El huevo y el ojo

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HARRY POTTER PERTENECE A JK ROWLING

Leeré yo_ dijo Molly.

Mejor que lo haga alguien más_ dijo Harry luciendo muy incómodo.

Por qué_ preguntó Molly, desconcertada y no era la única.

Lo sabrán leyendo_ dijo Harry.

Entonces leeré yo_ dijo Parvati_ le y usted el próximo, qué le parece_ le preguntó a Molly, que aceptó a regañadientes.

El huevo y el ojo_ leyó.

Me alegra que al fin descubras la pista_ dijo Arthur_ pero a qué se refiere con el ojo_ preguntó.

Supongo que se explicara_ dijo Harry.

Como Harry no sabía cuánto tiempo tendría que estar bañándose para desentrañar el enigma del huevo de oro, decidió hacerlo de noche, cuando podría tomarse todo el tiempo que quisiera.

Buen plan_ aprobó Moody.

Gracias, señor_ dijo Harry.

Aunque no le hacía gracia aceptar más favores de Cedric, decidió también utilizar el cuarto de baño de los prefectos, porque muy pocos tenían acceso a él y era mucho menos probable que lo molestaran allí.

Bien pensado_ dijo Sirius_ me alegra que no dejes que el orgullo nuble tu juicio.

No podía arriesgarme a que me encontraran_ dijo Harry, pensando que ojalá no hubiera usado ese baño, puesto que ahora todos sabrían lo que pasó.

Harry planeó cuidadosamente su incursión. Filch, el conserje, lo había pillado una vez levantado de la cama y paseando en medio de la noche por donde no debía, y no quería repetir aquella experiencia.

Tampoco quiero que la repitas_ dijo Remus_ así que espero que tengas mucho cuidado.

Así fue_ aseguró Harry.

Desde luego, la capa invisible sería esencial, y para más seguridad Harry decidió llevar el mapa del merodeador, que, juntamente con la capa, constituía la más útil de sus pertenencias cuando se trataba de quebrantar normas.

No nos lo recuerde_ dijeron los profesores mirándolo mal, recibiendo una sonrisa inocente de Harry.

Y aun así no quieren quitárselo_ murmuró Umbridge.

Sabes que no es posible_ le dijo Minerva.

El mapa mostraba todo el castillo de Hogwarts, incluyendo sus muchos atajos y pasadizos secretos y, lo más importante de todo, señalaba a la gente que había dentro del castillo como minúsculas motas acompañadas de un cartelito con su nombre. Las motitas se movían por los corredores en el mapa, de forma que Harry se daría cuenta de antemano si alguien se aproximaba al cuarto de baño.

Te daría tiempo de esconderte_ asintió Lee.

Por suerte no lo necesite_ dijo Harry_ al menos no de alguien que fuera a delatarme_ murmuró.

El jueves por la noche Harry fue furtivamente a su habitación, se puso la capa, volvió a bajar la escalera y, exactamente como había hecho la noche en que Hagrid le mostró los dragones, esperó a que abrieran el hueco del retrato. Esta vez fue Ron quien esperaba fuera para darle a la Señora Gorda la contraseña («Buñuelos de plátano»). —Buena suerte —le susurró Ron, entrando en la sala común mientras Harry salía. En aquella ocasión resultaba difícil moverse bajo la capa con el pesado huevo en un brazo y el mapa sujeto delante de la nariz con el otro. Pero los corredores estaban iluminados por la luz de la luna, vacíos y en silencio, y consultando el mapa de vez en cuando Harry se aseguraba de no encontrarse con nadie a quien quisiera evitar.

La historia del trio de oroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora