📖OCHENTA Y NUEVE📖

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Para cuando termino el descanso, Ymir hizo una rabieta con mi profesor esperando que la dejara quedarse, pero, para empezar, ya era demasiada distracción que estuviera en la escuela, así que con toda la educación que pudo la corrió del salón. Gracias a Historia, ni aquellos con sangre real eran tratados diferente de como cualquier otra persona, lo que era una ventaja y una desventaja por igual.

El resto de la tarde escolar, me distraje avanzando en el diario de mi padre, últimamente no desaprovechaba ninguna oportunidad de hacerlo, sobre todo porque había llegado al punto en el que se narraba la existencia de cada una de las conspiraciones que confirmaban que había habido una época en la que la Legión de Reconocimiento fue el enemigo público #1, tal y como había descubierto en el museo.

Terminado el día escolar, casi salía corriendo al encuentro de mis padres y de nuestros amigos: los Jeager y los Arlert nos acompañarían a donde Niccolo para mi tradicional festejo de cumpleaños.

-¿Qué tal tu día, Koinu? - Pregunto Ami apenas llegue a su lado. Levi me saludo revolviendo un poco mi cabello y regalandome su típica sonrisa diminuta.

-Bastante bien, Ymir se pasó por aquí un rato - Le conté emocionado.

Aún no me decidía si era buen momento para sacar el tema del regalo de Ymir, así que opte por contar sobre el regalo de Niggel - que por cierto, no nos acompañaría porque su madre aun estaba molesta con él-, y sobre el pequeño gran picnic que hicieron entre todos con mis comidas favoritas. Todo el mundo comentaba nuestro día, sobre todo porque Carla y Kikyō también habían contado parte del día mientras emprendiamos la marcha camino al restaurante de Niccolo; debía ser una cosa extravagante que un grupo tan grande y variado paseara por la ciudad, lo decía porque en todo el camino todo el mundo se detenía a vernos (aunque claro quizá era porque no ha diario se veía a los miembros de la Legión de Reconomiento andando por la ciudad); como fuese no me molestaba algo de atención el día de mi cumpleaños.

-¡Bienvenidos! - saludo Niccolo.

Como cada año (sí, yo le caía especialmente bien a Niccolo) ya nos esperaba ansioso en la puerta; ahora que lo pensaba, de hecho, no haber venido este año le habría roto el corazón, así que después de todo, quizá acceder al trato de mi madre no estaba tan mal.

-¡Hola! - saludamos todos en un caos de ruido.

Con los años el chef se había acostumbrado a nuestro escandalo característico, así que ahora el mismo se nos unía de vez en cuando. Nos saludo a todos, uno por uno, a mi me felicito y luego nos llevo a nuestra sala privada donde ya nos esperaban los meseros para servirnos.

Antes de tomar asiento, Kikyō me susurro una idea:

-Deberías estrenar tu cámara...

Por un instante me perdí en la sensación de su voz intentando llegar a mi oído. Siempre olvidaba que era menor que yo y solo su estatura me lo recordaba. Sonreí.

-¡Es buena idea!

Mientras todos se acomodaban, saque la cámara y comencé a tomar mis primeras fotos con ayuda de Kyo - me explico como funcionaba y como era mejor tomar las fotos -, incluso logré atrapar desprevenido a mi padre. Todos sin duda salieron mal al inicio, pues no les había avisado, pero cuando se dieron cuenta de lo que hacía comenzaron a posar y a divertirse con sus tonterías (¿Cómo podían ser adultos?). Estaba por tomar una última foto cuando:

-¿Sorpresa anual o comida preferida? - me pregunto el marleyano con curiosidad.

Era un juego absurdo, pues no importaba realmente mi respuesta, siempre hacía algo para sorprenderme y eso me encantaba, pues me hacía sentir cerca de mí primer hogar.

-La verdad, este año vengo con ganas de sorpresas - respondí divertido. Tomé asiento en mi lugar, aunque apenas si podía comportarme de lo emocionado que estaba.

-Okay, lo de siempre - bromeó Niccolo chasqueando los dedos y escapando por la puerta que daba a la cocina.

Lo seguí con la mirada y deje mi vista clavada en la puerta esperando a que volviera en menos de 5 segundos.

-La cocina no desaparecerá - me dijo Levi poniéndome una mano en la cabeza para obligarme a girar.

-No estoy seguro, bien podría ser esto un sueño y yo ni lo sabría - objete intentando jugar con él.

Yo estaba de excelente humor, Levi estaba de buen humor, todo el mundo estaba de buen humor.

-¡Tranquilo, Koinu!, si te pellizco la mejilla verás que es real - amenazó Ami acercándose peligrosamente a mis mejillas.

-¡Mamá, no! - me queje mientras corría a cubrirme con las manos.

-¡Mamá, si! - dijo ella con una risilla traviesa.

Estaba tan metido en mi pequeña burbuja familiar que no note que todo el mundo se había callado y admiraba la escena con una pequeña sonrisa en la cara.

-¿Qué pasa? - pregunté intentando mantener la calma.

Ami me jalo la mejilla aprovechando mi distracción y yo solté un quejido, provocando una risa de Levi.

-Nada, nada. - se apresuró a decir Armin - Es solo que sigue siendo raro ver a la gran Doctora Ami comportarse como madre...

-¡Pero si siempre fue la mamá del grupo! - alegó una voz conocida, desde la puerta por la que habíamos entrado. - ¿O me equivoco, Levi?

-Por primera vez le doy la razón a la cuatro ojos - aceptó mi padre.

Hange se pasó por detrás mío y chocó la mano conmigo, antes de ir a su habitual lugar. A decir verdad, todos estábamos donde siempre en aquella mesa larga y rectangular: en la esquina izquierda, de espaldas a la puerta estábamos Ami y Levi, conmigo en medio de ellos; la punta de la mesa la reservamos para Niccolo; frente a nosotros estaba el lugar de Hange; a su izquierda hiba Eren, Carla, Hannes y Mikasa; a la derecha de Levi estaba Armin, luego Kikyō y Michele; dejando libres 2 lugares al final de la mesa, por si Connie o Jean decidían acompañarnos.

-¿Por qué me cuesta creer eso? - pregunté con cierto sarcasmo.

-Tienes aquí a 5 buenos testigos - comentó Armin.

Estaba por pedir detalles de mi madre siendo la mamá de los pollitos cuando los meseros hicieron acto de presencia encabezados por Niccolo con los primeros platillos del día.

-Nueva receta, recién llegada de un amigo mío en Marley - comenzó a presumirnos mientras nuestros platos llegaban a nosotros.

-Se me hace agua la boca - comente casi dando saltitos en mi asiento.

El platillo se veía como todos en Marley: refinados, decorados elegantemente y hasta con colores a juego, nada como lo que comúnmente comía; pero lo importante era el sabor, incluso desde el primer bocado te transportaba a un recuerdo o a una sensación completamente inexplicable.

Levi's diaryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora