steve rogers; [maratón fósil]

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Escuchó las exclamaciones de horror de un grupo de niños y después el sonido de balas chocar contra metal. Alarmada, escondió su cuerpo detrás de una columna de concreto, aguardando a que la situación se normalice.

  Aquella no era la primera vez que se encontraba a mitad de una escena semejante. Su padre había pasado horas explicándole cómo reaccionar y qué hacer en medio de un tiroteo o un momento de peligro.

  Pero lo teórico no se asemejaba en nada a la realidad. Sofia observó en dirección al lugar donde continuaban los gritos. Un sujeto musculoso de cabellos rubios se protegía con una puerta de un taxi de un hombre armado. Agudizó su mirada, asombrada.

  Se trataba de su vecino, Steve Rogers, una persona menuda y de baja estatura que habitaba el departamento contiguo al suyo. ¿Cómo demonios había aumentado su masa muscular en tres horas?

Sus pensamientos se esfumaron cuando unos brazos la rodearon y el cañón de un arma se apoyó sobre su cabeza.

—¿Sofia?

—Quieto o le volaré la cabeza —masculló el sujeto, hundiendo el metal pesado en la piel de su sien.

Además del inquietante acento alemán, Sofia se percató del olor impregnado en las prendas del sujeto. Buscó la mirada de Steve, indagando por una respuesta coherente. ¿Qué estaba sucediendo?

—¡No, Steve!

Hizo repetidos movimientos de cabeza, sacudiendo su cuerpo abruptamente. Podía escuchar las olas chocando contra el muelle de concreto. El terror se apoderó de su interior.

—¡Sofía!

—¡Ayúdame, Steve! —exclamó, forcejeando para escapar de los brazos del alemán—. Por favor, no. Por favor no lo haga.

—¡Cállate! —vociferó el sujeto, golpeando su abdomen con su puño.

  Sofia contuvo su respiración un par de segundos. De reojo observó las oscuras aguas y volvió rápidamente su mirada a su vecino. Los pasos se detuvieron al borde de la pared de concreto, lograba verse una estructura metálica a unos metros más abajo, sumergida en las aguas.

—Vaya por ella, soldado.

   De un instante a otro, Sofia se hallaba cayendo en dirección a las aguas. Las alertas se dispararon en su interior, su mayor pesadilla volvía a hacerse realidad.

  La gélida temperatura del líquido abrazó su piel. Pese a sus desesperados intentos impulsarse hacia arriba, parecía hundirse más a cada segundo. Cerró sus ojos, sintiendo como el agua comenzaba a llenar sus pulmones.

 

  Tosió, quitando el líquido que se hallaba en sus pulmones. Tardó unos segundos en recuperar su respiración normal y tranquilizar sus pulsaciones.

  —¿Sofia? —indagó Steve, impidiendo que se levantara del suelo.

  —¿Por qué no fuiste tras él? —preguntó la muchacha, después de haber logrado recuperar el habla— ¿Por qué lo dejaste escapar? 

  Estaba temblando por el terror y la gélida brisa que golpeaba contra sus prendas mojadas. Sofia rodeó su anatomía propia para resguardar el calor corporal que aún poseía.

  —"Gracias por salvarme, señor Rogers" —respondió Steve, imitando la tonalidad de voz de la joven—. "Es mi deber como vecino, señorita García".

Sofia frunció sus labios.

  —Debes explicarme qué demonios está sucediendo.

  —¿Qué hemos hablado sobre el vocabulario?

  —Sólo llevame a casa, Rogers.

  El nombrado le dedicó una sonrisa, envolviendo el cuerpo de la muchacha entre sus brazos.

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