Creando recuerdos PARTE 3

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Swift salió asustada de su habitación, el silencio de sus hijos siempre podía significar travesura, la curiosidad de Evie podía contagiar a la de Charles, pasó por el cuarto de invitados donde Selena se queda con Ross, estaba abierto, todo normal, Sel estaba en una llamada también, suponiendo que era de trabajo decidió no interrumpir, igual ahí no debían de estar, siguió caminando, Ross estaba abajo, así que como la rejilla de las escaleras estaba cerrada, obviamente ellos no se encontraban allá, entró cuarto tras cuarto, buscando a sus bebés, hasta que entró a una recamara donde sonaban ruidos extraños, ¿Qué era eso?, ¿Ratones?

—Dios mío, me va a dar algo si son ratones— recordó cuando su hija no quería soltar un ratón y eso casi la mata del susto.

Lentamente le dio vuelta a la cama, mirando como un par de piecitos se asomaban debajo de la cama, no eran ratones, eran sus bebés.

—Parece que oigo un par de ratoncitos aquí, ¿Evie?, ¿Charles? — les llamó.

Los niños debajo de la cama abrieron los ojos enormemente asustados, los habían descubierto y una reacción normal era esconderse, así que los pies que se asomaban debajo de la cama los metió, eran de Charles, Evie se metió más debajo de la cama para que no la sacaran, aseguraba que su mamá no se agacharía tanto porque no podía.

—Bebés, salgan, no me puedo agachar— Taylor quería a sus hijos fuera de ahí. —¿Qué están haciendo? —

—No— la risita de Charlie se oyó.

—¿Qué? — la rubia rio. —Niños, salgan, vamos—

—No— Evie repitió igual que su hermano, riendo.

Ambos reían escondidos debajo de la cama, embarrados de chocolate, porque no solo se comieron uno, encontraron cinco y los dos se los comieron todos, el enemigo de todos los padres que no quieren que el azúcar altere a sus hijos eran los dulces y precisamente, eso es lo que se comieron en un dos por tres.

—Bebés, por favor, mami no se puede agachar, salgan— se inclinó ligeramente para meter su mano un poco debajo del mueble, pero no alcanzaba a ninguno.

Evie reía, creía que era un juego, mirar la mano de su mamá y que no pudiera alcanzarla le daba risa.

—No van a salir, ¿Cierto? — Swift no se quería estresar, así que optó por decirle a Ross que le ayudara, salió del cuarto y gritó. —¡Ross! —


Él estaba pasando por el pasillo de abajo y al oír su nombre con esa tonalidad se asustó, ¿Estaba pasando algo malo?, su corazón se aceleró de inmediato y subió las escaleras como un loco hasta llegar a Taylor.

—¿Qué pasó?, ¿Estás bien?, ¿Está bien Selena? — todo nervioso llegó a la esposa de su amigo.

—¿Qué?, sí, lo está, tiene una llamada importante, perdón por espantarte, te hablo para otra cosa, ¿Me puedes ayudar?, los mellizos están debajo de la cama y no puedo sacarlos, ¿Puedes hacerlo por mí? —

—Mierda, que susto— rio. —Claro—


Los dos fueron al cuarto, Ross oía los mismos ruidos que Taylor, envoltorios, no podía equivocarse, dedujo que la rubia no tenía ni idea de lo que estaba pasando ahí abajo, se tiró al suelo sin problemas, era un sujeto bastante en forma, y al asomarse, vio un montón de basura de caramelos, ¿Qué significaba todo eso?, ¿De dónde salieron todos esos dulces?

—¿Qué es lo que hacen? — Taylor le preguntó.

—Eh...— no sabía que decirle, él tenía conocimiento de lo estricta que ha sido la rubia con respecto a la alimentación sana de sus hijos, si le decía no iba a salir bien todo eso.

Eres mi juego finalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora