Bolbe

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El alto humano rodeó al robusto felino de metro y medio de alto y siguió su camino, seguido por la mirada del poderoso depredador de pelaje completamente negro. Inmune a la mayoría de venenos, había estado devorando un gusano de medio metro de largo que había arrancado de la tierra, y que era tóxico para otros depredadores.

No estaba interesado en una nueva presa, pero sí desconfiaba de posibles competidores que quisieran disputarle su comida. Cuando el extraño ser se alejó, volvió a poner su atención en devorar rápidamente su presa. Estando allí, era vulnerable.

Eldi no tenía ningún interés en cazar animales. Por el contrario, observó con admiración al enorme felino, deseando poder estudiarlo de cerca, pero sabiendo que no podía acercarse sin provocarlo.

Prefería reducir las batallas al mínimo en aquella espesa selva, en la que fácilmente podría ser atacado en medio de la lucha, como le había sucedido unos días atrás. Mientras se había estado enfrentando a algo que parecía un dinosaurio, de sólo un metro de alto, pero muy rápido y con poderosas garras y fauces, un enorme lagarto los había atacado por sorpresa, expulsando una nube tóxica destinada a acabar con los dos.

Había tenido que usar Reacción Gatuna, Curar Veneno y Regenerar para escapar y recuperarse. Por desgracia, Oído de Murciélago no resulta muy útil en medio de una batalla y le dificulta la concentración, al estar continuamente avisándolo, por lo que lo tenía desactivado. El dinosaurio, cuyas plumas eran eficientes para defenderse contra las armas de metal, había caído poco después, envenenado.

Entonces, él había tenido que enfrentarse al lagarto, cuya resbaladiza piel le permitía desviar en parte los ataques de las armas. Para desgracia del reptil, Explosión de Hielo había tenido el efecto de endurecerla, rompiéndose como el cristal ante el impacto del hacha. Había conseguido dos cuerpos para que su asistente desmembrara, y había descubierto, una vez más, que no podía distraerse ni por un momento.

La sensación de ser observado persistía, e incluso se había intensificado, pero había decidido ignorarla. Sin embargo, esa sensación desapareció cuando se acercó a una pequeña laguna que parecía fuera de lugar en aquella selva.

De repente, todo aviso proveniente de Oído de Murciélago se esfumó, como si aquel lugar fuera ajeno a los peligros de la selva. De hecho, la densidad de vegetación era extrañamente menor, permitiendo el paso de la luz del sol. Incluso las aves eran perfectamente visibles, pues ya no se escondían. De alguna forma, era como encontrar un oasis en un desierto.



En la orilla de la laguna había una figura sentada, aparentemente hablando con algunos pequeños animales del tamaño de ardillas. Se giró despacio y miró al recién llegado con una sonrisa, haciéndole una señal para que se acercara.

El alto humano no tuvo ninguna duda de la identidad de aquel ser. Era una limnade, un tipo de ninfa acuática, un ser que pertenecía a la naturaleza y cercano a las dríadas, aunque tenía más afinidad al agua que éstas y menos a las plantas.

Se acercó a la hermosa y seductora figura de la que parecía emanar un aura de paz, como lo parecía de la calmada superficie del agua. Su cuerpo estaba solo cubierto por unas hojas, aunque normalmente hubiera estado completamente desnuda. Sin embargo, alguien se hubiera molestado de ser así.

–Así que tu eres Eldi Hnefa. Yo soy Bolbe– se presentó ella, mirándolo con los ojos inocentes y curiosos de una niña.

–¿Me conoces?– preguntó éste, sorprendido.

–Digamos que he oído hablar de ti– rio ella, ignorando una pequeña planta que, por alguna extraña razón, se había enredado en un dedo de su mano, apretándolo por un momento.

–¿Quieres algo de mí...?

–No, sólo tenía curiosidad. ¿Y tú? ¿Puedo ayudarte en algo?– se ofreció ésta, con una mirada llena de inocencia, y un imperceptible brillo travieso.

–¿Sabes algo de una dríada llamada Melia? ¿Cómo está? ¿Dónde puedo encontrarla? ¿Podrías enviarle un mensaje?– pidió Eldi nervioso, hablando tan rápido que casi le faltaba el aire.

Sabía que dríadas y limnades son tipos diferentes de ninfas, que son como hermanas, así que tenía la esperanza de poder obtener información de Melia. Bolbe le sonrió con ternura, como una madre a su hijo.

–Melia está bien, pero es todo lo que puedo decirte. Si quieres verla, tendrás que seguir buscándola, quizás algún día tengas suerte. Bebe un sorbo de agua y vete, tu camino ha de continuar.

Eldi la miró extrañado, pero obedeció. En el juego, las ninfas siempre habían sido aliadas, y nunca se les podía sacar más información de la que ellas querían dar. Eran honestas, directas y, a veces, algo traviesas. Después de beber, se marchó, mirando una vez más hacia Bolbe, quien sonreía y le despedía agitando alegremente la mano.

Sólo cuando el alto humano desapareció tras la barrera invisible que cubría el lugar, la limnade volvió a hablar, mirando hacia el agua, como si pudiera ver a través de ella, perdiéndose su mirada lejos del aquel lugar.

–Es interesante. Quizás me lo podría quedar para mí.

Una planta se movió entonces de forma que parecía totalmente imposible, dándole un suave latigazo en sus nalgas.

–Ja, ja, ja. Enseguida te pones celosa, hermanita– rio ella, aunque no había nadie más en aquel lugar.

Muy lejos de allí, una dríada hacía pucheros después de ser atacada por un repentino e inexplicable chorro de agua, que había surgido del pequeño estanque junto al que estaba sentada. Aunque, en realidad, lejos de estar enfadada, su corazón latía con fuerza, al comprobar de nuevo que él seguía pensando en ella.



Mientras, Eldi miraba hacia atrás, comprobando que la laguna había desaparecido y sólo quedaba selva, volviendo el peligro a rondar, aunque sin demasiada intensidad. Volvió sobre sus pasos para asegurarse de que, como en el juego, no se podía volver a entrar al dominio de una ninfa una vez esta te había hecho marchar.

Había sido un encuentro breve y algo extraño, pero había recibido una importante información que le impedía ocultar una enorme sonrisa. Aún no sabía cómo o dónde encontrarla, pero al menos sabía que Melia estaba bien.

Lo que más le extrañó fue que le hubiera hecho beber el agua. No había notado ningún efecto, aunque, después de un rato, se le ocurrió mirar en su estado. Allí encontró una línea justo debajo de "Bendición del Unicornio". Decía "Favor de las Ninfas", y su efecto le era desconocido. Tardaría en darse cuenta que la cantidad de experiencia que necesitaba para subir de nivel había vuelto a decrecer.

Regreso a Jorgaldur Tomo I: el mago de batallaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora