Rodeados

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A unos doscientos metros, por donde habían venido, la tierra se había empezado a levantar, seguida de la aparición de cientos de seres corruptos subterráneos. Les cortaban la retirada, algo que se hizo más evidente cuando más y más enemigos empezaron a aparecer por los flancos y el frente. De repente, la situación se había vuelto muy peligrosa.

–¡Hay un general cerca! ¡Formad perímetro de defensa! ¡Pedid refuerzos!– ordenó la líder de la expedición.

El corazón de todos se encogió, pero eran guerreros veteranos y sabían a qué se exponían. Sin dudar ni por un momento, empezaron las preparaciones, mientras un estallido de magia se alzaba sobre ellos para pedir ayuda. Todos esperaban ser capaces de aguantar hasta que llegaran los refuerzos. Si no, se asegurarían de morir de forma que no pudieran ser corrompidos.

Inmediatamente, los guerreros formaron un círculo alrededor del grupo, en primera línea los de mayor defensa, en segunda los más ofensivos. Detrás de estas dos líneas estaban los arqueros, y en el centro de la formación, magos, ya fueran especializados en cura o en distintos tipos de daño.

Eldi estaba en segunda línea, cerca de los gigantes, con el corazón palpitándole con fuerza. Se podía percibir el intenso flujo de maná alrededor, debido a los múltiples hechizos que eran lanzados uno tras otro, ya fuera para preparar el ataque o la defensa. Eran especialmente potentes las cúpulas que cubrían al grupo, Requerían una gran cantidad de maná crearlas y no podían moverse, pero eran capaces de protegerlos a todos de los ataques a rango.

Uno de los enanos gastó todo su maná en endurecer el suelo que pisaban, previniendo contra ataques subterráneos. Es un hechizo que se suele usar en la construcción de edificios o estabilización de túneles, lo cual no quita que no tuviera precio en una situación como aquella.

Los perdidos avanzaron desde todos los flancos a la vez. Aunque fueran más, no podían atacar todos al mismo tiempo, al ser obstaculizados por sus propios aliados y por la línea defensiva, siempre y cuando no se rompiera. El resto debía esperar detrás su oportunidad. Era, por lo tanto, imprescindible mantener las posiciones. Si una zona fallaba y no eran capaces de reorganizarse, estarían perdidos.

Varios nutridos grupo de enemigos se detuvieron y empezaron a lanzar sus ataques a rango, ya fueran hechizos, espinas, piedras o venenos. Por desgracia, estos sí podían atacar todos a la vez.

–Mierda, son muchos a rango– maldijo la líder, una elfa de inusual pelo rojo fuego llamada Caranlín –. Estad atentos a defenderos. Cuando se rompa el escudo, atacarán con todo.

Un sudor frío recorrió la espalda de todos ellos. Sabían lo que eso significaba, que estaban perdidos. Era una táctica usada por algunos de aquellos siniestros generales. Mientras tenían ocupados y restringidos los movimientos de sus enemigos, debilitaban las defensas desde la distancia. Cuando éstas caían, lanzaban un ataque total para aniquilarlos, usando todos los hechizos de alto nivel, y forzando todos los ataque físicos a rango.

Es cierto que, si fallaba, perdían mucho potencial ofensivo, pero ¿cómo es posible protegerse de algo así? Incluso con las defensas al máximo sería imposible. Si encima las debilitaban, estaban sentenciados. Pero, a pesar de ello, iban a luchar hasta el último instante.

Eldi se acercó entonces a Caranlín, susurrándole casi al oído.

–Puedo protegernos a todos durante veinte segundos. Necesitaré todo mi maná, y después de eso me quedaré sin nada.

La líder abrió mucho los ojos. De haber sido otro, no le hubiera creído, pero aquel humano era un visitante, recomendado por Melingor y con el favor de las ninfas. Una sonrisa y mirada desafiantes sustituyó el rostro decidido a morir luchando. Quizás tenían una oportunidad.

–¿Cuanto tiempo necesitas para prepararlo?– preguntó ella. Era imprescindible conocer todas las variables posibles.

–Un par de segundos.

Ella asintió, gratamente sorprendida.

–¿Qué verán ellos?

–Miles de piedras girando alrededor de nosotros. No podrán vernos mientras tanto– respondió Eldi, que lo había probado a las afueras del campamento en el que estaba entonces, con la ayuda y estupefacción de sus compañeros.

–¿Alcance?

–Puede hacer que cubra exactamente al grupo.

–¿Algo más que necesites? ¿Algo que deba de saber?– siguió interrogándolo.

–No. Pero...

Eldi sacó entonces varias pociones de regeneración de maná, otras de energía, curación y de resina, mostrándoselas a ella.

–También tengo algunas de nivel menor– ofreció, sacándolas a otro lado.

Caranlín volvió a sorprenderse. Aquello les daba más oportunidades de aguantar, más oportunidades de sobrevivir. La situación seguía siendo crítica, pero ya no imposible. Si resistían lo suficiente, los refuerzos podrían encontrarlos vivos.

Se hubiera pasado una hora dándole las gracias, pero en aquel momento no se necesitaban buenos modos, sino tomar decisiones.

Eldi volvió a su puesto, con la orden de no gastar casi maná, mientras que la líder mandó distribuir las pociones de maná a los magos, y las de energía, curación y resina a los guerreros, incluyendo instrucciones de cuándo y cómo debían utilizarlas.

Es cierto que casi todos tenían unas u otras pociones, pero no las suficientes para aguantar un asedio, por lo que aquel extra de gran calidad eran una inmensa ayuda. Lo más sorprendente era que Caranlín les estaba dando instrucciones para después del ataque total de sus enemigos. No tenían ni idea de cómo iban a sobrevivir a ese ataque, pero ahora tenían la esperanza de hacerlo.

Por ahora, las cúpulas aún aguantaban, y empezaban los primeros enfrentamientos cuerpo a cuerpo. Eran terribles los golpes de ambos gigantes con su enormes martillos, que además llevaban Toque de Fuego, Toque Vampírico y Tu Energía es Mía. Eldi había potenciado a sus amigos, que además eran los guerreros más poderosos.

Puede que el resto de guerreros tuviera más recursos y agilidad, pero en términos de fuerza bruta, no había comparación, y, por ello, sus mejoras eran más efectivas en manos de los gigantes de piedra.

Él ayudaba desde la segunda línea usando la lanza, a veces con Jabalina, a veces con Impacto Perforante, y en otras ocasiones simplemente clavándola en los enemigos que asomaban, ayudando así a los que estaban frente a él. De hecho, todos los que eran aptos con la lanza estaban en segunda línea, pues eran los idóneos para esa tarea.

Y, de vez en cuando, una pequeña hada aparecía en el campo de batalla para recoger una lanza perdida.

Regreso a Jorgaldur Tomo I: el mago de batallaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora