Capitulo 409

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- Venga, ¿ya está?

Pregunto dulcemente atrapando su cara con mis manos. Perdí la noción del tiempo dándole cobijo, y no tengo idea cuanto rato hace que estamos aquí.

Sorbe la nariz una vez más y asiente con la cabeza.

- ¿Te acuerdas de nuestra charla en el hotel?

Otro gesto de afirmación.

- Creí que habíamos dejado el tema aclarado. ¿Qué cambió?

A: Ahora estás con el bombo.

- Sí... Y aquel día yo te dije que quería tener otro hijo, además de vosotras. Nunca te mentí, Alba.

A: No vas a ser capaz... y no te culpo por ello, pero es que vas a tener a tu propio bebé en tus manos y no vas a poder vernos con los mismos ojos, nosotras no somos tus hijas.

Sus ojos vuelven a encharcarse, pero ahora me habla llena de dolor, dejando la rabia a un lado.

- Imaginemos que tienes razón. ¿Qué ganas con alejarme de ti siete meses antes? ¿crees que va a dolerte menos cuando nazca y yo os deje de dar todo de mí?

A: Sí.

- Yo pienso que va a dolerte igual, y que te estas privando de este tiempo en que puedo seguir siendo tu mamá. ¿O vas a negarme que te gusta que lo sea?

Se encoge de hombros.

- Si yo fuera tu, aprovecharía el tiempo al máximo, aunque luego vaya a darme contra la pared.

Sonrío al notar la inconformidad de mi respuesta, supongo que se esperaba que negase sus argumentos.

- Ahora es tu turno.

Me mira confundida.

- Yo ya me puse en tu lugar. Ya simulé darte la razón y proponerte una solución. Ahora te toca a ti entenderme a mí.

A: Es lo que he hecho todo el día, por eso te digo que no vas a conseguirlo, yo también preferiría ser madre biológica.

- Vale. Ahora dime otra cosa, si viene un psicopata y te dice que va a cortarte un dedo, ¿Cuál prefieres que te arranque?

A: ¿Estas loca, mamá?

- Puede que un poco, y sobretodo muy cansada, pero quiero que me digas cuál escogerías.

A: Ninguno, ¡¿Cómo voy a elegir entre mis propios dedos?!

- Al índice tienes que salvarlo, es el que más se usa, y creo que luego el pulgar, y después...

A: Se te fue la olla... estás divagando.

- No...

Ha llegado el momento de explicarme.

- Tu no puedes elegir que dedo prefieres perder, porque son tuyos, es tu mano, es parte de ti.

Su mirada expresa alivio. Por fin he entrado en razón.

- Yo tampoco puedo elegir entre mis hijos, sois todos, o todas, parte de mí.

Aseguro.

- Ya te lo dije aquella vez, mi amor no se divide, se multiplica, y lo único que te pido es que me des la oportunidad de demostrártelo. Si el tiempo te da la razón, vas a sufrir tanto como si decides apartarme de tu vida ahora, pero si me la da a mi, ambas vamos a estar bien.

Propongo.

A: Es que no vas a poder, si eso es lo que me duele, yo sé que tú quieres que nada cambie, pero eso es imposible.

Vuelve a quebrarse.

- Es imposible si tú no me dejas intentarlo.

Suspira.

- Por favor.

Le ruego.

- Cada vez que te carcoman las dudas, habla conmigo. Si te agobias, recurre a mí, si los fantasmitas en tu cabeza te atormentan, búscame... porque este bebé.

Me toco la tripa.

- Va a ser tu hermano, te guste o no, y yo tú madre, aunque no lo quieras. Si las circunstancias no nos separan, no lo hagas tú.

A: La hostia que voy a darme...

- ¿Eso es un si?

A: Es un voy a intentarlo.

- No, yo quiero un si.

Le digo con voz infantil, sacándole la primera sonrisa.

A: Eres una pesada.

- Puedo ser mucho más.

Rueda los ojos.

- ¿Prometido?

A: Vas a conseguir que pueda odiarte.

Me hace reír.

- Prefiero que me odies por pesada.

A: Gracias.

- No te escapas con el agradecimiento. Prométeme que vas a dejar que te demuestre que nadie en el mundo va a ocupar tu lugar.

A: No me falles.

- Nunca.

A: Te lo prometo.

Vuelvo a abrazarla.

A: Te quiero mucho, mamá.

- Yo te quiero más.

Aseguro achuchándola, aunque la conocí grande, es mi niña.

Solo el amor nos salvará (tercera parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora