Capitulo 429

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+ ¿Qué esta pasando aquí?

Gaby irrumpe en la habitación preocupado. Perdí la noción del tiempo, pero imagino que nuestra charla se ha alargado lo suficiente como para que nuestra ausencia sea percibida.

+ ¿Por qué lloráis?

- Una charla de mujeres.

Digo abrazándome a él. Necesito sus brazos rodeando mi cuerpo. Que bien me siento entre ellos. Erika nos mira enternecida y el dudoso.

E: Ya te lo ha dicho Malú, y sabes que nos ponemos tontorronas fácilmente.

+ Ella sí, pero tú no.

- ¡Oye!

Protesto dándole un guantazo.

+ Es que es verdad, cielo, tú eres una llorica, pero a mamá apenas la he visto llorar.

E: Me emociona veros bien.

Zanja limpiando una vez más sus ojos con el borde de su mano.

E: Ya es tarde y tú padre seguro querrá irse a casa.

Cambia de tema, dispuesta a salir de la habitación.

- Ve.

Susurro en el oído de mi chico, necesito solo un momentito más a solas con su madre.

- Erika.

Se gira para mirarme.

- Gracias.

Insisto, abrazándome a ella. Es una mujer especial.

Narra Gaby

Tras despedir a todos subo con intención de colarme en la ducha con Malú. Me he quedado abajo recogiendo las últimas cosas y creo que no habrá mejor forma de acabar el día que haciéndola mía.

- Me has asustado.

Se queja pegándose a mi, mimosa. Hace un rato que está súper cariñosa y a mi me encantan nuestras demostraciones y arrumacos.

+ Lo siento, no era mi intención..

- ¿Y cual era tu intención?

+ Hacerte el amor.

Musito en su oído y la siento estremecer.

- Hazlo.

Confirma suplicante.

Recorro su piel dejando besos por el camino que me marcan sus lunares. Con mis manos atiendo sus pechos escuchándola suspirar y después de amarnos con placenteros preámbulos decido hacerlo de la forma más carnal y a la vez significativa que puede existir. Con unas pocas embestidas la siento llegar a las estrellas y no necesito más para alcanzarlas junto a ella. Tenerla desnuda y entregada a mí es lo único que requiero. Sus gemidos son música para mis oídos y sus besos la medicina que podría curarme de cualquier mal.

Darle un ultimo beso en el cuello antes de disponerme a lavarle la cabeza es lo que pretendo hacer ahora, pero mi intención se ve interrumpida cuando un puchero es el detonante de los sollozos que no tardan en aparecer con ella refugiada en mi pecho, mezclando sus lágrimas saladas con las gotas de agua que caen de la ducha, dejándome perplejo.

Solo el amor nos salvará (tercera parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora