Un extraño aventurero

1.1K 175 5
                                    


Había subido a nivel 28, desbloqueando Esencia de Maná, una bendición que aumenta la fuerza de los hechizos y que tenía en afinidad 7. Y también tenía ahora la habilidad Equilibrista, que gastando uno de energía por segundo, permite mantener el equilibrio usando una lanza como lo haría un profesional del circo, y que tenía en 5. Además, había subido Hacha Danzante, Jabalina e Inexpugnable a 6.

–¿Qué es eso?– preguntó una niña colgada en una cuerda.

–Parece un hada– opinó su hermano.

–Es... mi asistente– respondió el hombre, dubitativo.

No esperaba que los niños bajaran sin que los avisara, por lo que no se había preocupado en ocultar a su asistente, que recogía los restos de los osos. Se había acostumbrado que le hicieran el trabajo, y ya le parecían hasta normal. Pero no estaba seguro de qué impacto tendría en otras personas, aunque los niños parecían tener más curiosidad que nada.

Se acercaron al asistente maravillados y siendo ignorados por éste. No les molestaban los cuerpos de los osos, pues estaban acostumbrados a ver animales muertos en la aldea, pero sí les sorprendía la habilidad de la pequeña hada.

–¡Es increíble! ¿Cómo se consigue uno?– preguntó el niño.

–¡Yo también quiero uno!– se unió su hermana.

–No sé si es posible conseguir más– respondió Eldi ante la decepción de los niños, que no obstante no duró mucho.

–¡Eres muy fuerte! ¿Eres un aventurero? ¡Haces mucha magia y usas muchas armas!

El hombre suspiró. Se podía mantener la distancia ante otras personas, pero era difícil ante unos niños que ahora lo idolatraban.

–Me llamo Crahno. ¿Y vosotros?– se presentó Eldi, dando un nombre falso, el de una identidad que había usado en el juego para unas misiones.

–Yo soy Ten– respondió el niño, usando su apodo, no su nombre real.

–Yo Tin– se presentó su hermana.

El hombre los estudió detalladamente. Eran bastante parecidos, incluso tenían el mismo color rubio oscuro de cabello y verde claro de ojos, aunque no era difícil distinguirlos. Entre otras cosas, por sus ropas, que además estaban bastante sucias.

–¿Me podéis dar un momento vuestra ropa?– pidió el hombre.

El niño lo hizo sin vacilar, pero su hermana se mostró más recelosa de lo que Eldi esperaba para una niña de siete años. No obstante, sólo cogió la ropa del niño y la hizo desaparecer un instante, devolviéndosela totalmente limpia, y ante la mirada maravillada de los niños.

–¡No miréis!– exigió Tin, que pronto se encontró con la ropa más limpia que había tenido en mucho tiempo. Estaba algo desgarrada pero reluciente.

–Guau, es increíble, ¿cómo lo haces?– preguntó la niña dando vueltas sobre sí misma

–Es... una magia difícil de explicar, y secreta– intento el hombre eludir la pregunta.

No estaba seguro si había hecho bien en mostrárselo, cuando hasta ahora había decidido permanecer escondido. Pero le era difícil mantener la guardia delante de dos niños.

–Y, decidme, ¿cómo es que os perseguían los osos?– preguntó Eldi cambiando de tema, y algo preocupado de que los niños tuvieran que revivir un trauma. Pero creía necesario saber que estaba pasando, en que situación se encontraba.

Lejos de ser reacios a explicarlo, el hombre tuvo que estar interviniendo entre los dos, que casi se peleaban por ser ellos quienes lo contaran. De hecho, las explicaciones fueron más allá, hasta la situación de la aldea, o lo que habían oído que los mayores decían de los nobles.

Entre la información que consiguió estaba que probablemente era más fuerte que cualquiera de los cazadores de la aldea, pues estos no tenían presas de nivel suficientemente alto para subir más allá. O que el dinero que tenía era perfectamente válido, lo cual era un alivio.

Decidió acompañarlos hasta la aldea, pues parecía un lugar seguro para obtener más información, e intentó hacerles prometer que no hablarían de sus habilidades, aunque no estaba muy seguro si dos niños serían capaces de mantener la boca cerrada. Pero tenía que intentarlo, cuanto menos se supiera de él, mejor.

Otra de las razones para acompañarlos era la existencia de una plataforma mágica de peletería en el pueblo, que ahora nadie podía usar. Quizás él les podría enseñar, cumplía con los requisitos para ser un maestro, pero dado que nunca lo había hecho no estaba seguro de ser capaz, no sabía como podía afectar su extraña condición de no ser un nativo de aquel mundo. Por ello, no les había dicho nada, para no crearles falsas esperanzas.

Y también quería saber más sobre ese conde que se llevaba a niños de la aldea para hacerlos trabajar como esclavos, o eso era lo que había entendido. Aunque no siempre era fácil descifrar la información de dos niños.



Cuando llegaron al carruaje, los cadáveres devorados de animales y soldados estaban por todas partes. Los niños se cogieron fuertemente a las ropas del hombre, quien les acariciaba con cariño sus cabezas, despeinándolos si cabe un poco más. Tampoco él estaba acostumbrado a una escena como aquella, pero debía mostrarse fuerte ante ellos, necesitaban a alguien en quien aferrarse.

Sin dejar de temblar, entraron en el carruaje y recuperaron sus exiguas pertenencias, antes de abandonar el lugar y dirigirse hacia la aldea. Cabe decir que los asistentes se encargaron de recuperar lo que se podía aprovechar, incluyendo las armas de los soldados y lo que quedaba de sus uniformes. No eran mejores que las que él tenía, pero quizás le podrían ser útiles, aunque se sintió algo culpable por hacerlo. Si bien era algo normal en el juego y lo había hecho casi sin pensar, ahora no estaba seguro si era adecuado robar a los muertos.

Fuera como fuese, ya estaba hecho y no podía volver atrás a dejar lo que había cogido, especialmente sin que los niños se dieran cuenta, pues estos no se habían percatado del ir y venir de los silenciosos asistentes a sus espaldas, mientras señalaban hacia su aldea y le explicaban como vivían.

La principal actividad era la caza y el comercio de pieles, junto con algo de agricultura, aunque al parecer los impuestos habían subido en los últimos tiempos. Eso hacía sus vidas más difíciles que en el pasado, cuando además tenían artesanos capaces de tratar mágicamente las pieles que ahora habían de vender directamente, y a menor precio.

No obstante, todo ello era lo que había entendido de la percepción de unos niños, por lo que esperaba poder confirmar y detallar esa información en la aldea. Hubiera querido tener ropas más discretas, pero el hacerse pasar por un aventurero no parecía mala idea. De hecho, lo era, incluso tenía dos placas diferentes.

Regreso a Jorgaldur Tomo I: el mago de batallaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora