¿Aliados o enemigos?

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Notó que su cuerpo, más que teletransportarse, atravesaba la roca en dirección ascendente, acabando en una colina que había sobre la mazmorra, bastante por encima de la entrada. Estaba en medio del bosque y no había más luz que la de ambas lunas, escondidas entre las copas de los árboles que también ocultaban los cientos de estrellas que apenas podían vislumbrarse.

Pensó en usar la lámpara, pero finalmente decidió no atraer la atención de los posibles animales de aquel bosque, confiando en que Oído de murciélago le avisaría de cualquier peligro escondido entre las sombras. De hecho, no debería haber seres de nivel mayor a 24, pero siempre existe la posibilidad de encontrarse a alguno de alto nivel, como la pantera.

Caminó con precaución en dirección a la entrada de la mazmorra y, desde allí, pretendía ir hasta el portal que le llevaría de nuevo a la seguridad de la aldea. Pero se encontró con un acantilado por el que no era fácil bajar, y menos de noche, por lo que decidió bordearlo en dirección a su destino, con la esperanza de encontrar algún paso franqueable. Sin duda sería más fácil durante la claridad del día, pero algo tenía que hacer mientras tanto.

Recogió también algo de madera nivel 25 y algunas hierbas, aunque no era fácil encontrar nada de ello en la oscuridad. También necesitaba pieles para renovar su equipo, pero no iba a tentar su suerte en la noche. Su prioridad era volver y reparar su equipo actual, pues ahora mismo llevaba partes de diferentes armaduras y de diferente nivel, la mayoría de ellas bastante dañados.

Una luz a lo lejos le llamó la atención, un fuego situado cerca de la entrada de la mazmorra. Pudo distinguir hasta cinco siluetas alrededor, todos con armaduras, y tres tiendas que indicaban que había más gente allí.

Se preguntó quienes eran y qué estaban haciendo allí, e incluso se planteó intentar hablar con ellos. Pero no sólo no había encontrado un camino para bajar, sino que, por la experiencia del juego, sabía que podía ser peligroso. Si bien no sabía si dicha experiencia era muy fiable en este caso, quienes estaban allí sin duda tenían un nivel más alto que el suyo, además de que debían de ser más de diez. Si algo iba mal, tendría problemas.

Un bandera mostraba un escudo que reconoció, el del reino de Engenak. Frunció el ceño. No sabía cuántas de las aventuras con ese reino habían sido reales, ni el recuerdo que tendrían de él después de todo este tiempo, pero podría ser peligroso. Al fin y al cabo, se había opuesto a la clase dirigente, siguiendo su conciencia, pero creyendo que sólo era un juego. O, al menos, queriendo creer que lo era, pues esa sensación que había definido como estúpida y había ignorado, ahora no se lo parecía.

Se alejó de allí, preguntándose si el Oráculo le podría o querría aclararle su situación, deseando tener contacto con otros seres humanos y temiendo tenerlo. Y mientras recorría el acantilado, el Oído de murciélago le avisó justo a tiempo para esquivar el ataque que venía desde arriba: un silencioso y enorme búho nivel 23. Se mantuvo alerta, esperando un nuevo ataque, pero después de fallar la sorpresa, el cazador nocturno se había retirado para buscar un presa menos escurridiza.

El resto de cazadores nocturnos también decidieron buscar presas más fáciles, pues no sólo el nivel del hombre era más alto que el suyo, sino que de él se desprendía el olor de la muerte, el de la jefa final de la mazmorra.


No fue hasta que salió el sol que encontró un lugar por el que descender, pasada la cueva donde estaba el portal de salida. Era un sendero excavado por el agua en la temporada más húmeda, y que estaba seco durante esa parte del año.

Era estrecho y peligroso por ser resbaladizo, pero también un terreno blando donde se podían clavar las lanzas para mantener el equilibrio. Lo peor fueron un par de insectos gigantes nivel 17 que decidieron atacarle mientras descendía, y que se encontraron con un hacha lanzada mediante Boomerang, y a un hombre a punto de perder el equilibrio.

Una vez llegó al suelo tuvo que retroceder todo lo que había avanzado de más desde lo alto, hasta llegar a la cueva. Y, cuando estaba a punto de entrar, vio una figura a lo lejos, que desapareció en cuánto notó su presencia. Por precaución, se metió dentro de la cueva y se quedó mirando hacia el exterior, preguntándose quién debía ser, cuando de repente apareció frente a la entrada.

Retrocedió de un salto, sobresaltado ante la repentina irrupción de una mujer vestida de negro y con la cara tapada. Inspeccionaba el lugar por donde él había entrado, aparentemente sin poder ver más allá y sin poder cruzar.

Eldi se la quedó mirando, sin saber si era amiga o enemiga. Su nivel era 83, por lo que si era enemiga estaría en graves problemas si le alcanzaba. Por tanto, no se movió, temeroso de ser escuchado, observándola hasta que ésta se rindió y se fue de allí. Sólo entonces se volvió y se dirigió hacia el círculo azul, aún temblando.


Al otro lado estaba el Oráculo, mirándolo como si no hubieran pasado varios días, como si tan sólo hubiera salido un momento a comprar el pan. La saludó y le devolvió el saludo como si nada.

Empezó a arreglar todas y cada una de sus armas y equipo, incluidas las muchas flechas que había podido salvar. Luego se lavó y se vistió con la túnica y sandalias de iniciación, pues aunque era un ropa sencilla, la encontraba cómoda.

No estaba tan cansado como otras veces y apenas se había hecho de día, así que esta vez no se fue a dormir, sino que se acercó al Oráculo. Tenía que averiguar lo que pudiera sobre aquellos soldados, sobre aquella mujer vestida de negro, sobre el reino de Engenak y sobre su situación. Quería saber si eran amigos o enemigos, si estaban allí por casualidad o tenía algo que ver con él.

Claro que no podía saber cuánta información revelaría el siempre misterioso Oráculo, pero quizás obtuviera alguna pista.

Regreso a Jorgaldur Tomo I: el mago de batallaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora