Capitulo 472

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A: ¿Y mamá?

P: Ahí dentro, probándose.

Escucho como Alba le pregunta a Pepi por mi.

A: Gracias por sacarme del marrón.

No puedo verla, pero aseguro que sonríe ruborizada.

P: Que no pasa nada, es natural que tengáis relaciones y esta muy bien que uséis protección.

A: Ya, si lo sé, y mamá también... pero es que no me esperaba que me pille comprando... bueno, ya sabes.

P: Condones, niña, las cosas por su nombre.

Espeta con total naturalidad.

P: No te escondas tanto, a tu edad yo encontré a Malú en plena faena y el chiquillo no era ni su novio ni na'.

Su característico acento sevillano sale a relucir y yo me muero de vergüenza al recordarlo.

P: Pepe y yo regresamos antes de un viaje y tú madre estaba en nuestra cama.

La escucho soltar una carcajada.

P: Mira si no habrá sido sin vergüenza. Menos mal que Pepe pasó directo al estudio que teníamos en casa.

Yo no puedo creer que mi madre le cuente estas cosas a mi hija adolescente.

A: Si a mi eso me llega a pasar, ¿puedo mudarme contigo?

Pregunta graciosa.

- ¡Basta ya! Que os estoy oyendo.

Intervengo.

- No te pases de lista.

Miro a Alba.

- Y tú mamá deja de dar pormenores de aquel día.

Vuelvo a sentir que me ruborizo, han pasado años desde entonces, pero jamas volví a mencionar el tema con mi madre.

P: Mira, si se sigue poniendo colora'.

Me señala con sorna.

- ¡Dios!

Me quejo.

- Podéis verme ya el vestido y dejar de hablar de esto.

P: Ya, si aquí ninguna es ángel ni virgen.

La capulla disfruta al saber que Alba y yo queremos meter la cabeza bajo tierra, ojalá ser un avestruz ahora mismo.

A: Estas preciosa, mamá.

La adolescente busca cambiar el tema tanto como yo.

P: Lo siento, es que es veros las caras y reír.

Se disculpa. Ruedo los ojos y me giro hacia el espejo, mirando insegura la prenda que cubre mi cuerpo.

A: Te hace ver un poco pálida.

Ahora si, ambas se centran en mi.

P: Si, prueba con aquel.

Señala otra de las opciones.

- Vale.

A: Es verde.

Su cara es un cuadro.

- Sí, ¿ah que es súper bonito?

A: Que no será la gran boda, pero eres la novia, no puedes casarte de verde.

- Ya, es que con esta tripa el blanco me sienta fatal.

P: Que no.

Le da la razón a Alba.

P: Vamos a por otros blancos.

Sin dejarme rechistar desaparecen por la tienda, pidiéndole al dependiente más vestidos.

Yo me pongo otro que ni les enseño. Me queda fatal.

- Nada me gusta.

Le comento a mi madre frustrada.

- Me veo gorda y ridícula.

P: De eso nada, chiquilla. Cuesta verse bien a una cuando el cuerpo va cambiando, pero estas monísima.

Asegura.

A: Este.

Mi hija regresa con un vestido en la mano y la cara llena de ilusión. No es lo que creía que usaría, pero es precioso. Sonrío agradecida, aún no me lo pongo, pero sé que lo escogeré.

Me lo pruebo y ninguna dice nada. Ambas me miran embelesadas. Doy un giro sobre mi misma para lucirlo y sonrío.

- Vamos a pagar.

Digo decidida cuando vuelvo a mi chandal.

P: Ahora la lencería.

- No.

P: Claro que sí, hija. Tendrás que seducir a tu marido con un conjunto nuevo y resaltar tus encantos.

No pierde la oportunidad de hacerme ruborizar una vez más. Estoy segura que lo hace a posta. Puedo ver como se está esforzando por no explotar en una carcajada.

P: Cambiar esas caras, como si fuese un secreto que hacéis el amor.

Dispara sin tapujos. ¿La puedo matar?

Solo el amor nos salvará (tercera parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora