Fiesta de leveo

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Se quitó la ropa y se secó con una toalla que le había comprado Lidia, acordándose por un momento de ella y de Líodon, y decidiendo que era mejor no contarles que había acabado empapado. Cuando se puso de nuevo la ropa, ya estaba seca, al haber pasado por el inventario.

Sacó la lámpara del inventario y caminó tras ella con cuidado, pues el suelo de piedra también estaba húmedo y resbaladizo. Tampoco les contaría lo de su aparatosa caída.

Recordaba que, en el juego, aquel túnel daba a una enorme llanura atravesada por múltiples canales de agua. Desde estos, continuamente emergían unos monstruos similares a tortugas de un metro de alto, además de resistentes a ataques físicos y mágicos, excepto al fuego. Al ser muy lentos, cualquiera que tuviera en su mano ataques de fuego podía acabar con ellos fácilmente. Y, si no los tenían, podía usar pociones inflamables, que no solían ser excesivamente caras.

Era un paraíso de leveo, aunque sólo durante unos niveles, pues aquella extrañas tortugas eran todas de nivel 50. El único peligro era confiarse y dejar que se acercaran demasiado, pues sus mandíbulas podían incluso romper armas de su mismo nivel.

Y, como recordaba, el túnel acababa donde empezaba la llanura, cuya extensión no podía apreciarse con la única luz de la lámpara. Había que saltar unos dos metros para bajar, lo que impedía que los monstruos pudieran salir.

–¡Esto tiene que ser una broma!– exclamó Eldi.

En toda la extensión iluminada por la lámpara, el suelo estaba cubierto de aquellas tortugas, totalmente inmóviles. Mirara hacia donde mirara, solo había tortugas. Al parecer, los años sin que nadie entrara allí había llevado a aquella situación absurda.

Tardó unos segundos en recuperarse del shock, y lo primero que hizo fue sacar dos piedras de maná, pues una de ellas ya estaba a medio llenar. Luego se pasó un par de minutos decidiendo la mejor forma de avanzar, lamentando no tener el poder de un mago para calcinar amplias zonas.

Por desgracia, no podría poner Muros de Fuego y quemarlas, pues es necesario que el espacio para colocarlos esté vacío, por lo que decidió probar con Explosión de Fuego desde su posición elevada.

Las tortugas no se movieron, pero podía apreciar como las más cercanas habían sufrido daños. Así que, desde la seguridad de su posición, invocó diez Explosiones, acabando con las tres más cercanas, que desaparecieron. No era mucho, pero había conseguido un hueco, aunque decidió no atacar aún. Se sentó, observando a las tortugas y recuperando el maná, del que las Explosiones necesitan bastante, habiendo gastado más de la mitad. Y había subido el nivel del hechizo a 5.

Una vez recobrado el maná, uso Luz ambiente y guardó la lámpara, volviendo a esperar para recuperar lo que acababa de gastar. Ahora podía ver a mayor distancia, pero sólo consiguió descubrir a más tortugas

Ninguno de aquellos monstruos se inmutó hasta que Eldi saltó. Antes de hacerlo, había puesto dos Muros de Fuego, uno a su espalda y otro al lateral. Sacó el martillo en cuanto llegó al suelo, e inmediatamente una especia de murmullo se propagó por toda la zona, el sonido del despertar de las tortugas. Sacaban la cabeza de su caparazón, mostrando sus ojos negros y su peligrosas mandíbulas.

Las que estaban más cerca empezaron a avanzar hacia Eldi, mientras que las de atrás ocupaban inmediatamente el espacio desocupado, avanzando justo detrás de sus predecesoras. Eran indiferentes a los Muros de Fuego, sólo seguían su instinto de avanzar hacia un ser que tenía vida.

Con Propulsar, Eldi enviaba a las tortugas frente a él a varios metros de distancia, dejándolas encima de sus congéneres y apenas haciéndoles daño. Su objetivo era ganar espacio mientras vigilaba a las que atravesaban lentamente los Muro de Fuego. Cuando consiguió unos metros más de margen, creo nuevos Muros de Fuego y siguió vigilando a las que se estaban acercando.

Las primeras no tardaron en morir por el efecto de los Muros de Fuego que iban atravesando poco a poco, quemándose continuamente. Usó Explosión de Fuego un par de veces, pues pretendía subirla de nivel, usándola cuando su maná estaba alto, y comprobó con sus otras armas que, como en el juego, apenas les hacía daño.

Estuvo haciendo algunos experimentos infructuosos con sus hechizos y habilidades, ya que las tortugas no se asustaban, recibían poco daño físico, de hielo o eléctrico, y un agujero sólo servía para que cayera unas y otras pasaran por encima.

Cuando los primero Muros de Fuego agotaron su poder y desaparecieron, Eldi volvió a usar Propulsar con el martillo para crear un mayor espacio, y colocar otros un poco más alejados. Poco a poco, la zona que dominaba fue aumentando, lo que hacía que necesitara más Muros de Fuego, y que más de aquellos monstruos fueran incinerados a la vez, ganando mayor experiencia y mayor estrés.

Al final, decidió limitar su zona de influencia, pues también quería aprovechar para levear cuantos hechizos y habilidades pudiera. Cuando se fue a descansar y saltó el desnivel, las tortugas se detuvieron y escondieron sus cuerpos. De hecho, cuando volvió al día siguiente, habían avanzado apenas unos centímetros, algo que no fue capaz de apreciar.

Había subido a 50, desbloqueando la habilidad Pasos Rápidos y Rodillazo. La primera es la última de las habilidades de lucha sin armas, y permite esquivar ágilmente los ataques de tu adversario, y, como las otras, la tenía en 10. La segunda refuerza la rodilla para atacar con ésta, y se puede utilizar llevando armas. Confunde al oponente durante unos segundos, provocando que no sea capaz de usar hechizos o habilidades. La tenía en 4, pues no es fácil de impactar en el rival y, por tanto, de subir de nivel.

Respecto a los hechizos, tenía ahora disponibles Magnetizar y Curar Veneno. El primero era el hechizo favorito de Goldmi. Necesita tener contacto físico con el objetivo para aplicarlo, tras lo cual los proyectiles se dirigirán hacia éste incluso cuando se mueva. Pueden llegar a acertarle aun escondido tras una pared, siempre y cuando la curva que deban hacer no sea muy pronunciada. Por supuesto, lo tenía en 10.

El efecto del segundo es exactamente el que indica el nombre, y era uno de los hechizos que más deseaba conseguir, pues puede salvarte la vida y no necesitas depender de pociones. Lo tenía en 7, ya que no había sido envenenado las suficientes veces, y no se había preocupado de levearlo forzadamente.

Regreso a Jorgaldur Tomo I: el mago de batallaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora