bucky barnes;

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Sus párpados se abrieron abruptamente. Tardó unos segundos en acostumbrarse al ambiente que la rodeaba y percatarse de que el automóvil había frenado en una gasolinera.

   —¿Buck? —indagó, removiéndose contra su asiento, incómoda, y escondiendo su cuerpo debajo de un abrigo perteneciente al soldado que cubría su torso.

   —¿Quieres algo para cenar?

  Becca negó con un lentutid. Lo único que anhelaba en aquellos instantes era volver al camino y regresar a su hogar cuando antes. Detestaba encontrarse varios días sin poder entablar una conversación con su pequeño o, siquiera, enviarle un mensaje deseándole buenas noches.

  Bucky asomó su cabeza por el ventanal del conductor, señalando el pálido rostro que presentaba la muchacha.

  —¿Segura? —insistió, frunciendo sus labios. Becca mantuvo sus labios sellados, incapaz de pronunciar una respuesta, ¿estaba invitándola a una cita?—. La tormenta ha empeorado, es complicado mantener el automóvil en la carretera, ¿te molesta qué estemos aquí hasta que pase?

   Su mirada se dirigió a los árboles que se movían de manera exagerada y los extraños sonidos metálicos provenientes de la infraestructura de la gasolinera. Necesitaba llegar cuando antes a la ciudad, pero si quería mantenerse con vida y no acabar teniendo un accidentes automovilístico, debían quedarse al resguardo del lugar. 

Becca abrió la puerta, acomodando el abrigo ajeno sobre sus hombros. La temperatura había descendido abruptamente, provocándole un constantes escalofríos a lo largo de su anatomía. Una sensación de bienestar abrazó su cuerpo cuando su mirada se dirigió a los labios del soldado, aún recordado el diminuto contacto entre sus bocas horas antes.

Su teléfono celular comenzó a vibrar en el bolsillo de su abrigo propio. En la pantalla se detallaba el nombre de su niño junto a una diminuta fotografía de ambos.

  —¿Bruno?

  —¡Mamá! —exclamó el pequeño al otro lado de la línea— ¿Vendrás hoy a casa?

  —Lo lamento, cariño —murmuró, escuchando un suspiro repleto de decepción. El corazón de Becca se encogió—. Pero me he encontrado con alguien que quiere conocerte, ¿podrás preparar una cama más? —miró en dirección a Barnes y, haciendo varias señas continuas, le indicó que se acercara a ella. Tapó el auricular del teléfono y se lo extendió al castaño—. Sólo no menciones que estamos a mitad de una carretera.

  —¿Puedo contar que nos casaremos?

  La joven frunció sus labios, disgustada.

  —Prefiero mantenerme soltera con una propuesta de matrimonio así...

  Una traviesa sonrisa asomó en los labios de Bucky, mientras se adueñaba del teléfono móvil y se apartaba unos metros para entablar una conversación sin interrupciones.

Becca, por su parte, prefirió dirigirse al pequeño local de alimentos que se hallaba en la gasolinera. Compraría alguna que otra chuchería para sobrevivir hasta que la tormenta se tranquilice y puedan rotomar su curso a la ciudad.

¿Estaba dispuesta a darle una oportunidad al soldado? Merecía una oportunidad, en especial cuando ella había sido la principal culpable de haberlo separado de su hijo al momento de su huía. Sólo por temor al soldado del invierno, a la bestia que la organización que su padre había manejado durante años había creado.

...

Unas horas más tarde, el automóvil se hallaba estacionado frente a una pequeña residencia a las afueras de la capital. Becca se apresuró a desabrochar el cinturón de seguridad y recorrer el camino que cruzaba el jardín delantero en dirección a la puerta principal.

Se encontró con Bruno acostado en los sillones de la sala, con su pijama de capitán america y abrazado a uno de los cojines que servían como decoración.

—¿Mamá? ¡Mamá! —los brazitos del niño rodearon su cuello— ¡Volviste!

Becca dejó castos besos en las sonrojadas mejillas del pequeño. Había regresado a la comodidad de su hogar, podría tener un respiro de las agotadoras misiones y pasar mayor tiempo junto a su hijo,  sin necesidad de emplear aparatos tecnológicos para observarlo crecer.

—¿Papá?

Bucky se acercó a ellos, manteniendo una mueca de nerviosismo y alegría plasmada en su rostro. Se mantuvo unos instantes en silencio, contemplando la escena sin atraverse a comprobar si se trataba de un acontecimiento real o una secuela producida por su pasado.

—¿Qué harías cuando papá regresara a casa, Bruno? —indagó Becca.

—¡Los inventos! —exclamó el niño, arrastrando al soldado a la cocina de la casa—. Mira aquí hice un rayo encogerdor, es para llevar más comida cuando voy a casa de los abuelos y.. y, ¡la máquina! Bueno, iba a usarla para encontrarte algún día. Pero ya estás aquí, tendré que reformarla.

—¿Qué te parece un brazo de metal?

—¡Barnes!

—Admítelo, nena.

  Becca negó con rápidos movimientos de cabeza, apoyando sus manos sobre la superficie de la mesada de mármol.

  —¿Puedo tener un brazo de metal, mami?

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