Capitulo 511

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P: ¿Te has quedado más tranquila?

Se interesa mamá caminando por el parking del hospital. Eva dice que de momento está todo en orden, aunque recomienda que trate de relajarme un poco, no ve riesgo de parto prematuro a pesar de los excesivos movimientos de la pequeña, pero insiste en que no debo exponerme a tanto nervio, las cosas pueden cambiar de un segundo a otro.

- Sí, gracias por acompañarme.

P: ¿Cómo iba a perderme ver a mi nieta?

Sonrío.

P: ¿Te apetece ir a algún sitio?

- A casa. Le prometí a Cami que hoy haríamos un bizcocho para merendar.

P: Me parece un plan estupendo.

- Mamá.

Requiero su atención. Hemos hecho el trayecto de regreso en un silencio cómodo, opacado únicamente por la voz aflamencada de Alejandro.

- ¿En serio Gaby no te ha dicho nada?

Insisto cansina. Le he repetido varías veces la pregunta.

P: Que no, cielo.

Ella se mantiene firme en su respuesta.

- Si eres su cómplice para darme una sorpresa y que aparezca esta noche, prefiero que te la cargues a seguir así de triste.

Le ruego con un atisbo de esperanza.

Me mira compasiva y niega con un gesto.

P: Me encantaría hacerlo, Malú, pero tu chico sigue en Londres, o esta vez no he sido yo su confidente.

- Vale.

Acepto desilusionada.

- ¿Te quedas?

Más que una invitación es una súplica.

- No me apetece dormir sola hoy.

Me señala un bolso pequeño que tiene preparado en los asientos de atrás.

P: Ya sabía yo que iba a necesitarlo.

Besa mis mejillas.

P: Anímate, anda, que ahora tú te dedicas a hacer ese bizcocho con Cami y luego yo te preparo un puchero que tanto te gusta para esta noche.

- Gracias, mami.

P: Y veras como esa canción se posiciona en lo más alto de todas las plataformas.

No sé que haría yo sin el apoyo de mi madre.

- Ya estamos aquí.

Anuncio entrando en casa. Dejo las llaves en el recibidor y me quito el abrigo, fuera el frío cala los huesos.

E: ¿Qué tal os ha ido?

Mi suegra se ha quedado con las nenas.

- Súper bien. Esta creciendo perfectamente.

Le enseño la copia de la ecografía que me dejó la ginecóloga y acaricio mi barriga.

- Ay, su manita.

Cojo la suya y la apoyo rápidamente para que pueda sentir los movimientos.

E: Que maravilla.

Sonríe embobada.

- ¿Y las chicas?

Pregunto tras unos segundos, sorprendida por ser recibida únicamente por Erika y las perras.

E: Están arriba, hablando con Gaby desde el ordenador.

- Vale.

Finjo la mejor de mis sonrisas, cuando en realidad siento como el último brote de esperanza que guardaba se rompe en miles de cachitos. Definitivamente no va a estar conmigo cuando salga tejiendo alas. Vaya ilusa he podido ser.

Solo el amor nos salvará (tercera parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora