Solo el amor nos salvará (tercera parte)

Capitulo 518

Narra Malú

- Gracias, mami.

Sonrío amargamente arrastrando alguna lágrima con el filo de mi mano.

P: Que cara tienes, mi niña.

Apoya la bandeja del desayuno que me ha traído en la cama y besa mi frente con cariño.

P: Te he sentido dar vueltas por la cama toda la noche.

- Necesito a Gaby.

Admito totalmente rota.

P: Llámale.

Niego al mismo tiempo que sorbo la nariz.

- Esta enfadado.

Le recuerdo. Hemos tenido esta charla repetidas veces desde que le pedí que se fuera de casa.

- Dice que la egoísta soy yo.

Sigue sin entender que todo lo que pasó en su ausencia me vino grande, que le necesito a mi lado para poder estar a la altura.

- Además ahora no puedo decirle que Eva me pidió reposo. Ayer aseguré que todo estaba bien. Si sabe que le he mentido será peor.

P: Tarde o temprano tendrás que contárselo, Malú. Es el padre de la criatura y lo será siempre, sin importar lo que pase entre vosotros.

- Ya. Lo sé, pero ahora no podría aguantar su frialdad. Prefiero tenerle lejos que tenerle mal.

Sollozo.

Me sigue doliendo que ni me hizo caso cuando estuvo en Londres, pero todos cometemos errores y ahora lo único que necesito es estar con él. Sus besos, sus caricias, la calma que nadie más consigue darme, sus susurros en mi oído haciendo que me estremezca, su seguridad prometiendo que todo saldrá bien, sus manos recorriendo mi cuerpo con mimo y su mirada prometiendo que me ama.

- Soy una imbécil, mamá.

Me lamento cubriéndome la cara con las manos. Como si la mujer que me parió no supiera que estoy llorando. Jamas tendría que haberle dicho que se vaya.

- ¡Au!

El dolor que me produce la última contracción me obliga a apoyar mis palmas en el vientre.

Narra Gaby

Me bajo del coche en una estación de servicios. Hace poco más de una hora dejé Madrid atrás. Necesito un café y ya seguiré camino. Suspiro mientras llevo la taza a mi boca. El frío que hace agradece la temperatura del humo que desprende aquel oscuro líquido hirviendo.

Pienso en silencio en todo lo que ha pasado estos días. La rabia se mezcla con la decepción.

¿Qué hemos hecho de nosotros?

Me cuestiono de regreso al coche, sabiendo que cada kilómetro que avance me acerca un poco más a una batalla con ella de la cual no sé si podremos salir invictos.

Me acomodo en el asiento y cambio la lista de reproducción que venia escuchando hasta ahora. Su nombre se cuela en mi pantalla. Dejo que la llamada se pierda. Si vamos a declararnos la guerra, no será por medio del móvil.