Capitulo 471

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- ¿Qué escondes, Alba?

Repito la pregunta atacada. No puedo olvidarme de la noche que encontré una caja de laxantes entre su ropa, y todo lo que vino después. Intento mantener la calma, pero creo que hay temores que saltan a la primera.

P: Ten, cariño.

Mamá me quita el jarabe de las manos y se lo entrega a mi hija.

P: Págalo tú, luego yo te devuelvo el dinero.

Le pide perspicaz.

P: Y tú y yo yo vamos a mirar ya esos vestidos, que no tenemos tiempo que perder.

Sin darme tiempo a rechistar, me tira con ella fuera de la farmacia y camina por el centro comercial como si nada estuviese pasando.

- ¿Se te ha ido la cabeza? ¿Sabes lo que puede estar ocultando mi hija?

Me exaspero.

- Laxantes, test de embarazo, la píldora...

Enumero agobiada.

P: Podría estar comprando todo eso.

Me mira directamente a los ojos transmitiéndome la calma que necesito.

P: Pero está comprando condones.

Ríe haciendo que yo también lo haga. Suelto una bocanada de aire que estaba reteniendo. Y vuelvo a sonreír, negando por lo nerviosa que he llegado a ponerme, he pensado en todo, menos en eso.

P: Haces bien en preocuparte.

Sentencia.

P: Aunque es normal que le de vergüenza comprarlos frente a ti.

- Ya... es tan difícil ser madre de una adolescente... a veces siento que me viene grande, menudos sustos me ha dado esta chica.

P: Es difícil, si.

Concuerda.

P: Y es precioso.

Reflexiona.

P: Porque luego vendrá, tú te harás la tonta y verás la sonrisa más verdadera del mundo en su rostro cuando su cabeza esté únicamente en tu vestido...

No pongo en duda que así será.

P: Y porque llegará por las noches a tu habitación, contándote sus sentimientos y buscando tus consejos... porque te quiere con todo su corazón y sabe que tú eres su gran apoyo.

Sus palabras me guían, y sus ojos denotan nostalgia.

P: La admiración de un niño por sus padres es maravillosa, pero es falsa, es una idealización...

Explica.

P: En cambio los adolescentes, han dejado de pensar que eres perfecta, y cuando aún así te buscan, sabes que estás haciendo las cosas bien, y eso, Malú, es un triunfo en la maternidad.

Mamá me hace emocionar, siempre va impartiendo su sabiduría. Y yo la necesito... sus enseñanzas, sus consejos... No sé que haría sin mí madre.

P: Uy, esas hormonas, hija.

Sonríe enternecida cuando nota que con el lateral de mi mano impido la caída de una lagrima traviesa que pretendía escapar.

- Vamos a comprar ya.

Suplico.

- Que como me sigas hablando de la maternidad tendremos que nadar en busca de ese vestido.

Hago burla a mis propias emociones. Que pesada me tiene el embarazo. No hago más que lloriquear.

Solo el amor nos salvará (tercera parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora