Más allá de la aldea

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Y mientras Eldi luchaba en la mazmorra, y los nobles y rebeldes conspiraban unos contra otros, o entre ellos mismos, ella dejaba que las raíces surgieran de sus pies, adentrándose en la tierra, en el bosque, extendiéndose a través de otras raíces, contactando con los suyos, vigilando los movimientos que debía vigilar.

Sus raíces también le servían para alimentarse, una experiencia distinta a hacerlo por la boca, más pura, más limpia. Prefería hacerlo así si estaba sola o con los suyos, pero tampoco renegaba del placer de paladear la comida al igual que hacían los seres que no eran plantas, o de compartir la mesa con quienes apreciaba.

Encontró lo que buscaba aquí y allá, los movimientos de unos y de otros. Y aunque ella misma deseaba moverse, deseaba actuar, deseaba ir más allá de su papel de observadora, no podía hacerlo. Había hecho un trato, una promesa, aunque había sido mucho antes de saber que se iba a ver más envuelta de lo que jamás hubiera imaginado.

Su edad era de miles de años, aunque hacía bastantes menos que había ganado conciencia, y aún menos que había evolucionado en lo que era ahora, una dríada, una hija pura de la naturaleza, de los bosques, de las plantas.

Y como llevaba haciendo los últimos cien años, siguió observando, sintiendo empatía hacia todos y cada uno de los que tenía que vigilar. Pero latiéndole su corazón un poco más fuerte cuando era él quien se encontraba en peligro, deseando desplegar su poder o pedir la ayuda de sus hermanos y hermanas, aunque era consciente de que no podía hacerlo. Por mucho que le doliera, debía cumplir con su cometido hasta el final.


–Si fueron únicas, probablemente fueron reales. Si las sentiste como reales, probablemente lo fueron– confirmó el Oráculo lo que había dicho días atrás, no aportándole ninguna información dato novedoso.

Poca información había conseguido Eldi, aparte de que resultaba extraño que los soldados se apostaran en las cercanías de una mazmorra, o de que la mujer de negro podría pertenecer a algún grupo de asesinos o espías. Lo que le había quedado claro es que debía permanecer alejado de ellos mientras no tuviera más información.

También había conseguido averiguar que la aparición del último visitante era una información que había sido divulgada, por lo que podría haber sospechas que había sido él quien había vuelto. Al fin y al cabo, había interactuado con ellos de forma clara. Por tanto, no era descartable que aquellos soldados o aquella mujer de negro lo estuvieran buscando a él. Sólo faltaba saber si eran amigos o enemigos.

Suspiró. No podía arriesgarse, y eso significaba que no era buena idea cruzar el portal rojo, pues también podrían estar allí, lo que significaba que tenía que cambiar sus planes.

Y mientras pensaba en ello, estuvo fabricando algunas armas nivel 25, pero sólo sus principales de entre aquellas que requirieran madera, pues no tenía suficiente para todas. Decidió usar metal normal para las armas secundarias y el mágico para las principales, resultando lo que eran en el juego armas de categoría extra.

No había muchos herreros capaces de fabricar aquellas armas, que no sólo tenían mejores estadísticas que las normales, sino propiedades mágicas que les permitían bloquear ataques mágicos, y la capacidad de poder imbuir un hechizo en ellas. Sólo necesitaba encontrar un mago que pudiera hacerlo, pues sus propios hechizos no sólo no eran los más adecuados para ello, sino que no le representaban más ventaja que un pequeño ahorro de maná. En cambio, poder realizar un hechizo que normalmente no está a tu disposición puede ser extremadamente útil.

También usó algunos hongos para pociones 20 y 25, dejando para otro momento aquellos para los que no tenía receta. Simplemente mezclarlos a ver que pasaba no era una buena idea, pues los tiempos de cocción o las proporciones son únicas para cada combinación, y se necesita un conocimiento muy profundo de alquimia para crear nuevas fórmulas. Él sólo tenía las recetas del juego, y desconocía gran parte de los fundamentos de la ciencia de aquel mundo, que mezclaba la que él conocía con la magia.

No pudo crear ninguna armadura de nivel mayor de las que ya tenía, ya que carecía del cuero adecuado, aunque sí algo de joyería. Y aquello le dio una idea: en el juego eran famosas unas cuevas por contener yacimientos de varios metales preciosos, como oro, plata o platino, pues a veces podían contener maná. Y las cuevas sólo estaban a unos días caminando desde la aldea.

No sabía si sería una buena idea, pero dado que había decidido no ir al bosque Rubí y no tenía ningún otro objetivo, le pareció una buena opción, que además le permitiría explorar aquella zona. Como decía no recordaba quién, "más vale un mal plan que ningún plan".

Había asentamientos humanos cercanos, así que debía tener cuidado, pero también le daba la oportunidad de un primer acercamiento, pues seguramente no serían de un nivel muy alto y, por tanto, no muy peligrosos. Así que planeó echar un vistazo desde la distancia y buscar la oportunidad de interactuar con la gente de aquel mundo de la forma más segura posible.


El Oráculo sólo le había confirmado que el lugar no sería de nivel mucho más alto de lo que era en el juego, así que no tenía más información que sus recuerdos y las partes que podía leer en su mapa.

Era un bosque de nivel bajo, hasta 20 como mucho, por lo que no le sería fácil conseguir material de alto nivel. Había lugares con los niveles que necesitaba más allá, a varios días de camino, a los que supuso que tarde o temprano tendría que ir.

Llegó finalmente hasta el pequeño templo que nunca había dejado de ser visible en el mapa, y que no era más que tres menhires rodeando una plataforma circular con un triángulo grabado. Pero que no debía estar exento de poder si había permanecido imperturbable todo este tiempo.

A partir de allí, tendría que ir hacia el noreste buscando una cueva que sólo recordaba vagamente del juego, en el que no había necesitado orientarse, pues las herramientas del propio juego lo habían facilitado. Ahora el mapa ya no descubría toda la zona a la que te acercabas, sino sólo los lugares que físicamente visitaba, por lo que tendría que buscarla de forma mucho más manual.

Regreso a Jorgaldur Tomo I: el mago de batallaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora