Encuentro en la noche

865 140 10
                                    

Tras detenerse la caravana, un grupo fue a explorar, mientras el resto interrogaban a Eldi o, más bien, a Silverwolf. Éste tan sólo reconoció poseer una habilidad que le avisa del peligro, algo poco habitual pero no excepcional. Si bien había ciertas dudas, esperaron a que volvieran los exploradores, con las armas preparadas y formando una línea defensiva alrededor de las carretas.

–Una manada de velociraptores. Su nivel no es muy alto, pero son más de cincuenta. Están en medio del camino, devorando un jabalí lanudo. Jali y Jelo se han quedado para vigilarlos.

Firodol, un aventurero veterano de nivel 52 y el líder del grupo, asintió, frunciendo el ceño. Aquellos animales, que podían llegar a casi dos metros de altura, eran muy peligrosos, pues se coordinan bien en grupo. De haber llegado al cruce del camino, hubieran tenido que librar una dura batalla.

–Esperaremos aquí. Preparad trampas por si atacan. Seguramente se irán cuando acaben de comer.

Todos asintieron y se pusieron a trabajar. Cavaron algunos agujeros en los laterales, que Eldi podría haber hecho mucho más rápido si hubiera estado dispuesto a mostrar su magia. Dentro del camino, colocaron troncos para bloquearlos si venían, además de dejar un líquido negro junto a ellos. Si fuera necesario, impregnarían la madera con el líquido y la dejarían arder.



Al cabo de un rato, aparecieron un par de aquellos animales, sorprendiendo a Eldi. En el juego, no tenían plumas.

Les lanzaron un par de hechizos, con la intención de asustarlos, y estos se alejaron, manteniéndose a distancia y vigilando a sus posibles enemigos o presas, además de emitir algunos chillidos que recibieron otros como respuestas.

Pasaron un par de horas de tensa espera, de vigilarse los unos a los otros, hasta que se retiraron, y poco después volvieron los exploradores.

–Se han marchado– informó Jali, una elfa de pelo verdoso.

–Buen trabajo– suspiró aliviado Firodol, también dando un suave palmadita amistosa en los hombros de Eldi, suave palmadita que podría haber dislocado el hombro de una persona normal.

Eldi también suspiró, aliviado, mientras se masajeaba el hombro. De haber atacado, no sólo los hubieran puesto en peligro, sino que se hubiera visto obligado a mostrar sus habilidades. No sería capaz de verlos morir por esconderlas.

No tardaron en recoger y reanudar la marcha, pasando junto a los restos de un enorme jabalí que había tenido casi tres metros de altura, y del que ahora sólo quedaban algunos huesos. Lo habían devorado, engullendo más incluso de lo que eran capaces de digerir, por lo que estarían varios días sin necesidad de cazar, procesando la carne que habían acumulado en su interior.

No obstante, eran peligrosos y debían informar al Gremio de que habían encontrado una manada de aquel tamaño. Se debían tomar medidas antes de que fuera a peor. En el pasado, eran mantenidos a raya por una especie de dragones terrestres, pero el visitante había decidido cazarlos como trofeo, rompiendo el equilibro, y forzando a hacer batidas periódicas para evitar males mayores.

Por suerte, algunos ejemplares jóvenes de aquellos dragones habían ido inmigrando desde el interior del bosque. Aunque todavía no eran suficientes y su desarrollo lento, había esperanza de que el equilibrio se volviera a restablecer en el futuro.



Aquella noche, Svarlfa estuvo vigilando a Silverwolf mientras hacía guardia. Su actitud decidida cuando había percibido el peligro lo había hecho aún más atractivo a sus ojos, por lo que se negaba a dejarlo escapar.

Así, cuando llegó el siguiente turno de guardia, lo siguió a escondidas hasta su tienda. Antes de entrar, el aventurero de pelo plateado se giró y caminó en dirección a ella, quien creyó que ahora sabría que había estado haciendo el día anterior. Estaba oculta tras una de las carretas, esperando que éste la sobrepasara, pero no fue así.

–Ven, hablemos en un lugar más tranquilo– la sorprendió, apareciendo delante de ella.

Ella lo siguió obedientemente, con la secreta esperanza de que éste se abalanzara sobre ella. No sabía como la había descubierto, pero pensó que alguien capaz de percibir el peligro a distancia, quizás también era capaz de percibir si alguien lo seguía. Evidentemente, era imposible para ella conocer la diferencia entre Agudizar Sentidos y Oído de Murciélago.

Cuando finalmente llegaron a un lugar un poco apartado, los ojos también plateados la miraron como no lo habían hecho hasta ahora. No había ni rastro de la indiferencia, resignación o sorpresa de otras ocasiones. Había determinación, y un extraño rastro de soledad.

–Hay otra persona en mi corazón. No puede haber nada entre nosotros– le dijo con suavidad.

Eldi había esperado que ella desistiera, pero dado que no parecía que fuera a ser así, había decidido ser claro. Continuar en aquella situación le resultaba estresante, además de que no le parecía justo que ella tuviera unas esperanzas que no existían.

–¿Por qué? ¿No soy suficiente atractiva? No me importa que haya otra, no te estoy pidiendo que te cases conmigo. ¿Por qué no compartimos un poco de calor durante el viaje?– insistió ella, acercándose.

–A mí sí me importa– respondió Eldi secamente.

Había intentado ser claro y amable, pero la actitud de la comerciante empezaba a molestarlo. Había tocado su fibra más sensible, el tener la sensación de que otros quieran controlar su vida, decidir por él, no respetar su libertad a elegir su propio camino. El haber tenido una breve relación con una mujer mentirosa, manipuladora y posesiva lo había marcado.

–Lo... Lo siento. No quería...– se asustó ella por el cambio de actitud.

No había nadie allí, estaban solos. Si algo le pasaba, no habría testigos, y tampoco conocía a aquel aventurero lo suficientemente bien como para estar segura de que no era peligroso. Por un momento, se maldijo por ser tan imprudente

Eldi suspiró. No había querida asustarla. Se había excedido en su reacción, pero no había podido evitarlo. Ahora sentía un tanto culpable por ello.

–Eres atractiva. Y si no hubiera nadie más, estaría más que tentado. Pero la hay– volvió a responder, intentando suavizar la situación, incluso con un sonrisa.

Ella lo miró, calmándose ante lo que claramente ya no era una actitud hostil. Y, finalmente, asintió, rindiéndose.

–Es mejor que descansemos, aún queda mucho viaje. Vamos, te acompaño.

Svarlfa lo siguió en silencio, excepto para un "Buenas noches". Se había sentido atraída por él, pero sólo pensaba en una aventura de una noche, o unos días, nunca en una relación seria. Quizás un hijo de pelo plateado, si decidía que quería quedarse embarazada y liberaba el sello, pero no una pareja estable.

Pero al verlo alejarse, mirando su espalda, se dio cuenta que sus sentimientos habían cambiado. Por primera vez, no le parecía tan descabellada la idea de casarse. Por primera vez, había encontrado a un hombre atractivo en el que sabía que podía confiar, un hombre capaz de afrontar los problemas. Por desgracia, eso mismo lo hacía inaccesible, además de que su atractivo aspecto no era real, aunque eso era algo que ella no sabía.

Regreso a Jorgaldur Tomo I: el mago de batallaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora