Los condes de Tenakk

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Un hombre estaba en medio de la habitación, atado con cuerdas que iban de sus pies y manos al suelo y al techo. Estaba completamente desnudo y había heridas por todo su cuerpo. Latigazos, cortes, quemaduras o golpes se distribuían por todo él, y su vida estaba al 50%.

Para su sorpresa, pudo ver que era nivel 7 en peletería mágica, lo que lo convertía en un maestro capaz de enseñar a otros. Y su nivel era 20, siendo el oficio de cazador.

Eldi se acercó al hombre, que no podía verlo, pues sus ojos, que parecían haber perdido todo rastro de vida, miraban el suelo. Y aunque se escuchaban diferentes, cuando oyó las pisadas creyó que volvían para torturarlo.

–¿Qué está pasando aquí?– le preguntó a la víctima una voz desconocida, al mismo tiempo que ésta parecía recuperar las fuerzas.

Miró incrédulo hacia el frente, para encontrarse con el rostro preocupado de un hombre que no había visto nunca, y que lo estaba curando.

–¿Quién... Quién eres?

–Me llamo Eldi. Dime, ¿qué está pasando aquí?– repitió la pregunta.

–Los... condes... Me exigieron que arreglara las estaciones mágicas... ¡Pero es imposible! Deberían... estar en su sitio. Y la condesa mandó atarme... Y empezó a torturarme– balbuceó el hombre, antes de entrar en pánico –. ¡Dina! ¡Mi hija, tienes que salvarla! ¡Por favor! Sólo tiene seis años...

Lágrimas aparecieron en los ojos del hombre, que había recuperado un poco de vitalidad, de esperanza.

–Cálmate, ¿qué pasa con tú hija?

–El conde... en la habitación del fondo...le gustan las niñas pequeñas... y...– sollozó, incapaz de seguir.

Eldi creía que no podía sentir más rabia, pero se había equivocado. Aquello iba incluso más allá de lo que había visto hasta ahora.

–¿Toda la familia está tan podrida?– masculló para sí.

Cortó la cuerda de la mano derecha con una daga y se la dio a al hombre para que se liberara a sí mismo, mientras él se dirigía hacia la puerta. Le había curado una parte de la vida perdida y le había aplicado Regenerar, Cuerpo de Acero, Aura Eléctrica, ¿Proyectiles a mí?, ¿Magia a mí?, ¿Espejo Mágico? y Puños de acero, esperando que con eso pudiera valerse por sí mismo. Ahora había algo más urgente que atender, algo que horrorizaba a Eldi. Pero cuando se dirigía hacia la puerta, la mujer volvió.

–Oh, vaya, tenemos una rata. ¿Quién eres tú?– se enfrentó a él la condesa, segura de su superioridad ante alguien que estaba 7 niveles por debajo de ella.

Eldi miró con caras de poco amigos a la maga nivel 35 que acababa de llegar. Era un rival peligroso pero no imposible, pues los magos son vulnerables a los ataque a melé, y suelen tener problemas contra los guerreros si no pueden mantener la distancia. Además, ahora estaban relativamente cerca y en un espacio cerrado con múltiples sitios donde esconderse.

Lo que le sorprendió es que la maga empezara a recitar un encantamiento muy poderoso pero largo, algo que ningún mago experto haría sin cobertura, pues era un grave error.

Temiendo que pudiera ser algún tipo de trampa, Eldi cogió un pequeño jarrón y se lo lanzó a la condesa, con el efecto de golpearle la cabeza e interrumpir su encantamiento. Incrédulo, vio como ella no era capaz de esquivarlo. De hecho, ni siquiera había tomado medidas defensivas. Puede que sus estándares del juego fueran un poco elevados, pero la forma de actuar de la condesa le pareció prácticamente ridícula. Sin embargo, al igual que sus hijos, no tenía experiencia en batallas reales, sólo en prácticas contra animales atrapados previamente, o prisioneros atados que eran ejecutados por ella misma.

–¡¿Cómo te atreves?! ¡Cuándo Walia acabe con la niña, le voy a hacer que me ayude a torturarte hasta que pidas que te matemos!– exclamó, furiosa por haber sido golpeada.

La mención de la niña recordó al hombre que no tenía tiempo que perder, además de hacerle sentir un profundo odio hacia aquella mujer. Sacó una lanza y, como había hecho con los hijos de ésta, usó Jabalina contra ella. La atravesó ante la incredulidad de ésta, que acabó perdiendo la cabeza tras el uso de Decapitar.

Sin tiempo para pensar en lo que acababa de hacer, Eldi miró al hombre, que había liberado la otra mano y estaba cortando frenéticamente la cuerda de una de sus piernas. Éste le devolvió la mirada, con los ojos suplicando que se diera prisa, sin necesidad de decir una palabra. De inmediato, salió corriendo de la habitación, y dejando el cuerpo decapitado de la condesa atrás.

Pronto, llegó hasta una puerta y la abrió, pero no había nadie. No obstante, escuchó voces en la habitación contigua y salió corriendo hacia ésta.

–Quiero ir con papá...– sollozó una niña.

–¡Plaf!

El sonido de la bofetada la hizo callar.

–Cierra la boca y haz lo que te digo– ordenó un hombre de mediana edad.

De pronto, la puerta se abrió de golpe y Eldi encontró al conde vestido sólo con una bata y tratando de quitarle la ropa a una niña con el rostro cubierto de lágrimas. El conde se giró sorprendido, pero no tuvo tiempo para nada más que ver los ojos que lo miraban con un profundo desprecio, con repulsa, pues el golpe de un martillo lo envió contra la pared.

El conde era nivel 25, y Propulsar le había ocasionado bastante daño, además de aturdirlo. No sólo había sido el golpe directo del martillo, sino el impacto contra la pared.

–Dina, soy un amigo de tu padre. Él vendrá pronto, pero por ahora cierra los ojos, yo me ocuparé de todo. ¿De acuerdo?– le pidió a la niña con amabilidad.

Ella asintió con sus ojos enrojecidos y los cerró obedientemente, apretándolos con fuerza y colocando sus manos sobre ellos. Quizás por instinto, quizás por haberle quitado de encima aquel hombre desagradable, o quizás por el tono amable, pero la niña había decidido confiar en el desconocido.

Aprovechando que ya no miraba, el visitante remató sin perder tiempo al conde, que no fue capaz de oponer más resistencia que sus lamentos. Dejó la marca en su frente y cogió a la niña en brazos, poniendo su cuerpo entre ella y la escena sangrienta que había dejado a su espalda.

Regreso a Jorgaldur Tomo I: el mago de batallaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora