bucky barnes;

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Cruzó sus brazos a la altura de su pecho mientras sentaba su cuerpo en un añejo tronco caído, manteniendo su mirada fija en las pobladas copas de los árboles. Se encontraba enfadada y prefería escabullirse hasta su “lugar secreto” para reflexionar y hallar soluciones a sus problemas.

Desde que las tropas norteamericanas se habían instalado en tierras francesas, su relación de amistad con Bucky Barnes se había desmoronado. Apenas intercambiaban miradas o gestos, y las escasas conversaciones que tenían acababan en discusiones.

Daisy frunció sus rosados labios cuando se percató de la llovizna que comenzaba a caer. Sin tardar algún instante, se dirigió al campamento con ligereza. No tenía intención de enfermarse y terminar en la enfermería con un resfriado o alguna enfermedad grave.

—¡Daisy! ¿Qué demonios hacías en el bosque sin compañía? —la tonalidad de voz de James era elevada, estaba enfurecido.

La muchacha apartó el cuerpo del hombre de su camino, adentrándose al lugar que utilizaba como oficina y dormitorio.

—No es de su incumbencia, sargento Barnes —respondió, quitándose el abrigo de lana y depositándolo sobre el escritorio—. Le ruego que se retire, tengo trabajo.

La habitación quedó sumida en un absoluto e incómodo silencio, en los cuales sólo se escuchaba la lluvia chocar contra la madera.

—¿Enfadada?

Daisy giró su anatomía, enfrentando al soldado. Le dedicó una pequeña sonrisa repleta de falsedad, mientras colocaba sus manos a los costados de su cintura.

—¿Qué? ¿Por qué debería estar enfadada? —indagó.

—Utiliza esa tonalidad de voz cuando te encuentras enfadada, Daisy —Bucky acortó unos pasos de la distancia que los separaba a ambos. Por acto reflejo, la muchacha retrocedió, hasta que su cuerpo chocó contra el mueble de madera— ¿Estás celosa?

—No.

Trató de huir, pero los fuertes brazos del soldado lo impidieron. Daisy quedó aprisionada entre el cuerpo del hombre y el escritorio, luchando por no observar los ojos azules del contrario.

—¿Nada?

Los nerviosa inundaron el cuerpo de la joven, provocando que sus mejillas se convirtieran en dos auténticos tomates.

—Nada.

—¡Eres la peor mentirosa que existe! —exclamó Bucky.

Los labios del soldado se posaron sobre los suyos, impidiéndole responder ante la acusación. El beso comenzó a subir de intensidad, demostrando los sentimientos de ambos.

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AudazEsencia espero que te guste ❤

preguntaaaaaa: estoy por publicar una historia de comedia romántica (?) ¿Alguien la leería?

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