Los dos aprendices

1.1K 170 0
                                    

–Traed a los aprendices– ordenó arrogantemente un hombre delgado, flanqueado por los soldados.

Nerviosos, los aldeanos acompañaron a los asustados niños ante el enviado del conde, quien los miró con claro gesto de desagrado. Le molestaba haber sido enviado allí, tener que tratar con aquellos sucios plebeyos, pero las órdenes del conde eran absolutas. Y aunque le pudieran parecer sucios y desagradables, sabía aquellos dos niños serían una fuente de ingresos en el futuro.

–Seguidme.

Los niños obedecieron temerosos. No les gustaba aquel hombre que los miraba por encima del hombro y parecía odiarlos, pero no tenían más remedio que obedecer. Subieron tras él al carruaje y ocuparon los asientos indicados, quedándose quietos mientras el vehículo iniciaba la marcha y ante la total indiferencia de quien los había ido a recoger.

Apenas se atrevían a mirar por la ventana y estaban fuertemente agarrados a sus pertenencias, además de a la mano de su mellizo, con quien ni siquiera se atrevían a hablar sino con la mirada.

Les resultaba también incómodo el traqueteo del carruaje, algo a lo que no estaban acostumbrados, pues era la primera vez que subían en uno. Y cuando se oyeron gritos fuera y el carruaje aceleró, ni siquiera se imaginaron que pudiera ser algo fuera de lo normal. Sólo cuando el rostro de su acompañante tomó un color más pálido del que era natural, comprendieron que algo no iba bien.

El carruaje se balanceaba violentamente, lanzándolos a un lado y otro de sus asientos, mientras que las ruedas chirriaban y botaban sobre el terreno irregular. Estuvieron un rato huyendo de los niños no sabían qué, hasta que, en un balanceo un poco más fuerte que el resto, el carruaje volcó, dando varias vueltas sobre sí mismo.

Aunque doloridos, los niños no habían perdido el conocimiento y había sido protegidos en parte por las ropas que conformaban su equipaje, que ejercieron a modo de airbag. Aterrorizados, vieron como su malherido acompañante intentaba salir del carruaje, olvidándose completamente de ellos y siendo atravesado por una enorme zarpa, salpicándolos con su sangre.

No se atrevían a moverse, apenas a respirar, y los ruidos en el exterior de la carne desgarrándose hacían de la situación aún más tétrica. Pero cuando los sonidos pararon, sintieron una mayor opresión.

Una garra destrozó la puerta y parte del lateral del carruaje, dejando paso a un enorme hocico que olisqueó el interior. Luego se retiró, para alivio de los hermanos, pero una zarpa llegó a continuación, intentando llegar hasta ellos.

Se apretaron contra el fondo del carruaje, tapándose la boca para no gritar, pero la garra se iba acercando a medida que la estructura de madera cedía al enorme cuerpo del animal, que también provocaba el peligroso balanceo del vehículo. Y en uno de esos balanceos, una abertura se abrió frente a ellos, que aprovecharon la ocasión para deslizarse por ella, dejando sus pocas pertenencias atrás.

Un nuevo balanceo estuvo a punto de aplastarlos, pero salieron a tiempo de debajo del carromato, arrastrándose como pudieron. Allí se encontraron un espectáculo que no deberían ver dos niños de siete años. Dos enormes osos con un cuerno en la cabeza devoraban los caballos que habían arrastrado el carruaje. Otros tres daban cuenta de los cuerpos de los soldados que no habían conseguido huir, y sus monturas, mientras que otro buscaba presas en el interior del carruaje, sin saber que habían escapado de allí.

Se quedaron paralizados, en shock, siendo la niña la primera en reaccionar y arrastrando a su hermano hacia el bosque, corriendo a través de éste para salvar sus vidas. Pero el oso que los buscaba oyó el sonido de sus pisadas y salió corriendo tras ellos.

La bestia era mucho más rápida y pronto los alcanzó, pero intentando pasar entre los mismos dos árboles que ellos quedó por unos instantes atrapada, permitiéndoles recuperar la ventaja. Sin embargo, estaban agotados. Correr con todas sus fuerzas les había dejado sin aliento.

Descubrieron una cueva y entraron, con la esperanza de encontrar un lugar en el que esconderse, lo suficientemente pequeño para que el oso no pudiera pasar. Pero no les dio tiempo a buscarlo, pues su perseguidor pronto les volvió a dar alcance.

Desesperados, le lanzaron las piedras que encontraron, pero no podían dañar a un ser de nivel 30 con sólo unas piedras. Los osos no pertenecían a aquellos bosques, pero habían sido expulsados de sus tierras por machos más poderosos que ellos, y vagaban en búsqueda de un nuevo hogar.

El oso se acercó, seguro de haber atrapado a sus presas, pero una lanza le atravesó la espalda y un Muro de Fuego se interpuso entre él y los asustados niños. Se giró para encontrarse con otra lanza que se clavaba en su piel y le quemaba, y aulló lleno de rabia, antes de embestir hacia el hombre que parecía haber surgido de la nada para disputarle su comida.



Eldi había vuelto a la cueva para seguir explorándola y buscar otras vetas de mineral. Gracias al mapa sabía exactamente qué partes había explorado y cuáles le faltaban por explorar, así que había pasado gran parte del día marcando las vetas para su asistente.

No eran unas cuevas excesivamente extensas, así que acabó durante aquella tarde y se estaba tomando un descanso antes de explorar la otra cueva, cuando los sonidos de pasos y gritos lo alertaron.

Lanzó de nuevo la cuerda y bajó por ella, para encontrarse con un enorme oso nivel 30 que tenía acorralados a dos niños. No lo dudó, y usó Jabalina dos veces seguidas, además de un Muro de Fuego para proteger a los pequeños. Luego empuñó su hacha mientras el enorme animal se volvía hacía él.

Su adversario tenía entre 2 y 3 niveles más que él, pero no era la primera vez que se enfrentaba a un ser de nivel superior al suyo. Su mayor preocupación era alejarlo de los niños, así que, después de esquivar la embestida del oso, rápidamente usó Poder del Topo para formar una línea defensiva entre ellos y el animal, además de varios Muros de Tierra para ocultar las trampas.

Regreso a Jorgaldur Tomo I: el mago de batallaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora