránsito a las zonas adecuadas. Transportaba a una cueva protegida por una barrera y desde la cual se podía volver por el mismo método. Estuvo tentado de probarlo, pero tuvo miedo de no poder volver o de llegar a un lugar demasiado peligroso.

Pero el yunque era otra historia. Permitía arreglar gratis cualquier objeto de nivel menor a 50, así que puso la mano sobre él para probarlo, apareciendo en su mente la túnica que vestía. Uno de maná fue suficiente para eliminar todas las rasgaduras, aunque en el juego no se necesitaba ni eso. La mejor noticia fue recuperar la lanza por el mismo módico precio, además de reparar el resto de las armas. Lo peor, que cada una de las flechas también necesitaban uno de maná, así que decidió dejarlo para luego, pues necesitaba maná para otras pruebas.

Se acercó a la armería, interesado en crear algunas lanzas. Por suerte tenía suficientes materiales entre su inventario y las existencias del taller, y el coste de crear un arma resultó ser de uno de maná y energía física por nivel, además de los materiales. Y si bien es cierto que se necesitaban diferentes profesiones según el tipo de arma, Eldi las tenía todas. En total, creo dos lanzas, aunque quería al menos tres más. No consideró necesario crear flechas, era más eficiente arreglar las que se adaptaban hasta nivel 10 por 1 maná que crear nuevas por 5 y sus materiales.

Las armaduras costaban igual que las armas, por cada pieza, mientras que las pociones costaban el doble, pero sólo de maná. Hubiera deseado tener el manantial allí para poder recuperarse y crear lo que necesitaba sin preocuparse por el maná, para cuya recarga completa debía esperar una hora.

Al final del día tenía todo reparado y su equipo de nivel 5 completo, cinco lanzas extras, diez pociones de regenerar maná, diez de regenerar energía física, diez de eliminación de venenos y otras diez de curación. No había pociones para recuperar directamente maná o energía, pero sí para ayudar a recuperarla más rápido, concretamente doblando la velocidad, pero sólo hasta recuperar 50 (10 x nivel).

Las de curación devolvían 50 de vida directamente, mientras que las de veneno permitían eliminarlos hasta de nivel 5, y bajar la efectividad de los superiores, desde a un 10% venenos de nivel 6 hasta sólo a un 90% los de 14.

Como en el sistema del juego, había que esperar 5 minutos entre toma y toma de pociones del mismo tipo, aunque eso no sucedía con sus equivalentes ofensivos, a los que se les solía llamar simplemente mezclas. Había preferido sólo hacer diez de resina de nivel 5, inflamable y pegajosa, pues le pareció que le hubieran resultado útil en las situaciones en las que se había encontrado. Además, no tenía excesivos ingredientes de sobra para pociones de bajo nivel, por lo que prefería reservarlos para cuando fuera necesario.

De hecho, si hubiera tenido gran cantidad de ingredientes, hubiera podido usar las pociones de regeneración para acelerar la elaboración de lo que necesitaba, pero, por desgracia, la mayoría de plantas existentes en el taller se habían estropeado con el paso de los años. No pudo evitar preguntarse cuánto tiempo había pasado desde que se abandonó el lugar.

Plantó la tienda mientras se preguntaba si habría alguien en aquel mundo o sólo eran las zonas que había visitado las que estaban desiertas. Se durmió con facilidad, agotado mentalmente y sin revisar que Espíritu de Conejo había avanzado significativamente su camino a nivel 9.

Confiado en la seguridad del escudo que protegía el lugar y cuya naturaleza desconocía, durmió plácidamente. Y a la mañana siguiente se desperezó con tranquilidad mientras salía de la tienda, dispuesto a desayunar. Quería intentar crear algo de joyería y comprobar los límites de ésta, pero el sonido de algo golpeando la madera le hizo girarse.

Sentado en la silla sobre la que había golpeado, dos ojos lo miraban fijamente.

Regreso a Jorgaldur Tomo I: el mago de batallaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora