No tenía ni idea de cómo podía salir de esa situación, pero no tenía otra opción que luchar. Así que se acercó a la entrada y apoyó el hacha contra la pared, a la que seguirían un par de lanzas poco después. Finalmente sacó el arco y esperó.
No pasó mucho tiempo antes de que la primera hormiga, de nivel 5, asomara y fuera recibida con flechas y fuego. Siendo nivel 5, no tardó en caer, pero añadir fuego a cada flecha suponía un gasto considerable de maná, incluso con la poción de regeneración. Así que dejó arco y flechas en la pared y cogió el hacha, mientras sus asistentes recogían los restos y las flechas.
Dos hormigas entraron esta vez, así que añadió hielo al hacha, se acercó a ellas y usó Hacha Danzante. Las hormigas no se retiraron, recibiendo ambas bastante daño directo y de hielo, que parecía ser más efectivo que el fuego en ellas. Las remató con golpes normales, recibiendo a su vez algo de daño.
Iba a curarse, pero prefirió probar con Toque Vampírico. Otras dos hormigas entraron en cuanto su asistente hizo suficiente sitio, y las atacó con golpes normales, reservando maná y energía. Eran lentas y podía esquivar muchos de los ataque, aunque no todos. Al fin y al cabo eran dos, un lugar estrecho y él un guerrero novato. Sin embargo, el hechizo era suficiente para ir contrarrestando el daño. Y en cuanto los cuerpos se retiraron, entró una de metro y medio, nivel 6.
Había pasado varias horas luchando contra hormigas de un metro de altura, y algunas de dos. Quizás más de un día entero. Y había perdido la cuenta de hormigas atravesadas, cortadas, aplastadas, quemadas y heladas. Puede que mil. Puede que más.
Había usado flechas cuando tenía maná de sobra y cuerpo a cuerpo inmediatamente después, para tener maná siempre disponible. Y ya no recogía los cuerpos, pues esperaba que las propias hormigas los apartaran y tener unos preciosos segundos de descanso, aunque no era el cansancio el único problema.
Había matado a cientos de hormigas y recibido numerosas heridas, y si bien Toque Vampírico lidiaba con la curación, ni sus protecciones ni sus armas podían ser reparadas allí. Una lanza estaba rota y otro par por debajo del 20%, muchas flechas inutilizadas, y tanto el martillo como el hacha estaban ligeramente por encima del 40%. De su armadura, había piezas a un 20% y otras a un 95%, y otras dos que se habían roto del todo, concretamente un guante y una hombrera.
Pero no todo eran malas noticias. Aunque los seres de un nivel menos dan la mitad de la experiencia necesaria (un cuarto si son dos y así sucesivamente), después de matar cientos de hormigas nivel 5 y algunas 6 o 7, había logrado subir su nivel desde 6 hasta 9, lo que ahora le daba una ventaja importante contra los insectos. Aunque eso no parecía importarles y seguían atacando.
También había subido la afinidad de Cuerpo de acero, que estaba ahora en 8. E incluso Muro de Tierra a 9, pues se había empezado a quedar sin flechas y, cuando tenía maná suficiente, lo aprovechaba para crear varios muros y les aplicaba hielo, bloqueando la entrada. Sólo ganaba un poco de tiempo, pues las hormigas son hábiles en escavar, pero poder descansar era crítico. Y por eso mismo había dejado de usar sus habilidades, pues ya sólo le quedaban dos pociones de regeneración y prefería reservarlas.
El primer hechizos desbloqueado había sido Toque Eléctrico, similar a los otros Toque, pero que desaparece tras un sólo golpe y aturde al enemigo un segundo, y que estaba en afinidad 10.
El segundo fue ¿Proyectiles a mí?, de afinidad 4. Protege de los siguientes proyectiles (tantos como afinidad) si son del mismo nivel o inferior, mientras que la protección va decreciendo un 10% por cada nivel superior.
–Así como decrece el gusto en los nombres– se había dicho a sí mismo.
Y por último, ¿Magia a mí?, de afinidad 5 y equivalente al anterior, pero que protege de ataques mágicos a rango en lugar de físicos.
En cuanto a las habilidades, la primera era Equilibrio, que permite recuperarse de una caída instantáneamente, provocada o no, con afinidad 5 y con tiempo de recarga de un minuto.
Luego había desbloqueado Poder Canguro, de afinidad 6 y que permite dar un salto de poco más de 3 metros en afinidad 10, o sólo un metro en 1. Ideal para alcanzar la rama de un árbol si te persigue un oso.
Y, finalmente, Provocar, que centra la hostilidad de los enemigos en uno mismo, liberando de la presión a los compañeros. Él solía ser el tanque en su grupo de tres, así que la había usado mucho y su afinidad estaba en 10, dándole un rango de veinte metros.
Además, ya en nivel 8, había empezado a usar las armas a las que no tenía afinidad, subiéndolas todas a 4, menos el arco en 5, y el puñal y el escudo en 3. Y se habían dañado bastante. Era más torpe en su uso, pero suficiente con las hormigas nivel 5.
Un agujero en el último de los muros le indicó que el descanso se había acabado y clavó el mandoble en un ojo de la cabeza que asomaba. No le costó mucho acabar con ella ni con las diez que siguieron, pues la diferencia de nivel empezaba a ser importante, y ya sabía exactamente cuáles eran sus puntos débiles y sus movimientos. Ni siquiera las soldado eran ya un problema, a pesar de que al principio le habían sido más complicadas y le habían infligido más de una fea herida.
Estaba a medio camino del nivel 10, pero la experiencia aumentaba muy poco a poco debido a la diferencia de nivel, así que tendría que acabar con unos cientos más para conseguirlo, si no sucumbía al agotamiento. Pero mientras pensaba en ello, intentando olvidarse del cansancio acumulado y el estrés, se extrañó de que las hormigas ya no entraran ni sacaran los cuerpos.
Mandó a su asistente a recoger los restos para abrirse camino hasta la entrada y, una vez limpio, se asomó al exterior con cuidado, encontrándose con un espectáculo dantesco. La tenue luz del anochecer iluminaba los cientos de cuerpos apilados en los alrededores, mientras que unas pocas vivas, a lo lejos, se refugiaban en el hormiguero y lo sellaban.
Su asistente empezó el trabajo de disección y recolección de los cadáveres inmediatamente, sin abrumarse ante la magnitud de la tarea. Eldi se acercó lo suficiente a los cuerpos para marcarlos y se refugió en la cueva. No se atrevía a volver, a recorrer el largo camino hasta el portal verde durante la oscuridad de la noche.
Sin atreverse a dormir por segunda noche consecutiva, se quedó mirando como su asistente iba y venía continuamente desde el fondo de la cueva, y mientras la lámpara iluminaba un poco más allá.
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Regreso a Jorgaldur Tomo I: el mago de batalla
FantasyCuando muere en su cama debido a su avanzada edad, aún recuerda a una NPC de un MMORPG que jugó en su juventud, sin entender por qué nunca ha podido olvidarla. Pero cuando vuelve a abrir los ojos, se encuentra con la ruinas de lo que era el inicio d...