El número 12 de Grimmauld Place

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HARRY POTTER PERTENECE A JK ROWLING

¿Quién quiere leer ahora?, preguntó el director.

Lo haré_ dijo Luna, recibiendo el libro.

El número 12 de Grimmauld Place_ leyó con una sonrisa, mientras Harry esperaba que no salieran los pequeños gritos que les dio a sus amigos.

—¿Qué es la Orden del…? —preguntó Harry. —¡Aquí no, muchacho! —gruñó Moody—. ¡Esperamos que estemos dentro! Moody le arrebató a Harry el trozo de pergamino y le prendió fuego con la punta de la varita. Mientras las llamas devoraban el mensaje, que cayó flotando al suelo, Harry volvió a mirar las casas que había a su alrededor. Estaban delante del número 11; miró a la izquierda y vio el número 10; a la derecha, sin embargo, estaba el número 13. —Pero ¿dónde está…?

Buena pregunta_ dijo Blaise_ donde la casa debería estar entre el 11 y el 13.

Está ahí_ dijo Albus_ pero solo los que la conocen pueden verla.

—Piensa en lo que acabas de memorizar —le recordó Lupin con serenidad. Harry lo pensó, y en cuanto llegó a las palabras «número 12 de Grimmauld Place», una maltrecha puerta salió de la nada entre los números 11 y 13, y de inmediato aparecieron unas sucias paredes y unas mugrientas ventanas. Era como si, de pronto, se hubiera inflado una casa más, empujando a las que tenía a ambos lados y apartándolas de su camino.

Eso es genial_ dijo Neville.

Entonces solo tenemos que pensar en la dirección y aparecerá la casa_ preguntó Adrián.

Hasta ahora_ dijo Sirius_ le pondré otra clave_ informó decepcionando a varios.

Harry se quedó mirándola, boquiabierto. El equipo de música del número una vez seguía sonando. Por lo visto, los muggles que había dentro no habían notado nada.—Vamos, deprisa —gruñó Moody, empujando a Harry por la espalda. El chico subió los desgastados escalones de piedra sin apartar los ojos de la puerta que acababa de materializarse. La pintura negra estaba estropeada y arañada, y la aldaba de plata tenía forma de serpiente retorcida.

Los Black son orgullosos Slytherin_ dijo Narcissa.

Esa casa no suena como una de sangre pura_ dijo Marcus_ sin ofender_ añadió rápidamente.

Ha estado abandonada mucho tiempo_ explicó Sirius_ debían verla cuando la familia era grande_ dijo_ aunque yo la odiaba_ murmuró.

No había cerradura ni buzón. Lupin sacó su varita y dio un golpe con ella en la puerta. Harry oyó unos fuertes ruidos metálicos y algo que sonaba como una cadena. La puerta se abrió con un chirrido. —Entra, Harry, rápido —le susurró Lupin—, pero no te alejes demasiado y no toques nada.

Por qué no puede tocar nada_ preguntó Collin.

Nunca sabes lo que podría matarte_ contestó Harry, haciendo reír a todos, hasta que vieron los serios que estaban los de la orden y el trío.

Es verdad_ preguntó Luna, todos asintieron.

Harry cruzó el umbral y se sumergió en la casi total oscuridad del vestíbulo. Olía a humedad, a polvo ya algo podrido y dulzón; la casa tenia toda la pinta de ser un edificio abandonado. Miró hacia atrás y vio a los otros, que iban en fila detrás de él; Lupin y Tonks llevaban su baúl y la jaula de Hedwig. Moody estaba de pie en el último escalón soltando las bolas de luz que el apagador había robado de las farolas: volvieron volando a sus bombillas y la plaza se iluminó, momentáneamente, con una luz naranja; Entonces Moody entró renqueando en la casa y cerró la puerta, y la oscuridad del vestíbulo volvió a ser total. —Por aquí… Le dio unos golpecitos en la cabeza a Harry con la varita; Esta vez el muchacho sintió que algo caliente le goteaba por la espalda y comprendió que el encantamiento desilusionador había terminado. —Ahora quédense todos quietos mientras pongo un poco de luz aquí dentro —susurró Moody. Los murmullos de los demás le produjeron a Harry una extraña aprensión; Era como si acabaran de entrar en la casa de alguien que estaba a punto de morir. Oyó un débil silbido, y entonces unas anticuadas lámparas de gas se encendieron en las paredes y proyectaron una luz, débil y parpadeante, sobre el despegado papel pintado y sobre la raída alfombra de un largo y lúgubre salón, de cuyo techo colgaba una lámpara de cristal cubierta de telarañas y en cuyas paredes lucían retratos ennegrecidos por el tiempo que estaban torcidos. Harry oyó algo que correteaba detrás del zócalo. Tanto la lámpara como el candelabro, que había encima de una mesa desvencijada, tenían forma de serpiente. Oyeron unos rápidos pasos y la madre de Ron, la señora Weasley, entró por una puerta que había al fondo del vestíbulo. Corrió a recibirlos con una sonrisa radiante, aunque Harry se fijó en que estaba mucho más pálida y delgada que la última vez que la había visto. —¡Oh, Harry, cuánto me alegre de verte! —susurró, y lo estrujó con un fuerte abrazo; luego se separó un poco de él y lo examinó con ojo crítico—. Estás paliducho; Necesitas engordar un poco, pero me temo que tendrás que esperar hasta la hora de la cena.

La historia del trio de oroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora