Incursión en el castillo

1.1K 167 6
                                    


El castillo había sido construido sobre las antiguas ruinas de una fortaleza de tiempos remotos, de la misma época de la cripta o el pasadizo por el que había llegado hasta ésta. Y en los cimientos de aquella antigua fortaleza aún quedaban secretos desconocidos para la mayoría. Entre ellos, un red de túneles, muchos de ellos derruidos pero no todos. Y a la que se accedía usando la misma llave.

Eldi caminó por los túneles intentando hacer el menor ruido posible, siguiendo el trayecto que había recorrido en el juego. Nada había cambiado allí, por lo que todavía estaba marcado en el mapa. Trepaba a veces por los escombros que habían bloqueado muchas otras rutas, y que eran testigos silenciosos de los acontecimientos de un pasado lejano.

La puerta que estaba ante él llevaba en el juego a unas despensas, pero no podía saber a dónde conduciría ahora. La abrió con cuidado, y una vez más la puerta cedió sin hacer ruido, cerrándose tras de él como si nunca hubiera estado allí, como si tan sólo fuera piedra.

No estaba en la despensa. Varias plataformas mágicas de peletería, alquimia, herrería... ocupaban aquella habitación. Era evidente que no era su ubicación original y que habían sido trasladadas allí, lo que hacía que estuvieran perdiendo su poder. De hecho, un par de ellas ya no funcionaban, pues habían agotado el maná que, en circunstancias normales, absorberían del entorno.

Eldi había escuchado en la taberna que algunas herramientas mágicas habías sido trasladadas al castillo, pero le costaba imaginar tal despropósito. Algunas de ellas no durarían más de una semana y otras sólo unos meses, lo que implicaba que quien estaba reuniéndolas allí no sabía que lo que estaba haciendo.

Avanzó despacio y se encontró con unas rejas abiertas que no tenían mucho sentido allí. El pasillo a la derecha llevaba a unas escaleras, mientras que a la izquierda había un largo pasillo iluminado. Se apretó contra la pared mientras un par de soldados apáticos recorrían la galería y se perdían por un lateral.

Eldi esperó un buen rato hasta que volvieron a aparecer por el otro lado, lo que indicaba que estaban comunicados. Y cuando desaparecieron de nuevo se apresuró a investigar lo que estaban vigilando.

Allí, durmiendo en algo más que celdas pero menos que habitaciones, encontró a decenas de personas, todas ellas con mayor o menor nivel en alguna de las artesanías mágicas. Aquello le permitió finalmente atar cabos, relacionarlo con la sala a la que había llegado. Tal y como le habían explicado, el conde había reunido a artesanos y los tenía como esclavos, mientras que por donde había entrado era su sala de trabajo.

Quería liberarlos, sacarlos de allí a través de los túneles, pero no tenía dónde llevarlos después. Y si volvían a sus lugares de origen, estarían en riesgo de volver a ser capturados. Ni siquiera estaba seguro de si sacándolos del condado sería suficiente, o si tenían familiares sobre los que pudiera caer represalias. Así que, con el corazón en un puño, decidió volver sobre sus pasos y subir por las escaleras, esperando poder ayudarlos más adelante.

Al final de éstas había un par de soldados vigilando. La seguridad no era la de una cárcel, pues carecía de rejas o sistemas de seguridad mágica, pero sí la suficiente para vigilar a los artesanos.

Eldi no quería atacarlos, pues igual acabaría matándolos, y eso era algo que quería evitar a toda costa. Además de que sería muy difícil hacerlo en silencio, sin dar la alarma. Necesitaba conseguir que salieran de allí y sólo se le ocurrió una forma.

–¿Qué ha pasado? ¿Estáis bien?– preguntó uno de los soldados tras oír los gritos de los que hacían la ronda.

Bajaron a ver que sucedía, y se encontraron a ambos soldados en el suelo, doloridos por la caída, pues habían resbalado a causa del hielo que Eldi había creado allí. Y mientras los soldados se reían de sus compañeros, que los miraban desde el suelo con cara de pocos amigos, de detrás de una pared salió una sombra envuelta en una capa negra y subió las escaleras.

El pasillo al que llegó estaba más iluminado que la zona que había dejado atrás, lo que hacía de su capa negra mucho menos efectiva. Se escondió tras una columna a tiempo de evitar otro par de soldados que se habían acercado para ver que sucedía. Y en cuanto pasaron de largo, se dirigió hacia donde recordaba que estaba la cocina.



Era de noche y había sólo unos pocos soldados vigilando, y algún que otro sirviente haciendo sus tareas, nada comparado con la actividad del día. La cocina estaba vacía, apagados los fuegos para no consumir la madera y magia que necesitaba para funcionar. En el juego se había colado por una especie de montacargas que se usaba para subir y bajar la comida, y se proponía hacer lo mismo en aquella ocasión.

Seguía estando en el mismo lugar y su apariencia era similar, así que se subió como pudo a él, a pesar de la incomodidad. Inyectó un poco de maná, como recordaba que había hecho en el juego, pero apenas se movió. Así que decidió inyectar una cantidad mayor.

La plataforma salió disparada y subió varias plantas, antes de chocar con estruendo y volver a bajar a su posición inicial. Eldi, dolorido por el impacto, había conseguido quedarse colgado en la parte superior, con sus pies y manos presionando a cada una de las paredes para no caerse.

Unos sirvientes se acercaron para comprobar qué había ocasionado aquel estruendo, pero no miraron hacia arriba y no vieron a quien colgaba sobre sus cabezas. Extrañados, lo dejaron estar. Preferían no saber nada de lo que fuera que hubiera pasado, no querían arriesgarse a recibir un castigo de los condes por algo que no era asunto suyo.

El hombre suspiró aliviado mientras bajaba con cuidado, y Regenerar curaba los golpes y el dolor. Esperó un rato antes de salir, escuchando, intentando asegurarse que no hubiera nadie cerca. Y entonces abrió la compuerta y puso los pies sobre la planta donde se suponía que se alojaban el conde y su familia.

Regreso a Jorgaldur Tomo I: el mago de batallaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora