Cuarto año: enero

22 3 0
                                    

Miércoles 8 de enero de 1975

Como había predicho Dumbledore, el asesinato de la familia Fraser apareció en primera plana el día después de Navidad, acompañado de una serie de artículos que hablaban de la guerra que se avecinaba. Fue imposible evitar el tema durante el resto de las vacaciones de Navidad.

Era la primera vez que alguno de ellos veía la marca tenebrosa, aunque ciertamente no sería la última. Ninguno de los chicos tenía forma de saber cómo llegarían a temer a esa gran calavera negra, con su boca abierta y su siniestra serpiente retorcida. En ese momento, a Sirius solo le recordaba a un par de reliquias familiares: el símbolo era claramente de Slytherin. En el momento en que regresaron a Hogwarts, Sirius hizo volar todos los motivos de serpiente delicadamente tallados de su baúl.

-Ten cuidado, amigo -advirtió James mientras el humo del hechizo explosivo inundaba la habitación-. Podrías estar arruinando una reliquia familiar (y definitivamente lo estaba haciendo).

-No me importa una mierda -murmuró Sirius, disparando su varita nuevamente a la madera quemada, convirtiendo la ingeniosa artesanía en algo feo y deformado-. Es mío, y no quiero que nada mío tenga esa maldita marca.

Aunque Dumbledore había dicho que no había pruebas de que los Black estuvieran involucrados en el ataque, Sirius lo sabía. Sabía que estaban involucrados con Voldemort; sabía que estaban involucrados en la magia oscura; sabía las cosas que pensaban sobre los muggles. Las cosas que le habían enseñado sobre los muggles.

Lo peor era que todos los demás también lo sabían. Podía sentir que lo pensaban, con los ojos arrastrándose como escarabajos sobre su piel mientras caminaba por los pasillos. No importaba cuánto intentara distanciarse, no había forma de escapar de su propio apellido: se le pegaba como un puño, como una mandíbula, como un moretón. Sus sueños estaban llenos de serpientes.

Había pasado tanto tiempo desde que Sirius había visto a su familia (sus padres no se escribían y, aunque se cruzaban por los pasillos, Reg ya no le hablaba) que había logrado... no olvidar, exactamente, pero sí ignorar, al menos, el enredo de su relación. La ira que tan a menudo sentía hacia ellos se había atenuado, el resentimiento se había aliviado, en cierta medida, gracias a la distancia.

Pero cuando Sirius miró la portada de ese periódico, no pudo evitar que lo invadiera el odio.

Los odio, pensó, mirando fijamente aquella serpiente negra retorciéndose en el cielo.

Los odio, cuando subió al tren de regreso a Hogwarts, escudriñando la estación en busca de ver a sus padres, preguntándose si sería capaz de notarlos, si la violencia se reflejaría en sus rostros.

Los odio, mientras escupía pasta de dientes en el lavabo y miraba al espejo para ver el cabello de su madre, los ojos de su padre. Estaban en él, pegados con fuerza en su sangre pura y noble. Sirius nunca había sentido un impulso tan insensato de abrirse a sí mismo con las garras.

Por supuesto, no había mucho que pudiera hacer con este odio reavivado: sus padres no estaban en Hogwarts, ni tampoco Voldemort, ni ninguno de los magos oscuros que difundían violencia y miedo fuera de los muros aislados del castillo.

Pero estaban los Slytherins.

Incluso antes de las vacaciones, Sirius había disfrutado defendiendo a los estudiantes más jóvenes, los vulnerables a los que los matones como Mulciber se metían. Él y James habían lanzado su cuota de hechizos defensivos para ahuyentar a los grupos de Slytherins que se unían para atacar a los estudiantes nacidos de muggles. Pero después de las vacaciones, Sirius reanudó esta cruzada con una pasión renovada. Sin siquiera darse cuenta, se encontró pasando cada vez más tiempo deambulando por los pasillos, medio esperando encontrar a algún pobre estudiante de primer año al que se metieran solo para poder descargar la ira que amenazaba con ahogarlo.

All The Young Dudes "Siriu's perspective" (Español)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora