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Bucky Barnes

—¡Kath! —exclamó el muchacho moviéndose detrás de ella por toda la sala.

Katherine Monroe trataba de evitar la profunda mirada de uno de sus mejores amigos, recorriendo el living de su hogar juntando objetos desacomodados como excusa. Sus zapatos de tacón provocaban un interminable ruido sobre el suelo de madera.

—¡No, James! ¡No iré contigo a ese maldito baile! —gritó con negativa, acomodando los almohadones del sillón principal. Se giró enfrentando al joven con sus brazos cruzados a altura de su pecho—. ¿Por qué no le pides a tus almiradoras? De seguro querrán bailar una pieza contigo.

James frunció sus labios con desagrado, sin quitar sus ojos azulinos sobre los avellanas de Katherine, quien se negaba rotundamente a la invitación.

Conocía a James Barnes como la palma de su mano, sabía con exactitud cada gesto, sonido, frase que él emitía. Junto a Steve Rogers eran un trío inseparable, se mantenían todo el tiempo unidos. Tan bien lo conocía, que quería darle una merecida bofetada por su insistencia pero debía mantener la poca cortesía que poseía.

Unos toques sueves en la puerta principal de la casa, hizo que ambos posasen su vista en la entrada.

—¿Hay alguien? —le voz de Steve resonó desde el exterior. Katherine sonrió con alivio, acercándose rápidamente—Mm.. ¿interrumpo algo?

—Absolutamente nada. Pasa, Stevie —argumentó dejando un espacio libre para que su menudo y rubio amigo pudiera adentrarse a su hogar.

***
Katherine separó sus labios para omitir una queja, pero debió reprimirla por la mueca de advertencia dada por Steve. Rodó sus ojos, ajustando su abrigo a causa de la gélida brisa de aquellos noche.

Delante de ellos se extendía el frente de un enorme salón, en el cual se realizaba el baile al que habían sido invitados, ya que Bucky formaba parte del regimiento 107 del ejército nacional.

—¿Debo pedir permiso para escaparme de aquí? —indagó entre titubeos de escalofríos, moviendo sus piernas de un lado hacia el otro.

Bucky aprovechó el momento para permitirse abrazar a su compañera. Steve les dedicó una sonrisa pícara a ambos, que se acabó de forma pronta por el golpe que Katherine le proporcionó a su hombro.

—Entremos antes de que la señorita se arrepienta —murmuró el muchacho rubio, sobándose la parte afectada.

—Ya me arrepentí hace tiempo —murmuró con cierta tonalidad de enfado—. Puedo prepararles pastelillos, en verdad, chicos.

Sus compañeros la ignoraron completamente, obligándola a marchar hacia la entrada principal del gran salón, donde Bucky debió identificarse delante fe un corpulento guardia de seguridad vestido de soldado.

El ambiente de adentro se mostraba mucho más caluroso que el exterior, había una cantidad considerable de parejas que bailaban en el centro de la pista. La mayoría de las mesas ya se encontraban ocupadas, a lo cual, debieron buscar algún asiento disponible cerca de la barra de tragos. Katherine, adivinando las intenciones de las muchachas del lugar, tomó una de las manos de James, sosteniéndola a la vista de todos aquellos que pasaban a su lado. Steve reprimió sus burlas hacia su mejor amiga.

—¿Celosa? —cuestionó el soldado, apoyando uno de sus brazos en la barra de madera, elevando el lazo entre ambos.

—No, sólo quiero mantenerte lejos de esas —respondió tirándoles una ojeada discreta al grupo de jóvenes que parecían querer pasar una noche con James—. Steve, ¿podemos irnos?

El susodicho negó rápidamente.

—Besa a Buck y tal vez lo piense.

Kath abrió sus ojos de golpe, girándose con ligereza en dirección a Roers, quien sólo movió sus hombros en defensa. Bucky dejó escapar algunas carcajadas, acercándose más al cuerpo de la muchacha.

—Señorita Monroe. ¿me permite esta pieza? —sin poder afirmar o negar, estaba siendo arrastrada al medio de la pista—. Relajate, Kath.

—La última vez que hicimos esto, mis padres querían casarnos —susurró en el pequeño espacio que había entre ambos—. Señor Barnes, ¿por qué me ha traído a la pista de baile sabiendo que no me agrada?

Bucky rió con suavidad, empezando a moverse al compás de la música.

—Porque, señorita Monroe, usted debe aprender antes de la boda —respondió coqueto, sacándole una seria mirada a su compañera. Cortó la tensión haciéndola girar sobre sus tacones—. Además, es un lugar agradable para recibir un beso.

No tuvo oportunidad de emitir algún sonido por culpa de los labios de James, que se habían interpuesto sobre los suyos.

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